LA GUERRA DE NAVIDAD
Por Sandra López
Epoca de amor, amistad, armonía, días para la oración, el recogimiento y la generosidad. Navidad, tiempo de paz. Año nuevo, vida nueva.
La realidad no pide fuerza, ¿o es la razón?. La razón que nos permite preguntarnos ¿el camino que hemos escogido, es el correcto? ¿Han sido estos días llenos de paz y amor?
En medio de las luces de navidad, en medio del apuro, las calles abiertas y la lluvia, los carros que rebasan por la derecha, los pitos impacientes y rabiosos, la gente corre para alquilar el disfraz para el pase del Niño, o para comprar los regalos de la familia y los recuerdos o sorpresas para las compañeras y compañeros de oficina, para las amigas y los amigos. Es tanto el trajín en estos días que no hemos tenido tiempo de salir y escoger con calma lo que queremos dar (el año pasado dije es la última vez, pero este año volví a caer); nos vemos en la urgencia de emprender la carrera hacia el primer bazar que se encuentre y a gastar en lo primero que veamos para “no quedar mal”; corremos también para comprar comida, no importa si tenemos o no suficiente dinero, el crédito está a la orden del día y de él echamos mano para comprar el pavo, las nueces y las uvas (ajenas a nuestra tradición). En medio del caos, el 23 de diciembre empresas y oficinas realizan sus programas de navidad, el alcohol (infaltable) hace de las suyas y los hombres caen en sus redes como si fuera destino. El 24 de diciembre, el chuchaqui, las peleas, los gritos: ¡feliz navidad!
Entonces la paz se transforma en guerra, la oración en grito, la generosidad en avaricia, la amistad en envidia, la reflexión en folklore, la actitud de entrega en obligación, los dones en dinero. El amor… en odio.
El fin de semana anterior a la Navidad, toda la gente está en la calle, todas y todos quieren solo una cosa: comprar. Las empresas en lugar de regalar mejores salarios, regalan bonos, para eso es esta época, para gastar. Las únicas que no sufren ni se impacientan son las empresas, ellas son finalmente las que viven el espíritu de la navidad y hacen de ésta una época para la paz de sus bolsillos.
La sociedad de consumo nos ha consumido, ha ganado el dinero y ha perdido la humanidad. Se ha ido, una vez más, la oportunidad de vivir estos días de manera diferente. Pero nada está dicho. En esta última semana del año, podemos emprender una carrera mejor, sobre todo con resultados menos imperecederos que el juguete que habíamos buscado con tanto empeño y que el 25 de diciembre ya está roto.
En esta nueva carrera veamos de frente el nuevo año, año del venado en la tradición Maya, tiempo en que tenemos la oportunidad de revisar lo vivido y repensar lo por venir. “Vamos al tronco de la Ceiba; vamos a poner nuestra ofrenda para el nuevo año. Ya han pasado dolorosos días, vamos a reunirnos con el pueblo. Traigan todas las cosas nuevas, y pónganlas sobre las viejas. Vamos a poner nueva piedra de término de año una piedra grande…”.