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Categoría: Otras lecturas de interés
Feminismo para principiantes. Nuria Varela
8 de Marzo no es…
El 8 de marzo
¡No Romantizar!
Pastora JUDITH VANOSDOL*
- La Pastora JUDITH VANOSDOL trabaja en la Pastoral de las Mujeres y Género del CLAI – Consejo Latinoamericano de Iglesias – ALTERCOM –
No mal interpretemos: a muchas mujeres nos fascinan las flores, la música, la poesía y otras expresiones románticas. Pero el 8 de marzo no es un día para romantizar a la mujer, y menos aún para regalarle flores, al menos que esto se entienda como un acto solidario.
El día internacional de la mujer NO ES:-
Un día para proclamar la belleza de la forma femenina;
Una excusa para piropear;-
Un día para poner a la mujer sobre un pedestal;-
Elogiar cuan noble, sacrificada, sufrida, etcétera, que era, es y será;
Quizás esto último sea lo más tentador ya que apela a nuestro sentido de victimización.
Sin embargo, cada uno de los ejemplos mencionados más arriba profundiza la tendencia de objetivizar y deshumanizar a la mujer, cuando el objetivo del Día es ser solidarias y solidarios con la lucha de las mujeres en su vida y trabajo en la sociedad y comprometerse con la búsqueda de su liberación y dignificación. El 8 de marzo SÍ es un recordatorio de fechas históricas referidas a las luchas, protestas y matanzas de mujeres en la lucha por sus derechos. En este día se recuerdan hechos que recogen hitos a lo largo de los siglos:
– La participación femenina durante la Revolución Francesa en 1789, que exigía “libertad, igualdad y fraternidad”;
– La lucha de unas trabajadoras estadounidenses de la industria textil por sus pésimas condiciones de trabajo en 1857, reprimidas por la policía a palos, donde muchas murieron;- El Primer Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1866, que aprobó la participación del trabajo profesional de las mujeres;- La Conferencia de Mujeres contra la Primera Guerra Mundial, de 1899, en los Países Bajos, que definió el carácter antibélico de las movilizaciones femeninas;
– La protesta de mujeres obreras en la industria textil de los EE.UU. que ocuparon una fábrica en Nueva York en 1908. Pidieron un día de trabajo de 10 horas (en aquel entonces ellas trabajaban 16 horas diarias). Los dueños de la fábrica respondieron incendiando el edificio y quemándolas vivas. Murieron 129 mujeres;
– La Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas en 1910 en Copenhague, Dinamarca, en que la alemana Clara Zetkin demandó instituir el Día Internacional de la Mujer para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos de todas las mujeres en el mundo. Zetkin propuso la conmemoración del 8 de marzo;
– La Manifestación masiva de la mujeres rusas en 1917, donde la mujeres precipitaron la Revolución, protestando contra la guerra, “por pan y paz” (el 8 de marzo, el Zar fue obligado a renunciar y con el gobierno provisional, las mujeres lograron el derecho al voto).
Cuando romantizamos el Día Internacional de las Mujeres, minimizamos e ignoramos la lucha de éstas y muchas otras lideres en la sociedad que tiene más que dos siglos de expresión en las esferas públicas.
Uno de los primeros textos conocidos que reconoce los derechos de la mujer como ser humano pleno es la pequeña obra clásica: “Vindicación de los Derechos de la Mujer” por Mary Wollstoncraft, del año 1792. Ella misma fue inspirada por la Revolución Francesa, pero llegó a la conclusión de que la exclusión de las mujeres del famoso “libertad, igualdad y fraternidad” no fue casual.
La lucha por la vindicación de los derechos de las mujeres tiene más que dos siglos de expresión, y sigue siendo una necesidad en el nuevo milenio.
No buscamos culpables; buscamos caminos de cambio. A su vez, necesitamos más personas, varones y mujeres de buena voluntad, que se comprometan con esta lucha.
Equipo Coordinador
Red de Mujeres para el Desarrollo
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Tel: (506) 2253-9003
Fax: 2253-9128
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email: info@redmujeres.org
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Max Neef: Economía Descalza
Economista Max-Neef: EEUU, un país en vías de subdesarrollo
Maxneef
Entrevista de Amy Goodman a Max Neef.
Tomado de Democracy Now en Español (http://www.democracynow.org)
AMY GOODMAN: En Bonn, Alemania tuve oportunidad de conversar con Manfred Max-Neef, el reconocido economista chileno que ganó en 1983 el Right Livelihood Award, dos años después de haber publicado su libro Economía Descalza: Señales desde el Mundo Invisible. Empezé preguntándole que explique el concepto de la economía descalza.
MANFRED MAX-NEEF: Bueno, es una metáfora, pero es una metáfora que se originó en una experiencia concreta. Yo trabajé alrededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica. Al comienzo de este periodo, estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú. Era un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Estaba parado en una zona muy pobre y enfrente de mí estaba otro hombre parado sobre el lodo (no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Este era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berkeley, maestro de Berkeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias; que todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así? Todo era completamente absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que teníamos que inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora “barefoot economy” o economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. El punto es que los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema. Y es también el motivo por el cual la pobreza aún existe. Esto cambió completamente mi vida como economista. Inventé un lenguaje coherente para esas condiciones de vida.
AMY GOODMAN: ¿Y cuál es ese idioma? ¿Cómo aplicas un sistema económico o haces que las circunstancias expliquen esos cambios?
MANFRED MAX-NEEF: No, la cosa es mucho más profunda. Es decir, no es como una típica receta que te da alguien de tu país, en donde te dicen “te garantizamos quince clases o la devolución de tu dinero.” Ese no es el punto. Deja ponértelo de esta manera. Hemos alcanzado un punto en nuestra evolución en el que sabemos muchas cosas. Sabemos muchísimo pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta acumulación de conocimiento como en los últimos cien años. Mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El punto es que el conocimiento por sí mismo no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento te la puedo explicar con un ejemplo. Vamos a pensar que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre un fenómeno llamado amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores. ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Como dice la canción latina, somos mucho más que dos. Cuando perteneces, entiendes. Cuando estás separado, solo acumulas conocimiento. Y esa ha sido la función de la ciencia. Ahora bien, la ciencia se divide en partes pero el entendimiento es completo. Holistico. Eso sucede con la pobreza. Yo entendí la pobreza porque estuve allí; viví con ellos comí con ellos y dormí con ellos. Entonces comienzas a entender que en ese ambiente hay distintos valores, y diferentes principios-–comparados con los que existen allí de donde tú provienes y te das cuenta de que puedes aprender cosas fantásticas de la pobreza. Lo que he aprendido de los pobres supera lo que aprendí en la universidad. Pero pocas personas tienen esa oportunidad, ¿te das cuenta? Ellos ven la pobreza desde afuera en lugar de estarla viviendo desde adentro. Aprendes cosas extraordinarias. Lo primero que aprendes y que los que quieren mejorar el sistema de vida de los pobres no saben, es que dentro de la pobreza hay mucha creatividad. No puedes ser un tonto si quieres sobrevivir. Cada minuto tienes que estar pensando, ¿qué sigue? ¿qué puedo hacer aquí? ¿qué es esto y lo otro y lo otro? Así que el estado creativo es constante. Además, están los contactos, las cooperativas, la ayuda mutua y toda una gama de cosas extraordinarias que ya no se encuentran en las sociedades dominantes, las cuáles, son individualistas, avaras, egocentristas, etc. Allá encuentras exactamente lo opuesto de lo que ves acá. Y es sorprendente porque a veces llegas a encontrar gente más feliz entre los pobres que la que encontrarías en tu propio ambiente. Lo que ya te dice que la pobreza no solo es una cuestión de dinero. Es algo mucho más complejo.
