MARTHA PULLA
(Sígsig, Azuay) Artesana, toquillera, desde pequeña como un legado de su pueblo, de sus antepasados, de su madre, aprendió el tejido de la paja toquilla, el tradicional sombrero, que usaban mujeres y hombres campesinos. Aprendió viendo a su madre, a sus abuelas, este fantástico arte que requiere concentración, habilidad y precisión; en su niñez a través del juego, junto con sus amigas iniciaron los primeros ejercicios de tejido, siempre buscaron la forma de hacer además de artística, divertida esta actividad, jugaban a la “mishada”, esto es terminar la vuelta del tejido, la ganadora recibía las felicitaciones de las personas con las que concursaba.
Martha siempre fue una mujer callada, que con mucha paciencia se dedicaba a una actividad que en el cantón Sígsig se realiza desde hace más de un siglo, durante su adolescencia con la venta de los sombreros que tejía aportaba económicamente para el sostén de sus hermanas, hermanos, madre y padre. Más tarde formó una familia y este trabajo le permitió aportar para estudio, vivienda, alimentación, sin embargo a pesar del tiempo que toma tejer, de la habilidad y de la destreza que demanda y que se adquiere con la práctica y el tiempo, este trabajo era mal remunerado, los sombreros se vendían a intermediarios, lo que resultaba una explotación de la cual no encontraban salida.
Martha, conjuntamente con otras mujeres toquilleras deciden organizarse apoyadas por el sacerdote Rafael Cabrera y forman la Aso. de Toquilleras María Auxiliadora que les abre nuevos horizontes en su trabajo, diversifican sus tejidos, elaboran sombreros más “finos”, carteras, objetos pequeños, que poco a poco empiezan a ser exportados por ellas, inician contactos directamente con compradores de diferentes países de Europa y de Estados Unidos, logran la marca de comercio justo y las socias reciben beneficios, apoyo para ellas y sus hijas e hijos además de un precio justo por su trabajo, eliminando a intermediarios.
Hace unos pocos meses la organización decidió tejer el sombrero más grande del mundo, para ello Martha y las demás socias acordaron que las toquilleras de la comunidad de Dacte se dedicaran al tejido y las demás toquilleras le cobrarían menos a la asociación por su trabajo, de tal manera que el dinero sobrante sirva para pagar a las mujeres encargadas de esta obra maestra.
Sin duda demostraron que la solidaridad de las mujeres cuando tienen un objetivo conjunto es una característica que se mantiene a lo largo del tiempo, este sombrero se ha convertido en un símbolo para el cantón Sígsig, que salió de las manos de trabajadoras artesanas, artistas, que han puesto el nombre de su pueblo muy alto.
Pero además de todo este trabajo que les permite generar ingresos, Martha disfruta de adornar su casa con su habilidad y su conocimiento, de compartir con sus hijas y sus hijos el enseñarles este arte que ahora no representa un trabajo explotado, que ahora gracias al esfuerzo y decisión de mujeres como Martha es considerado un arte y por ello es muy valorado.
La paja toquilla ha permitido a las mujeres campesinas mantener su identidad, causar sensación al verlas por la calle hablar, resolver problemas y tejer perfectamente sus sombreros que recorren el mundo y son muy apreciados por la variedad de colores y adornos que salen de la imaginación, creatividad y habilidad de nuestras toquilleras.
Signos contrahegemónicos
El aporte de Martha se demuestra en la solidaridad característica de las mujeres (contrariamente a los estereotipos sociales que sostienen que entre mujeres existe competencia y envidia), en la construcción y fortalecimiento de la organización para terminar con la explotación y en su constancia para cumplir los objetivos que se propone, ella representa a las mujeres campesinas que luchan por su identidad, por su tierra, por sus compañeras y sus compañeros, por construir una sociedad que no las excluya y que valore sus aportes al desarrollo.