Desde hace aproximadamente 25 años, se ha incursionado en el tema del lenguaje y su relación con la discriminación de género a manera de parangón podemos decir que no existen palabras racistas, lo que sí existen es personas racistas que las utilizan.
Acercándonos al tema, entendemos por lenguaje sexista, “todas aquellas expresiones del lenguaje y la comunicación humana que invisibilizan a las mujeres, las subordinan, o incluso, las humillan y estereotipan”.
Cuando se habla de “la historia del hombre”, o cuando se invita a la “reunión de padres de familia” (a donde seguramente asistirán en su mayoría las “madres”), estamos frente a un lenguaje sexista, y si el lenguaje es sexista, detrás de él tenemos un grupo social que lo utiliza y por tanto que mantiene y sostiene una forma de ser. Frente a esta constatación, la UNESCO planteó recomendaciones directas en este campo, mismas que fueron adoptadas por otros organismos internacionales y que se resumen en: a) evitar la utilización del masculino como genérico que abarca a ambos sexos; b) utilizar cuando fuera posible sustantivos generales (que engloben masculino y femenino) o en su defecto el doblete; c) adecuar los títulos, carreras, profesiones y oficios a la realidad actual o futura.
Después de más de 25 años de hablar sobre el tema, la trampa social presiona echando mano de justificaciones como la necesidad de guardar corrección en el habla o cuidar la claridad en la expresión, inclusive se plantea que hablar en femenino y masculino resulta exagerado y dificulta la comprensión. No se trata de ninguna manera de motivar la incorrección en el habla o la oscuridad en la expresión con el uso exagerado de masculinos y femeninos reales o inventados, arrobas o guiones; la propuesta va más allá, por un lado, se trata de motivar la creatividad en el uso del lenguaje que permita visibilizar la diversidad desde su riqueza tanto vital como lingüística; y por otro, lograr una transformación profunda de la forma de ser, de actuar y en consecuencia de expresar; se busca actitudes reales de valoración y respeto entre géneros.
La realidad nos muestra que la discriminación de género se encuentra cimentada en fuertes pilares y uno de ellos es el lenguaje, expresión directa de la visión del mundo y de los sentidos comunes que forman parte de nuestra identidad; al ser así, el tema del lenguaje sexista debe ser abordado con una fuerza mayor, como vía aunque no única para la solución de la discriminación, subordinación y violencia en contra de las mujeres, a sabiendas de que la superación de este grave problema social llevará el tiempo que lleve remover las estructuras identitarias en la búsqueda de un espacio más humano para vivir… por algo debemos empezar.