AMY GOODMAN: ¿Qué crees que debamos cambiar?
MANFRED MAX-NEEF: ¡Oh!, casi todo. Somos dramáticamente idiotas. Actuamos sistemáticamente en contra de las de las evidencias que tenemos. Conocemos todo lo que no debemos hacer. No hay nadie que no sepa esto. Especialmente los grandes políticos saben exactamente lo que no se debe hacer. Y aún así lo hacen. Después de lo que pasó en octubre del 2008, tú pensarías que van a cambiar porque se han dado cuenta de que el modelo económico no funciona. Que incluso tiene un alto nivel de riesgo. Es drásticamente peligroso. Y uno se pregunta:¿Cuál fue el resultado de la última reunión de la Comunidad Europea? Ahora son más fundamentalistas que antes. De tal modo que de lo único de lo que se puede estar seguro es de que ya viene la próxima crisis y que será mucho más fuerte que la actual. Pero para entonces ya no habrá suficiente dinero. Esas son las consecuencias de la estupidez humana.
AMY GOODMAN: Si tú estuvieras al cargo de la economía ¿qué harías para evitar otra catástrofe?
MANFRED MAX-NEEF: Primero que nada, necesitamos economistas más cultos, que sepan historia, de dónde vienen, cómo se originan las ideas, quién hizo qué y así sucesivamente. Lo segundo es que un economista se percibe como un subsistema dentro de un sistema más grande que es finita: la biosfera. También entiende que el crecimiento económico es imposible. En tercer lugar, un sistema que entiende lo anterior sabe que no puede funcionar sin tomar en serio los ecosistemas. Pero los economistas no saben nada de ecosistemas. No saben nada de termodinámica, ¿sabes? Nada de biodiversidad. Quiero decir, son totalmente ignorantes con respecto a estos temas y otra cosa así. Realmente no entiendo en qué puede dañar a un economista saber que si los animales desaparecen, él también desaparecerá porque entonces ya no habrá qué comer. Pero él no lo sabe, que dependemos completamente de la naturaleza ¿te das cuenta? Sin embargo, para los economistas que tenemos hoy en día, la naturaleza es un subsistema de la economía. Es completamente absurdo. Además, debemos acercar al productor con el consumidor. Yo vivo en el sur de Chile y ésa es una zona fantástica, tenemos toda la tecnología para la creación de productos lácteos de calidad. Hace unos meses estaba en un hotel desayunando. Noté estos paquetitos de mantequilla sobre la mesa. Tomé uno y descubrí que la mantequilla venía de Nueva Zelanda. Es absurdo ¿sabes? ¿y por qué sucede una cosa así? Porque los economistas no saben calcular costos. Traer mantequilla desde un lugar que queda a 20,000 kilómetros a un lugar en donde se produce la mejor mantequilla bajo el pretexto de que es más barato es una estupidez descomunal. ¿No toman en cuenta el impacto que causan esos 20,000 km de transporte sobre la naturaleza? Por si fuera poco, es más barato porque está subsidiado. Es un caso muy claro en el que los precios no revelan la verdad. Todo tiene un doble fondo ¿sabes? Pero ésos causan mucho daño. Si se acerca al productor con el consumidor, uno comerá mejor, tendremos mejores alimentos y sabremos de dónde vienen. Incluso podrías llegar a conocer a la persona que lo produjo. Se humaniza el proceso ¿sabes? Pero hoy en día lo que los economistas hacen está totalmente deshumanizado.
AMY GOODMAN: ¿No crees que la misma tierra nos forzará a actuar de diferente modo? ¿Estamos llegando al fin?
MANFRED MAX-NEEF: Sí claro. Ya algunos científicos lo están diciendo pero yo aún no he llegado a ese punto. Pero muchos lo creen y piensan que es definitivo: estamos fritos. Dentro de algunas décadas no habrá más humanos. Yo personalmente no creo haber llegado a ese punto, pero si diré que ya cruzamos el primero de los tres ríos. Y si observas lo que está pasando en todos lados, sí es alarmante cómo la cantidad de catástrofes ha ido en aumentando. Y se manifiestan de todas formas: tormentas, terremotos, erupciones volcánicas. El número de eventualidades crece dramáticamente y nosotros seguimos haciendo lo mismo.
AMY GOODMAN: ¿Qué has aprendido en las comunidades en las que has trabajado que te de esperanza?
MANFRED MAX-NEEF: La solidaridad de la gente. El respeto por los otros. Ayuda mutua. Nada de avaricia. Éste es un valor inexistente dentro de la pobreza. Y uno pensaría que allí es donde estaría más presente. Que la avaricia la poseen los que menos tienen. No, al contrario, entre más tienes más quieres. Esta crisis es el producto de la avaricia. La avaricia es el valor dominante del mundo actual. Mientras persista, estamos acabados.
AMY GOODMAN: ¿Cuáles serían los principios que enseñarías a los jóvenes economistas?
MANFRED MAX-NEEF: Los principios de los economistas deberían estar fundamentados en cinco postulados y un valor esencial.
Primero: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.
Segundo: el desarrollo es para las personas, no para las cosas.
Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento.
Cuarto: no hay economía que sea posible en la ausencia de servicios de ecosistema.
Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por ende, el crecimiento permanente es imposible.
Y el valor esencial para sostener una nueva economía debería ser que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia de la vida.
AMY GOODMAN: Explica lo que acabas de mencionar.
MANFRED MAX-NEEF: Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres humanos porque, para mí, el centro es el milagro de la vida en todas sus manifestaciones. Pero hay un interés económico, es decir, uno no solo se olvida de la vida y otros seres vivientes sino, de los humanos. Si recorres esta lista que acabo de mencionar, uno a uno, verás que lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario.
AMY GOODMAN: Ve al tercer punto, crecimiento y desarrollo y explícalo por favor.
MANFRED MAX-NEEF: El crecimiento es una acumulación cuantitativa. Desarrollo es la liberación de posibilidades creativas. Cada sistema vivo de la naturaleza crece hasta cierto punto y para de crecer. Tú ya no estás creciendo, ni él ni yo. Pero continuamos desarrollándonos. De otro modo no estaríamos dialogando en este momento. El desarrollo no tiene límites pero el crecimiento sí. Y este es un concepto muy importante que políticos y economistas no entienden. Están obsesionados con el crecimiento económico. He estado trabajando a lo largo de varias décadas y se han hecho muchos estudios. Soy el autor de una famosa hipótesis: la hipótesis liminal, que dice que en cada sociedad hay un periodo de crecimiento económico-–entendido convencionalmente o no-–que trae una mejora en la calidad de vida ; pero sólo hasta cierto punto, el punto liminal, a partir del cuál, si hay crecimiento, la calidad de vida comienza a decaer. Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente. Es decir, tu pais es el ejemplo más extremo que puedes encontrar. En una parte de un capítulo de mi libro que saldrá publicado el próximo mes en Inglaterra, titulado La economía desenmascarada-–se encuentra un capítulo llamado “ Estados Unidos, una nación en vías de subdesarrollo” la cuál es una nueva categoría. Tenemos el concepto de desarrollado, subdesarrollado y en vías de desarrollo. Ahora tenemos el nuevo concepto de en vías de subdesarrollo y tu país es el mejor ejemplo. El 1% de los americanos cada vez están mejor y el 99% va en decadencia y se refleja en todo tipo de manifestaciones. Las personas que viven en sus autos, ahora duermen en sus carros, ¿sabes? estacionados enfrente de la casa que fue suya. Millones de personas que uno conoce han perdido todo. Pero aquellos que especularon, los que trajeron consigo todo el problema, esos están muy bien. Para ellos no hay problemas.
