De sujeto a objeto del deseo
Por: Haleh Maniei
Cuando el sabio señala la Luna, los necios miran el dedo
(Proverbio Oriental)
Según diversos filósofos y pensadores, existen varias clases de amor.
Si nos referimos al amor fraternal, al amor al prójimo, podemos hablar de convivencia, interacción, sinergia entre las partes, compasión, convivencia.
Aunque pudiera parecer frío e impersonal, el objeto del amor en el campo del servicio a la humanidad tendría, sin embargo, que estar fuera del eje de interacción entre las personas.
Esa separación de lo personal, permite su universalización, el amor universal.
Cuando el amor entre las personas no se da dentro y desde el amor universal, lo que parece amor puede ser una transitoria afinidad y simpatía, una común inclinación ante las mismas cosas de la vida.
Bajo el signo del Amor Universal las relaciones humanas se basan en la paz y la armonía. El amor universal realiza plenamente todos los objetivos entre las partes, las armoniza, pero a su vez las trasciende en el objeto que está fuera de todas ellas.
Si ese objeto de deseo residiera en la otra persona, el día en que exista una carencia, o cuando esa necesidad no se perciba como tal, o aún más, se transforme en un elemento perturbador por cualquier factor relacional, se pone en riesgo el amor al prójimo y consecuentemente peligra la continuidad de esa relación.
Sin tener que recurrir a ejemplos complejos, supongamos que una persona que se enamora de la elocuencia de un disertante, de un educador, entonces decide entrar en ese mundo que le ha provocado tanto deseo de participar, ya que ha movilizado sinceramente la esencia más noble de su ser.
El educador sabio es un facilitador, que sabe luego apartarse del verdadero objeto.
Ojalá todos pudiéramos servir para dar el puntapié inicial, el vehículo hacia ese objeto de deseo que en otros pueda hacer emerger su potencia.
Es empero erróneo pensar que ese objeto de deseo colocado en la persona perdura para siempre.
En algún momento del proceso deberá hacerse a un lado, para dejar ver el verdadero objeto, en este caso un conocimiento o la sabiduría.
Dice el proverbio oriental que cuando el sabio señala la Luna, los necios miran el dedo. Pero el sabio no tapa la Luna con el dedo.
Ese tiempo de transición, en que el deseo se liga al educador del ejemplo, puede compararse a lo que ocurre en la lógica de un proyecto. Un proyecto es siempre acotado en el tiempo, tiene un principio y también un fin y cuenta con recursos escasos.
En nuestro caso se trata de los recursos de encantamiento: ellos no durarán para siempre.
La clave de la perdurabilidad reside en que en el momento justo, como personas sabias y líderes comunitarios, orientemos nuestros esfuerzos para que el foco de ese amor se vincule a un objetivo fuera de la persona, hacia el objeto del deseo. Objeto construido en conjunto.
En ese objeto de deseo estarían reflejados los deseos individuales y los colectivos, y a la vez se produciría, gracias a él, el surgimiento de un deseo superador universal: la construcción de una visión compartida trascendente de las partes.
Para esta condición esencial hace falta la reivindicación de los valores espirituales, el reflejo del amor universal que vela por el bien de Todos y conduce las acciones hacia el logro de ese deseo.
Esta es la clave del éxito de todas las organizaciones para mantener la armonía, unidad y la dirección hacia el logro de la verdad. Ser facilitadoras, comunicadoras –y no depositarias- de los anhelos de sus comunidades, dándole paso hacia el verdadero objeto del deseo.
Si señalamos la Luna, no pongamos nuestra mano demasiado cerca de los ojos de nuestros interlocutores.
Haleh Maniei
Coordinadora del Boletín Unid@s
hmaniei@unida.org.ar