Tomando en cuenta que en 1970, las mujeres eran el 29% del total del estudiantado la presencia femenina en la universidad ha crecido significativamente, sin embargo, la situación no se presenta en igualdad de condiciones para mujeres y hombres al interior del Alma Mater.
Si bien hay avances históricos importantes como el ingreso de mujeres a la educación superior, la presencia de mujeres en carreras antes consideradas como exclusivas para hombres, el aumento –pequeño- del número de profesoras en calidad de principales, la participación (mínima en número) en la política universitaria, decanatos y presidencias de gremios; derechos que se han hecho realidad debido a la lucha de las propias mujeres; todavía este espacio académico no garantiza una verdadera equidad entre mujeres y hombres.
La situación es compleja y se evidencia en todo nivel, se reproducen patrones y estereotipos de género que discriminan a las mujeres en la estructura curricular, en los contenidos, en las formas de participación y en los círculos de poder, en los servicios sociales; sumado a lo anterior todo un conjunto de comportamientos y actitudes desde las autoridades, docentes, empleados, empleadas y estudiantes que han discriminado a las mujeres y han posibilitado una serie de atropellos contra su dignidad. No existen políticas de bienestar estudiantil que contribuyan a la culminación exitosa de la carrera, sobre todo en el caso de las mujeres y más aún si son madres: no hay guarderías, las becas son insignificantes, hay insuficiencia de comedores estudiantiles, residencias universitarias, atención médica, odontológica, ginecológica, psicológica, etc. Las estudiantes embarazadas encuentran desventajas en sus estudios universitarios pues no existe sensibilización frente al tema, se ponen trabas en cuanto a la justificación de faltas, la infraestructura existente no toma en cuenta sus necesidades concretas (bancas, sillas), etc.
Casos de violencia contra la mujer, manifestados en agresiones verbales, físicas o también casos de “profesores” que atentan contra la moral y ejercen presiones o chantajes con estudiantes mujeres; son situaciones que aún se viven al interior de la universidad.
Más de la mitad del total de estudiantes que hacen parte de la universidad son mujeres, más del 50% de la población estudiantil está sometida a discrimen, violencia, prejuicios, que las ponen en desventaja. Es necesario tomar en serio la responsabilidad de llevar adelante transformaciones profundas en la estructura educativa universitaria, de forma que se acoja la diversidad e integre efectivamente a hombres y mujeres en un plano de equidad.