AMY GOODMAN: ¿Entonces, cómo cambiarías las cosas?
MANFRED MAX-NEEF: Bueno, no sé cómo cambiarlas. Es decir, solitas van a cambiar ¿sabes? pero de forma catastrófica. No entiendo cómo no hay millones de personas en las calles de Estados Unidos destruyendo las cosas. Pero podría suceder. No lo sé. La situación es dramáticamente mala. Se supone que es el país más poderoso del mundo. Y a pesar de las condiciones, siguen con sus guerras absurdas gastando miles de milliones y billones. Trece billones de dólares se especularon y ¡ni un centavo se fue para las personas que perdieron sus casas! ¿Qué tipo de lógica es esa?
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Traducida al español por Rose Mary Salum
El género a la fuerza entra
LAS12
Viernes, 18 de septiembre de 2009
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5183-2009-09-20.html
Por Milagros Belgrano Rawson
Politóloga uruguaya, especialista en género y políticas públicas, Andrea Daverio vive en Argentina desde 2001. Trabajó para la Unión Europea y, en nuestro país, en el Ministerio de Salud y el Consejo de la Mujer. Desde 2004, enseña Políticas Públicas en la Universidad Nacional de Lanús, donde también dicta un seminario de género y seguridad creado por ella y dirigido a policías alumnos de la carrera Seguridad Ciudadana. Ideológicamente comprometida con la izquierda uruguaya, y consciente de los estigmas que pesan sobre la policía argentina, Daverio está sin embargo convencida de que el enfoque de género debe atravesar a esta fuerza. “Si se quiere un proyecto democrático y equitativo, para el cual se deben planificar políticas públicas, no puedo concebir recursos humanos que no hayan atravesado una formación en género. Y no me refiero sólo a los policías, sino a todos los funcionarios públicos implicados”, dice esta montevideana. Para ella, resulta todo un desafío proponer una reflexión sobre la diferencia sexual a miembros de una institución altamente masculinizada, autoritaria y heterosexual como la policial.
¿Cómo surgió tu interés por las fuerzas de seguridad?
–Mi primer acercamiento fue en el 2004, cuando di clases de políticas públicas en un curso de formación ciudadana a oficiales de policía en ejercicio de distintas partes del país. Era un programa de la Universidad Nacional de Lanús y el Consejo de Seguridad Interior del Ministerio del Interior. Estratégica e ideológicamente me parecía interesante que se dictara ese curso, que por otra parte fue diseñado con total libertad por la universidad con la intención de contribuir al debate y reflexión entre oficiales, suboficiales y gendarmes.
¿Qué te llamó la atención en este primer contacto con la policía?
–Algo que sabía discursivamente pero que no había presenciado, que es la percepción que ellos tienen respecto de quiénes forman parte de la fuerza y quiénes no, la diferencia entre un civil y un policía. Y en mi caso, además, se sumaba que yo era mujer, aunque entre los alumnos había alguna que otra mujer. Por otro lado, me encontré con alumnos de las fuerzas que además tenían estudios universitarios, había trabajadores y trabajadoras sociales, sociólogos. Claro que había alumnos que eran absolutamente impermeables a lo que se dictaba, pero era un espacio interesante para la discusión.
¿Cómo surgió lo de dictar un seminario de género a policías en la universidad?
–La Universidad de Lanús dicta una licenciatura en Seguridad Ciudadana, dirigida a civiles y policías, que es única en su enfoque. En el 2007, propuse a la universidad dictar un programa sobre problemas que tienen que ver con el encuentro entre el género y las políticas públicas de seguridad, con la modernización de las fuerzas policiales, la transversalidad de género en las fuerzas y en el diseño e implementación de las políticas. La propuesta fue aprobada por la institución, que por otro lado es dirigida por una mujer, y que desde el año pasado tiene un programa de género y políticas públicas. De modo que diseñé el seminario y empecé a dictarlo. Aclaro que es optativo y abierto a todas las carreras de la universidad.
Si es optativo, ¿por qué razones los oficiales que cursan la carrera se inscriben en ese seminario y no en otro?
–Al inicio del curso, muy pocos saben por qué están ahí, pero a todos les produce curiosidad. En las primeras clases algunos estudiantes me decían: “Profesora, yo no sabía si anotarme, pensaba que esto era para minas o putos”. Muchos tendían a confundir género con “mujer”, lo que es frecuente también en algunas instituciones y medios de comunicación. Pero una vez que superamos la cuestión de que género no es sinónimo de “mujer”, sino una forma de hacer y de ver, los hombres empiezan a sentirse incluidos. Ya no sienten que este seminario es para mujeres, que por otro lado constituyen el 40 % de la clase. Y a medida que pasa el tiempo, cada alumno o alumna va descubriendo por qué eligió el seminario, decisión que en general está vinculada con sus historias personales y laborales.
¿Qué temas se trabajan?
–Temas específicos de las fuerzas de seguridad, como los modelos de masculinidad hegemónica, el modo en que las problemáticas de género se encuentran con las instituciones policiales. Y temáticas relacionadas con el cuerpo, el lenguaje, el poder, que resultan interesantes para debatir con policías que son producto de una formación autoritaria, rígida y jerárquica. Para mí fue un desafío diseñar y dictar este seminario. Porque creo que es fácil hablar de género a 20 o 30 feministas. Puede haber disenso, pero hay una base de acuerdo, de comprensión del lenguaje, de enfoques. Acá en cambio hay que explicarlo todo. Mis alumnos y alumnas leen a Judith Butler, Nancy Fraser… Pero tampoco quiero que deglutan teoría, sino que adquieran herramientas de análisis que les permitan pensar sobre estereotipos, mandatos, identidades…
Así como ellos tenían prejuicios al principio del seminario, ¿vos tenías prejuicios sobre la policía en general?
–Sí, claro, pero ya no los tengo. Yo pasé mi infancia y adolescencia en Uruguay, durante la dictadura, voté al Frente Amplio, vengo de un hogar de izquierda y siempre tuve claro dónde estaba el enemigo. Y, sin embargo, por esas mismas razones creo que el enfoque de género en las fuerzas de seguridad es un tema del que hay que ocuparse. Si no, la retórica de derechos humanos y de género queda sólo en los discursos. Y no me refiero sólo a los policías sino a los médicos, los jueces… Un ejemplo: en Argentina hay dispositivos normativos que sancionan la violencia familiar y de género. Pero si no me ocupo de hacer reflexionar a los médicos de las guardias, los jueces, los fiscales, los policías, con la ley sola no alcanza. Si no, dejo librado todo a que un policía actúe de acuerdo con su sentido común, que probablemente esté moldeado por un modelo androcéntrico patriarcal heterosexual. Lo mismo ocurre con un juez al que le cae una causa de violencia familiar. Bueno, tal vez tenga esta sensibilidad, tal vez sepa de género, pero lo más probable es que no. Y eso tiene que ver con la integralidad de las políticas públicas. Yo creo que todos tenemos prejuicios y por otro lado creo que no hay que olvidarse de la historia. Lo que ocurrió en nuestros países no hay que negarlo. Pero hoy hay que ver qué se hace con la formación de las fuerzas policiales bajo nuevos paradigmas.
