DIA QUE SIEMPRE LLEGA
Por: Nidya Pesántez C.(GAMMA)
Fecha: 1ª de Noviembre, 2005
Luna menguante
“Has de saber que hay una ciencia provechosísima, que supera a todas las demás: la de aprender a morir…” Horologium Sapientiae.
Sin embargo, la muerte ha sido relegada de nuestra cotidianidad, la negamos, cerramos los ojos a su presencia aún cuando nos acompaña siempre. Claro síntoma de esta negación es la cada vez más frecuente relación que establecemos con ella: las personas moribundas que forman parte de nuestra vida se despiden de su existencia en lugares impersonales como las clínicas y hospitales (mientras más lejos y menos contaminado esté nuestro entorno del olor a muerte, mejor); contamos con empresas que se encargarán de todos los arreglos, desde la velación hasta el entierro pasando por la documentación burocrática de ley, además, existen empresas que con servicio completo maquillan cadáveres para disimular lo evidente y, finalmente, nos deshacemos del cadáver lo más pronto posible, antes del entierro o de la cremación dejamos pasar unas pocas horas. La muerte se convierte en un hecho que debe resolverse en el ámbito de la economía de las colectividades y no de la trascendencia humana. No es falta de cariño por quien se va, es falta de aceptación de quienes nos quedamos, nos duele la ausencia pero más nos angustia enfrentar lo que más tememos: morir.
Todos los seres humanos tenemos un ciclo que cumplir, nacemos marcando el inicio de nuestro tiempo y establecemos nuestro punto final con la muerte. El inicio y el final de nuestra existencia responden a una condición biológica contra la que nada podemos hacer; pero nuestra mente se niega al proceso natural y la cultura occidental ha creado inútilmente toda una industria para alargar la vida y para prevenir el envejecimiento, asumiendo que la muerte llegará con la edad. Suerte con la que no correrá el 62% de habitantes de América Latina que por vivir en condiciones de pobreza e indigencia tendrán un encuentro más temprano con la muerte. Y entonces nos preguntamos ¿todas las personas cumplimos con nuestro ciclo?. Seguramente no, debido no solo a la distribución inequitativa de la riqueza sino de la forma agresiva con la que se produce dicha riqueza traducida en capital: explotación y abuso de personas, de animales, de plantas… del planeta. Así, paradójicamente le damos la espalda a la muerte que dejamos que sea sembrada con nuestro cómplice silencio.
Vivimos como si fuésemos seres de eterna permanencia en esta dimensión y en este cuerpo, sabemos racionalmente que tenemos que morir y hasta podemos tocar el tema asumiendo que “algún día será”, pero cuando nos ponemos a pensar en el hecho concreto ¿cuántas sensaciones de desasosiego y angustia cruzan nuestro emocionar?. La muerte no tiene salida, está allí y debemos mirarla de frente pues ella es la puerta definitiva de esta existencia.
“Calma mujer que mi día no ha llegado aún”, le dijo Baltasar a Blimunda, “No me calmo”, le contestó, “porque ése es día que llega siempre”.