UNA VIDA SIN VIOLENCIA

Sin embargo, la violencia en contra de la mujer no sólo se da al interior del espacio privado, en el seno de la familia; también encuentra sus víctimas en el ámbito público, es decir, en las instituciones educativas, en los lugares de trabajo, en los medios de transporte, en el barrio, en las organizaciones, en la calle… Así, cuando hablamos de agresor no se habla exclusivamente del cónyuge, pues los agresores pueden también estar presentes en el enamorado, en el jefe, en el maestro, en el compañero y hasta en el desconocido. Además, esta violencia no se sitúa como suele creerse únicamente en los estratos de economía baja, cruza todos los sectores de la sociedad independientemente de la clase social, del grupo étnico, del nivel de ingresos, de la cultura, del nivel de instrucción, de la edad o de la religión que se profese.

A pesar de que las estadísticas en nuestro país hablan de un 70% de mujeres que han sido víctimas de violencia, los agresores y la sociedad en general suelen legitimarla, esto sucede cuando se esgrimen comentarios en los que se establece que la culpa de este tipo de violencia es provocada por la “misma mujer”: porque se deja, porque algo debe haber hecho, porque le gusta o porque así ha sido siempre; conceptos que se utilizan incluso cuando el caso es de violencia sexual, ¿podemos minimizar un delito?. A este tipo de razonamientos contribuyen diversos programas y mensajes de los medios de comunicación, la publicidad sexista, el sistema educativo, la cultura, las tradiciones, las creencias religiosas, las enseñanzas y los mandatos familiares.

La violencia en contra de las mujeres ha sido asumida por la comunidad internacional como un problema social cuyas consecuencias se sitúan además en el campo del desarrollo de los pueblos, pues al limitar la participación efectiva de más del 50% de la población por los efectos de la violencia de género, reducimos las potencialidades de cada comunidad. En este sentido, la Convención Internacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer Belem do Pará, que es la más significativa en este campo, señala que la eliminación de la violencia contra la mujer, es una condición indispensable para el desarrollo individual y la plena e igualitaria participación en todas las esferas en las que las mujeres se desenvuelven.

Como parte de la lucha para erradicar la violencia de género, cada 25 de noviembre las mujeres se unen para levantar su voz y exigir que se respete su derecho a una vida libre de violencia y para recordar a la sociedad y al Estado que la responsabilidad es de todas y de todos.

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