¿Qué aprendiste de tus alumnos y alumnas?
–Una de ellas mostró cómo las instituciones le huyen al tema de la violencia de género. A la comisaría llegó una mujer muy golpeada y esta oficial la llevó a un hospital para que la curaran y le hicieran una pericia. Pero la médica se niega a hacer la pericia y la oficial le dice: “Bueno, doctora, entonces usted me firma acá que no quiere hacerlo”. Y ahí la médica cambió de idea y dijo que sí. Es el caso de una mujer policía empoderada y absolutamente consciente de lo que había que hacer y el de una médica que no quería tener un problema y evadía sus tareas como funcionaria pública. Y me sentí reconfortada al escuchar la forma en que esta alumna resolvió el caso.
La policía argentina está muy cuestionada en cuanto a la violación de derechos humanos, pero es interesante ver qué otros funcionarios que a veces gozan de una valoración positiva en la comunidad tampoco hacen las cosas bien.
–Creo que hay determinadas representaciones acerca de la legitimidad que tienen las profesiones en la sociedad. Y esto puede llevar a equívocos. Por ejemplo, pensar que frente a cuestiones que tengan que ver con el género habrá diferencias según la profesión. Y esto no es así: un médico, un juez, un abogado, un policía pueden compartir la misma visión patriarcal y androcéntrica. Un policía que no le toma la denuncia a una mujer golpeada porque no tiene “lesiones visibles” está tan en falta como el médico de una guardia que ante una mujer visiblemente golpeada por un hombre pone en la historia clínica “golpe por caídas”. La médica que se niega a hacer la pericia, el fiscal que demora medidas de protección a una mujer… Todos estos casos se ven a diario e involucran a funcionarios públicos. Es cierto que cada uno de ellos tiene una formación distinta, pero lo interesante es que esas formaciones no están atravesadas por la equidad de género. Te doy más ejemplos: hace unos años hice una investigación sobre la presencia del paradigma “derechos sexuales y reproductivos en la política pública”. Concretamente, investigué a mujeres usuarias del programa de salud reproductiva de la Ciudad de Buenos Aires y a los profesionales que lo integraban. La norma está, el programa está, pero descubrí que había obstáculos ideológicos. Para muchos de esos profesionales, la salud reproductiva era una bolilla o una unidad de anticoncepción que habían visto en Ginecología. Eso no es tener formación en salud reproductiva desde un enfoque de género y de derechos. Sabía lo mismo ese médico ginecólogo que el policía de la comisaría. O sea, ninguno sabía nada. Una fiscal me decía hace poco que el enfoque de género tendría que ser un requisito para entrar a la administración pública.
Claro, pero cuando existen funcionarios con causas en la Justicia, a muchos podrá parecerles un exotismo pedirles conciencia de género.
–Sí, claro. Pero hay un contrasentido. Aun hoy hay médicos de hospitales públicos que se niegan a darles un DIU a las adolescentes que lo piden sin autorización de sus padres. Un adolescente es sujeto de derecho, puede ponerse lo que quiera sin la autorización de nadie, así lo estipula la ley. Pero un médico dice eso y ¿qué hace la adolescente? Da media vuelta y se va. Y ese médico o es un ignorante o hizo una interpretación libre. Hace poco, un ginecólogo que es jefe de un servicio de un hospital provincial me contó que allí se había presentado un hombre que se quería hacer una vasectomía. Era un hombre muy humilde, con muchos hijos. En todos lados le decían que no, invocando objeción de conciencia. Hasta que logró dar con un urólogo que aceptó hacer el procedimiento. Claramente hay una confusión entre la objeción de conciencia individual y las instituciones, ¡que no tienen conciencia! Si sos el médico, sos apenas un fusible de una institución pública y como tal tenés que cumplir con la ley.
Salvando las distancias, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez hizo algo similar con la ley de aborto, sancionada en el Congreso y vetada por él poco después.
–Pese a que Tabaré siempre había dicho que vetaría la legalización del aborto, las feministas teníamos la esperanza de que en este caso el presidente antepusiera las instituciones y el sentir de la población a su conciencia. Pero ocurrió lo contrario: Tabaré es católico y, efectivamente, antepuso sus principios a lo que el Congreso había votado. Lo que hizo fue lamentable, se trataba de una oportunidad histórica en América latina de que ocurriera algo diferente y se desaprovechó. Para mí la igualdad de género y el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos no es un detalle, aunque nos hayamos acostumbrado a que sea así, a que haya umbrales de igualdad aceptables y otros que no. Y desde el punto de vista ideológico, me parece inadmisible lo que ocurrió porque habla de un personalismo terrible, como dice una amiga mía: el veto fue un gesto del “rey Tabaré I”. Es cierto que éstos son los vericuetos del sistema semipresidencialista uruguayo. Tabaré no hizo nada fuera de la ley, pero podía elegir no vetarla. Fue gravísimo lo que hizo porque además, a nivel regional, había mucha expectativa de que se aprobara.
Y en Uruguay ¿se ha incorporado el enfoque de género a las fuerzas de seguridad?
–El año pasado di un seminario en la sede uruguaya de Flacso sobre género y seguridad, y estuve reunida con la que fue hasta hace muy poco ministra del Interior, Daisy Tourné. Se han dado pasos en este sentido, se nombró a una directora de la escuela de policía y había voluntad de parte del Ministerio del Interior de incorporar temas de género a la formación de la policía. Pero no he dado este seminario a policías uruguayos.
De acuerdo con lo que observás en tus clases, ¿cómo son las relaciones entre hombres y mujeres policías?
–Algo interesante es ver qué les pasa a los varones cuando sus compañeras mujeres se embarazan y el trabajo recae sobre ellos. Un hombre me decía que de siete mujeres que había en su comisaría, cuatro se habían embarazado y esto les daba rabia a los varones. Embarazadas, las policías no pueden salir a la calle, ni hacer toda una serie de tareas… Uno de ellos comentaba que si uno de ellos se siente mal, va al médico, que le dice “tomate esto y volvé a trabajar”. En cambio, si se trata de una mujer, se le dice: “Tomate el día”. Porque no quieren que les hagan una denuncia por discriminación. Y ellos alegan que es una inequidad, que las mujeres policías están sobreprotegidas. Otra cosa interesante es que algunos contaron que estaban revisando su homofobia inicial. La lectura de los textos que se veían en clase se vuelve como un búmeran sobre sus historias personales. Comienzan a reflexionar sobre sus hijos, hijas, a qué juegan, qué estudian, qué hacen sus mujeres, si perciben salario… Otros hablan de sus compañeras lesbianas y uno comentó que sus colegas mujeres quieren hacer lo mismo que los varones, incluso cuando hay un hecho muy violento o sangriento, del que ellos quieren protegerlas. En general, tienden a evitarles estas tareas porque las consideran inapropiadas para mujeres.
Se puede decir que al término del seminario, ¿tus alumnos salen “evangelizados en género”?
–No lo sé, yo apunto a que entiendan las propuestas del feminismo para cambiar la sociedad. Claro que tal vez no alcance con un seminario cuatrimestral, son cuestiones a seguir pensando. Yo doy el seminario los viernes a la mañana y siempre salgo con los Las 12 y Soy para leerlos en el subte y luego selecciono artículos para discutirlos en clase. Fue interesante cuando salió la nota “Butler para principiantes”; yo les había dicho a mis alumnos que fueran a verla a la Feria del Libro, porque con esta cultura del apunte y la fotocopia, era bueno que vieran que se trataba de una persona de carne y hueso, una eminencia que venía a presentar su último libro en el país. Y al otro día les di una copia a cada uno de la nota y les dije que la leyeran en sus casas. Hay cosas que no entendieron, pero surgió un debate sobre su teoría. Otra vez, un alumno vino con un análisis sobre los desodorantes Axe, sobre lo machista que es la propaganda. También analizan casos de violencia de género que ven en los medios o en sus comisarías. Uno de mis alumnos contó una situación de violencia que fue abordada de la peor manera. Se trataba de una mujer golpeada, cuyo marido se había llevado a su bebé y ella fue a la comisaría a hacer la denuncia. Allí, en vez de orientar las acciones a la protección de la mujer y sus derechos, como indican las normas, se trató de reconciliarla con el golpeador. El alumno que lo contaba había presenciado la situación e intuía que las cosas se habían hecho mal. Un caso en el que era claro que había prevalecido el modelo de madre y familia por encima del de una mujer golpeada. Pero retomando tu pregunta, yo creo que cualquiera que comience a pensar sobre cuestiones de género, ya nunca más podrá ver la realidad de la misma manera. Mi expectativa es que a mis alumnos y alumnas les ocurra esto.
Nosotras Sororalmente
Nosotras Sororalmente
Por Elsa Lever M.
Fuente: www.mujeresnet.info \“MujeresNet\”
En mi correo apareció un mensaje titulado Las amigas curan. Supongo que ya les ha llegado a muchas de ustedes. En el contenido del mensaje se dice que un estudio publicado por la Universidad de Los Ángeles, California, indicaba que la amistad entre mujeres “es verdaderamente especial”. Se descubrió que las amigas “contribuyen al fortalecimiento de la identidad y protección de nuestro futuro” y “nos ayudan a recordar quiénes somos realmente”. Después de 50 años de investigaciones se señala en el texto “se identificó que existen sustancias químicas producidas por el cerebro que ayudan a crear y mantener lazos de amistad entre las mujeres”. Los efectos de los lazos de amistad impactan hasta en la salud, pues según el estudio, “tener amigas nos ayuda no solamente a vivir más, sino también a vivir mejor”.
En el feminismo esta idea de la amistad entre las mujeres es fundamental. Sólo que aquí se llama sororidad (las francesas le dicen sororité, del latín sor, cuyo significado es hermana. Las italianas dicen sororitá, y las feministas de habla inglesa la llaman sisterhood), y trasciende lo social: los lazos de amistad trastocan lo político. La alianza de las mujeres, dice la feminista Marcela Lagarde, busca “crear espacios en que puedan desplegar nuevas posibilidades de vida”.
La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres, el percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, han experimentado los mismos obstáculos, problemas y discriminación. Sororidad es la “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”, explica Lagarde.
Se habla de que no hay peor enemigo de una mujer, que otra mujer. Falso. Porque esa enemistad ha sido construida socialmente y reproducida por nosotras mismas. En la sororidad se encuentra la posibilidad de eliminar la idea de esa enemistad histórica entre mujeres. Marcela Lagarde explica que así como duele más la incomprensión, los ataques, la competencia y el autoritarismo femeninos, en esa misma medida “los hechos positivos entre mujeres, marcados por claves de alianza, potenciación colectiva, y la consecución de mejores condiciones de vida para las mujeres tiene una doble repercusión subjetiva”.
Además, no se trata sólo de solidaridad, porque ésta “tiene que ver con un intercambio que mantiene las condiciones como están; mientras que la sororidad, tiene implícita la modificación de las relaciones entre mujeres”.
La sororidad es una fuente de autoestima y “el desarrollo de la autoestima de género permite que cada una valore de manera positiva ser mujer y se beneficie personalmente de logros, avances y acciones de mujeres que son capital simbólico y político del género que por eso pueden iluminar a quien los recibe y elabora como propios y los lleva a su propio mundo”, afirma Lagarde.
Por algo en el estudio citado al principio descubrieron que tener amigas nos ayuda a vivir más y mejor. Lagarde explica: “La autoestima se fortalece cuando cada mujer se sobrepone, avanza, consigue los objetivos, logra sus metas y recibe a cambio un lugar en el mundo o reconocimiento a bienes simbólicos o materiales, poderes cuando desarrolla y potencia su existencia”.
Hermandad, confianza, fidelidad, apoyo (político, social, moral, personal, económico) y reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente, recordando siempre que todas somos diversas y diferentes, es lo que significa sororidad.
Hagamos un pacto de hermandad entre todas las mujeres. Abracémonos sororalmente. Lo necesitamos.
La guerra en el cuerpo
La guerra en el cuerpo
En la semana que pasó, el cuerpo de una maestra fue encontrado en un aljibe. Esa fue la represalia por no haberse dejado violar. La escena es horrenda y sin embargo tan común que el relato podría servir para más de un caso. Es que no es un hecho aislado, ni siquiera un crimen común. La antropóloga e investigadora Rita Segato lo tipifica, directamente, como un genocidio que tiene focos pero no fronteras. Porque para ella el género, por definición, es violencia. Una violencia ancestral pero permanentemente aggiornada, fundadora de todas las estructuras de poder.
Por Roxana Sandá
http://www.pagina12.com.ar/fotos/las12/20090717/notas_12/tp0.jpg
Ser mujer en Latinoamérica es peligroso. Los femicidios de Ciudad Juárez y Guatemala, los crímenes de mujeres en El Salvador, en Mar del Plata, Río Negro o el conurbano bonaerense y la aparición de cuerpos mutilados de mujeres pobres hablan de nuevas formas de violencia que emiten mensajes en varios sentidos. Hacia las víctimas potenciales, alimentándoles un miedo innombrable, y hacia otros agresores, como si en cada violación o muerte provocadas estimularan las redes de un poder invisible. “Para el género no hay paz”, advierte la antropóloga argentina Rita Segato, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia, que investigó las torturas y asesinatos de Ciudad Juárez. Y esa concepción cruenta del sexo sobre los cuerpos de las mujeres aparece bajo formas específicas de represión que atraviesan los genitales femeninos. “Todavía estamos en la prehistoria patriarcal de la humanidad”, dirá Segato.
¿Qué función cumple la violación en los actos de violencia contra la mujer?
–Cuando analicé la situación de Ciudad Juárez me pregunté por qué en estas nuevas formas de guerra es tan importante secuestrar, torturar, demolir, desmontar, deshacer el cuerpo de la mujer mediante la agresión sexual. Pero, cuidado, es un gran equívoco llamarlos crímenes sexuales. Es una agresión por medios sexuales pero no con objetivos sexuales. El deseo sexual es algo totalmente diferente. La respuesta es porque a partir de la agresión sexual a esa mujer, se ataca al otro. Los femicidios en el Congo, por ejemplo, son la destrucción genital de las mujeres. Porque en el imaginario patriarcal, que es hegemónico y en el cual estamos todos enredados, la destrucción del cuerpo de la mujer es la desmoralización no tanto de aquélla sino de los hombres que deberían ser capaces de tenerla bajo su tutela, de protegerla.
¿Esto habla de una guerra moral?
–De una guerra moral muy fuerte en este mundo de guerras no convencionales. La estrategia de la desmoralización del enemigo es central y la práctica para desmoralizar a ese enemigo es la usurpación y la destrucción sexual del cuerpo de sus mujeres.
¿Hablar de la “destrucción sexual” a través de la violación es literal?
¿Desde qué punto de vista?
–Que la violación signifique la destrucción moral de la mujer es una idea patriarcal que se tragaron los feminismos, que acataron muchos conceptos puritanos y que es un error. La violación no es un crimen sexual, sino un crimen que lastima, mata, deja daños permanentes, que formula la sexualidad de una forma que las mujeres no percibimos. Es la lección patriarcal de la sexualidad. Por supuesto, no es bueno ser violada porque deforma otras posibilidades de la sexualidad, que es secuestrada para el patriarcado. En todo caso, la violación es el suicidio moral del violador, no del violado. Que estés muerta moralmente porque tuvieron acceso sexual a tu cuerpo es una imagen patriarcal que nos inculcan. Para las mujeres esto no es así: la vida sigue.
¿Por qué se refiere a un estado mundial de guerras no convencionales para enmarcar este tipo de violencia?
–Tenemos un escenario de nuevas formas de la guerra que no sólo se da en Latinoamérica. Ya no se trata de dos ejércitos, sino de una guerra difusa y generalizada que asume formas diferentes, como la guerra Estos grupos insurgentes contestatarios, las guerras maras, las mafias, las guerras de la policía contra los pobres y los no blancos, que son las nuevas formas del autoritarismo estatal. Estas situaciones dependen del control de los cuerpos, sobre todo del cuerpo de la mujer, que siempre tuvo una gran afinidad con el territorio. Y cuando el territorio se apropia, se lo marca. Sobre él se colocan marcas de la nueva dominación. Siempre digo que el cuerpo de la mujer fue la primera colonia.
¿Qué ocurría con los cuerpos de las mujeres en los períodos de “guerras convencionales”?
–El vencedor tomaba el espacio físico y el cuerpo de mujer era contiguo y continuo al territorio. Había una transferencia histórica en ese cuerpo de mujer. Hoy, la destrucción por medio de formas de crueldad es práctica rutinaria, y ponerles nombre es central para poder exigir investigaciones pormenorizadas y para crear vocabularios. Es imprescindible su separación de los crímenes comunes. El género es una máquina genocida y los jueces participan del género. Son hombres, nadan confortablemente en la atmósfera hegemónica patriarcal. Y para el género no existen tiempos de paz.
En su investigación sobre los femicidios en Ciudad Juárez, se refiere a esas marcas como “la escritura en el cuerpo de las mujeres”.
–En todo esto el cuerpo de la mujer cae porque es el lugar donde se emite, donde se escribe ese mensaje de “yo puedo más, yo te destruyo moralmente”. Porque esa destrucción del cuerpo femenino es entendida como una subordinación moral de todos aquellos hombres que no participan de ese acto salvaje comunal de la fratría masculina. Es una estructura nueva en este período histórico. En ese sentido, Ciudad Juárez es paradigmática en esta guerra difusa de confrontación, de competición entre mafias que son un paraestado y que pueden tener más poder que las instancias estatales. En definitiva, se trata de un mismo fenómeno: la opresión de las mujeres. Estoy de acuerdo con el discurso feminista cuando sostiene que la violencia contra la mujer tiene que ver con las relaciones de género.
¿Aparecen como formas específicas de represión?
–Y que pasan por los genitales femeninos, por su sexualidad. Aunque también se manifiestan como formas de represión sobre el cuerpo de hombres que son colocados en una posición femenina. Como el caso del policía norteamericano que en 1997, tras detener a un inmigrante haitiano en una calle de Nueva York y llevarlo a la comisaría, le introdujo un palo de escoba en el recto, provocándole graves lesiones. También están los ejemplos de abuso y tortura de prisioneros encarcelados en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, como dominación expresada en términos de intrusión sexual en el cuerpo masculino, que es la feminización de ese cuerpo bajo la forma de destrucción moral.
Lo que describe parece la explosión de la ilusión de la modernidad…
–Claro. Infelizmente, la buena definición del Estado como espacio neutro donde todos entran con sus demandas y reivindicaciones no es lo que se observa. El caso específico de las mujeres es considerado un apartado, un capítulo secundario de los grandes temas universales. Falso. Mi libro, Las estructuras elementales de la violencia, no es sobre violencia de género sino sobre cómo el género es violencia y esa violencia es la fundadora de todas las otras formas de violencia. Es la fundadora de un edificio completo, jerárquico de expropiación para construir poder y, por lo tanto, violento.
¿Podría mencionar una escena fundante?
–La relación hombremujer, la primera escena familiar donde emerge el sujeto, es una escena fundadora de lo que llamo la prehistoria patriarcal de la humanidad. Pienso que todavía estamos en la prehistoria, con una concepción cruenta del sexo, hasta poder superar el patriarcado. Con la modernidad, el espacio doméstico se privatizó, fue pulverizado. No existe posición peor para la mujer que la familia nuclear.
En los últimos tiempos, desde diferentes sectores de poder, se hizo visible una política marcada de dominio de los cuerpos de las mujeres.
–El año pasado terminé de escribir el libro Cerrando filas, religión y política hoy, que trata sobre el control de los cuerpos en las religiones. Estamos en una época de paradigmas fundamentalistas en la política. La tendencia fundamentalista del Islam también es fortísima en el cristianismo. Hay una presión para que las políticas se encuadren dentro de un paradigma de elaboración de signos de identificación y que esos signos sirvan para cerrar filas en diferentes sociedades. En el fundamentalismo católico, toda la guerra sobre el aborto, sobre el control de la natalidad no es moral ni doctrinaria, sino política. Ese cuerpo de la mujer debe manifestar que tiene dueño. Es el enlatamiento de las identidades, y tiene que ver con la fuerza de las políticas de la identidad en este momento. Plantar una bandera desde una perspectiva fundamentalista y territorial de la política no tiene una razón moral, sino de dominación fuerte.
En sus trabajos propone tipificar los casos de femicidios de Ciudad Juárez o Guatemala como un nuevo tipo de genocidio.
–La invención del genocidio como lo conocemos hoy, no es simplemente el ingreso de un ejército a un pueblo para pasar a cuchillo a todos sus miembros. Es un exterminio programado y a veces a largo plazo. Si observamos ese exterminio como absolutamente racional –y no soy yo quien lo dice sino Hannah Arendt–, esa posibilidad de planificar el genocidio como una máquina burocrática es moderna y comienza con la conquista de América.
¿Qué herramientas deberían pensarse para instrumentar esa categoría?
–Existen pocas instancias jurídicas en el campo de los derechos humanos que puedan ser utilizadas por cortes importantes. Debe generarse la eficacia simbólica de la Justicia y crear categorías de genocidio. Crear nuevas formas de blindaje, de autodefensa. Nuevas formas de sensibilidad ética que tomen en cuenta las modalidades operativas de destrucción sobre el cuerpo de la mujer, que son diferentes de los llamados crímenes comunes. Hay un gran genocidio de género. En este período particular, los pueblos del mundo deberían exigir que se realicen investigaciones y se juzgue a quienes planifican hacer la guerra en el cuerpo de las mujeres.
De sujeto a objeto del deseo
De sujeto a objeto del deseo
Por: Haleh Maniei
Cuando el sabio señala la Luna, los necios miran el dedo
(Proverbio Oriental)
Según diversos filósofos y pensadores, existen varias clases de amor.
Si nos referimos al amor fraternal, al amor al prójimo, podemos hablar de convivencia, interacción, sinergia entre las partes, compasión, convivencia.
Aunque pudiera parecer frío e impersonal, el objeto del amor en el campo del servicio a la humanidad tendría, sin embargo, que estar fuera del eje de interacción entre las personas.
Esa separación de lo personal, permite su universalización, el amor universal.
Cuando el amor entre las personas no se da dentro y desde el amor universal, lo que parece amor puede ser una transitoria afinidad y simpatía, una común inclinación ante las mismas cosas de la vida.
Bajo el signo del Amor Universal las relaciones humanas se basan en la paz y la armonía. El amor universal realiza plenamente todos los objetivos entre las partes, las armoniza, pero a su vez las trasciende en el objeto que está fuera de todas ellas.
Si ese objeto de deseo residiera en la otra persona, el día en que exista una carencia, o cuando esa necesidad no se perciba como tal, o aún más, se transforme en un elemento perturbador por cualquier factor relacional, se pone en riesgo el amor al prójimo y consecuentemente peligra la continuidad de esa relación.
Sin tener que recurrir a ejemplos complejos, supongamos que una persona que se enamora de la elocuencia de un disertante, de un educador, entonces decide entrar en ese mundo que le ha provocado tanto deseo de participar, ya que ha movilizado sinceramente la esencia más noble de su ser.
El educador sabio es un facilitador, que sabe luego apartarse del verdadero objeto.
Ojalá todos pudiéramos servir para dar el puntapié inicial, el vehículo hacia ese objeto de deseo que en otros pueda hacer emerger su potencia.
Es empero erróneo pensar que ese objeto de deseo colocado en la persona perdura para siempre.
En algún momento del proceso deberá hacerse a un lado, para dejar ver el verdadero objeto, en este caso un conocimiento o la sabiduría.
Dice el proverbio oriental que cuando el sabio señala la Luna, los necios miran el dedo. Pero el sabio no tapa la Luna con el dedo.
Ese tiempo de transición, en que el deseo se liga al educador del ejemplo, puede compararse a lo que ocurre en la lógica de un proyecto. Un proyecto es siempre acotado en el tiempo, tiene un principio y también un fin y cuenta con recursos escasos.
En nuestro caso se trata de los recursos de encantamiento: ellos no durarán para siempre.
La clave de la perdurabilidad reside en que en el momento justo, como personas sabias y líderes comunitarios, orientemos nuestros esfuerzos para que el foco de ese amor se vincule a un objetivo fuera de la persona, hacia el objeto del deseo. Objeto construido en conjunto.
En ese objeto de deseo estarían reflejados los deseos individuales y los colectivos, y a la vez se produciría, gracias a él, el surgimiento de un deseo superador universal: la construcción de una visión compartida trascendente de las partes.
Para esta condición esencial hace falta la reivindicación de los valores espirituales, el reflejo del amor universal que vela por el bien de Todos y conduce las acciones hacia el logro de ese deseo.
Esta es la clave del éxito de todas las organizaciones para mantener la armonía, unidad y la dirección hacia el logro de la verdad. Ser facilitadoras, comunicadoras –y no depositarias- de los anhelos de sus comunidades, dándole paso hacia el verdadero objeto del deseo.
Si señalamos la Luna, no pongamos nuestra mano demasiado cerca de los ojos de nuestros interlocutores.
Haleh Maniei
Coordinadora del Boletín Unid@s
hmaniei@unida.org.ar
El machismo se impone en el periodismo y en foros internacionales
El machismo se impone en el periodismo y en foros internacionales
Una mirada a los medios de prensa ofrece algunas respuestas
Por Miren Gutiérrez*
IPS/Diario DigitalRD.Com
ROMA, jun (IPS) – Si observa las fotos de cualquier cumbre internacional, no encontrará muchas mujeres. El misterio de su subrepresentación en los círculos del poder persiste: ¿Por qué hay tan pocas al timón, luego de tantas décadas de existencia del movimiento feminista? Una mirada a los medios de prensa ofrece algunas respuestas.
“Los medios son un espejo de la sociedad. Si las redacciones son espacios dominados por los hombres, es que reflejan un mundo dominado por ellos”, dijo Ferial Haffajee, la primera editora mujer del diario sudafricano South African Mail & Guardian.
“Para mí, esto no se ajusta a nuestra misión de crear sociedades no racistas, no sexistas y sin prejuicios”, agregó.
Las organizaciones de prensa son las guardianas de buena parte de lo que se conoce en la esfera pública, y los artículos periodísticos contribuyen a perpetuar los estereotipos o a cambiarlos. Ver quién está en la “cocina”, preparando las noticias, resulta revelador.
“La influencia de las mujeres en el periodismo es una de las principales áreas problemáticas en la investigación de medios desde una perspectiva feminista”, señaló Monika Djerf-Pierre, autora del estudio “El género del periodismo”.
No es sencillo llegar a conclusiones de validez mundial sobre el papel de las mujeres en las organizaciones de prensa, dado que la mayor parte de los análisis están centrados en países específicos y se refieren fundamentalmente a las occidentales o al tratamiento que reciben en los medios, ya sea como fuentes o protagonistas de las noticias.
El trabajo de Djerf-Pierre muestra que incluso en naciones “amigables” hacia las mujeres, “el periodismo es un terreno dominado por los hombres”, como ocurre en Suecia, que figura en el primer puesto del índice de brecha de género elaborado por el Foro Económico Mundial (FEM), es decir que presenta el menor grado de disparidad.
Tras un período de presencia femenina simbólica en las redacciones, se produjo la aparición de una masa crítica de mujeres en ellas en los últimos 25 años. Actualmente, en Suecia, las mujeres representan casi la mitad del total de periodistas, pero tres de cada cuatro líderes de la industria de los medios de comunicación son hombres, señaló Djerf-Pierre.
Solo en los medios electrónicos públicos y en las revistas, las mujeres ocupan más de 40 por ciento de los puestos de dirección. Según Djerf-Pierre, existe un patrón, que ella denomina “lógica de género”.
Los hombres se encargan por lo general de las noticias sobre política, la economía y el poder, recurriendo a fuentes masculinas y asumiendo el paradigma de la “objetividad”. Las mujeres se dedican más a la esfera privada, buscan información en fuentes femeninas y emplean un tono más íntimo o personalizado.
“La principal conclusión del estudio es que el estatus, el prestigio y el poder han sido asociados con concepciones de la masculinidad y éstas, a su vez, han sido asociadas con las creencias que sustentan la imagen de la misión periodística”, señaló Djerf-Pierre.
Según una investigación publicada en 2005, que menciona en su estudio, “muchas periodistas sienten que las mujeres se encuentran en desventaja cuando se asignan las notas a cubrir pero, al mismo tiempo, dicen que el género no tiene importancia respecto de la forma en que un editor o editora realiza su trabajo”.
Patrones similares se encuentran en Estados Unidos, que figura en el puesto 31 del índice de brecha de géneros del FEM.
“Las mujeres han chocado con el ‘techo de cristal’ en los medios de prensa”, señaló en su informe 2006-2007 la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (IWMF, por sus siglas en inglés).
Un estudio de 2006 de la Sociedad Estadounidense de Editores de Diarios mostró que el número de mujeres en puestos de dirección se había congelado. “La cantidad de mujeres en las redacciones se incrementó levemente hasta 37,7 por ciento. El 64,5 por ciento de los supervisores son hombres, al igual que 58,5 por ciento de los editores, 60,3 por ciento de los reporteros y 72,6 por ciento de los fotógrafos”, señaló el informe.
Una de las razones, según la IWMF, es que “las mujeres se sienten frustradas por sus limitados progresos. Un estudio de 2002 del Instituto Estadounidense de la Prensa y el Centro Pew para el Periodismo Cívico reveló que las mujeres no tenían expectativas de avanzar en las organizaciones en las que trabajaban y pensaban que deberían abandonar el periodismo”.
El grupo Informe sobre las Mujeres en los Medios, que ofrece información sobre cómo son presentadas en la prensa, citó un informe de 2006, realizado por las revistas The Atlantic Monthly, Harper’s, The New York Times Magazine, The New Yorker y Vanity Fair, entre las más importantes de Estados Unidos, revelando que la relación de artículos firmados por hombres respecto de los escritos por mujeres era de 3 a 1.
Asimismo, una investigación de la Universidad de Indiana de 2003 concluyó que el salario medio de las mujeres en 2001 representaba 81 por ciento del de un hombre, cuya mediana estaba en torno a los 46.758 dólares anuales. La brecha de género se incrementa en relación directa con el aumento de la edad.
El cuadro de situación se repite en redacciones de diferentes lugares del mundo. “Nuestra red de miembros nos informa de formas comunes de discriminación sexual, como diferencias salariales y desigualdad de oportunidades en la asignación de artículos”, dijo a IPS la directora ejecutiva de la IWMF, Jane Ransom.
En España, que aparece en el décimo lugar del índice del FEM, hay en la universidad 1,22 mujeres por cada hombre, pero en términos de llegar a posiciones de liderazgo se encuentran muy lejos de lograr la igualdad, “incluso en los sectores más ‘feminizados’ de la cultura, como la literatura”, destacó el diario madrileño El País en un artículo sobre las mujeres y la cultura.
“En los medios de prensa, a pesar de que hay 46 por ciento de mujeres periodistas, sólo ocupan 24 por ciento de las posiciones de dirección”, según El País, que cita el Informe sobre la Profesión Periodística 2006.
Para la escritora Laura Freixas, esto se debe a lo que denomina “la ideología patriarcal”. “La presencia femenina entre los agentes culturales es muy marginal. ¿Cómo se perpetúa esta marginalización, cuando las mujeres son mayoría en las universidades?”, preguntó.
“Veamos un ejemplo: un artículo sobre la biografía como género (literario), publicado en enero de 2008 por la revista Letras Libres. El texto contiene 60 nombres, pero apenas dos son de mujeres. ¿No hay mujeres biógrafas, o sobre las que se hayan escrito biografías en la historia? Si las hay, ¿no vale la pena incluirlas? Y si lo vale, ¿por qué no figuran?”, agregó.
“Lo importante de estas preguntas no son las respuestas, sino que el autor ni siquiera se planteó la cuestión. La ausencia de mujeres entre los creadores culturales produce contenidos que legitimizan esa ausencia y viceversa”, afirmó Freixas.
No es suficiente que las mujeres “inunden” las universidades si la “ideología patriarcal” no sólo distorsiona las percepciones sino que también actúa sobre la realidad, aseguró.
Comparativamente, hay más mujeres universitarias en Italia que en España: 1,35 por cada hombre, según los datos del FEM. Sin embargo, en las redacciones de los medios de prensa italianos mujeres representaban apenas un tercio del total en 2006. La situación no ha cambiado mucho, dijo a IPS Marina Cosi, de la Federación Italiana de Prensa.
Los diarios son los que presentan el peor panorama, con sólo 27 por ciento de mujeres en sus redacciones, mientras la proporción trepa a 35 por ciento en las agencias de noticias. En la televisión nacional italiana hay 37 por ciento de mujeres y 38 por ciento de portavoces femeninas en los organismos públicos, agregó.
No hay información, sin embargo, sobre qué cantidad de esas mujeres son editoras jerárquicas, directoras, o dueñas de medios. IPS pidió la información a Stampa Romana, asociación nacional de periodistas matriculados, así como a organizaciones de mujeres, pero no obtuvo respuesta.
- Ésta es la primera parte de una serie de dos notas. Miren Gutiérrez es editora en jefe de IPS. Aldo Ciummo, en Roma, contribuyó a este artículo.
Revista Mujer Salud 1/2008
Ediciones Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe
Revista Mujer Salud 1/2008
Un atentado a los derechos humanos
La violencia contra las mujeres, VCM, es una clara forma de discriminación y como tal ha sido definida en múltiples documentos de organismos internacionales. La primera declaración de Naciones Unidas que reconoce la existencia de violencia basada en el género, fue aprobada por la Asamblea General en 1993 y la define como “todo acto que resulte en, o pueda resultar en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico de la mujer, incluyendo la amenaza de dichos actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada”. A partir de ello, podemos concluir que la VCM se origina en un sistema de relaciones de género socialmente construido, que establece un desequilibrio de poder entre los sexos a partir de una supuesta superioridad de los hombres, estando las mujeres en condición de dominadas y los varones de dominadores, ejerciendo un control sobre el cuerpo de las mujeres y sobre sus decisiones. Y esto tiene como sustento básico la condición de discriminación y desigualdad social de las mujeres.
La idea de la dominación masculina y de las mujeres como propiedad del hombre está ampliamente difundida y enraizada en nuestras sociedades, siendo frecuente la aceptación social de la violencia. Es decir, en amplios sectores persiste la creencia de que las mujeres pueden ser castigadas cuando no realicen aquello que se espera de su identidad de género, por lo que los hombres están capacitados para ejercer su dominio incluso a base de la fuerza y la violencia explícitas.
Para reflexionar sobre esta realidad y avanzar en el diseño de una campaña regional que apunte tanto a la prevención y erradicación de la VCM como a la eliminación de la aceptación social hacia la misma, la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe realizó en Bogotá, Colombia, entre el 6 y el 8 de febrero de 2008, la Reunión Regional de Redes y Organizaciones que trabajan en Prevención de la Violencia contra las Mujeres en América Latina y el Caribe, en el marco de un proyecto auspiciado por Oxfam-Novib. Esta iniciativa se vincula con la campaña We Can Stop Violence Against Women, desarrollada en algunos países asiáticos tales como India, Pakistán, Nepal, Sri Lanka, Afganistán y Bangladesh, con el apoyo de dichas agencias de cooperación.
Presentamos en la sección Temas una reseña de esta reunión y algunas experiencias de abordaje de la violencia contra las mujeres que fueron compartidas en esta reunión regional. Estas son: Observatorio Nacional de Feminicidios en México (Ma. de la Luz Estrada); Observatorio de DD.HH. de las Mujeres de Venezuela (Ofelia Álvarez); Proyecto Dos Caras de una Misma Realidad, sobre Mujer, VIH/SIDA y Violencia, en Argentina (Patricia Puebla, FEIM); Campaña sobre esterilizaciones forzadas en Perú (María Esther Mogollón, MAM Fundacional); y Campaña El Machismo Mata, de Chile (Soledad Rojas, Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual).
En nuestra sección Actualidad ofrecemos un interesante panorama de dos realidades latinoamericanas en relación al aborto inducido. Uno de los artículos se refiere al caso uruguayo y fue elaborado por Alejandra López y Lilián Abracinskas (MYSU) bajo el titulo Problemas complejos, intervenciones integrales. El otro, cuya autora es la investigadora Zicri Orellana, alude al caso chileno y lleva por título: Derecho a no ser madre: maternidad voluntaria.
Y finalmente, nuestra sección Enfoques incluye un artículo de la investigadora mexicana Yanina Ávila quien alude a la elección sobre la maternidad, donde se pone en cuestión la libertad real de las mujeres para decidir si ser madres o no serlo, y cuáles son las presiones sociales para asumir la maternidad como un mandato cultural fuertemente impuesto sobre las mujeres. Su titulo es: Buscándole tres pies al gato ¿Qué tan libre es la elección?
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