Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA)
Luna creciente
Martes, 7 de marzo, 2006
¿Cómo celebraremos este 8 de marzo? ¿Será que nuevamente las mujeres tendremos que lidiar con las flores y los chocolates gritando entre la multitud que no es una segunda versión del día de la madre o del día del amor y de la amistad?
El sistema en que vivimos lo hizo otra vez; otra vez absorbió una fecha consagrada a la celebración de la dignidad para convertirla en un día de consumo y de superficial conmemoración. Otra vez el sistema escondió entre bambalinas la razón de ser de una fiesta que solemniza la lucha por la igualdad de condiciones y oportunidades que las mujeres exigimos para erradicar la subordinación, la exclusión y la discriminación que enfrentamos día a día.
El sistema ha conseguido que el Día Internacional de la Mujer se celebre entre pequeños regalos que resaltan todos aquellos elementos que profundizan las brechas y las inequidades entre mujeres y hombres, por ello es común escuchar el 8 de marzo “loas” a la mujer pilar de la sociedad, a la mujer dadora de amor y de ternura, a la mujer sentimiento y corazón de la familia, a la mujer belleza, a la mujer sacrificio, a la mujer moral, a la mujer servicio a toda prueba. Lesionando con ello una lucha que ha logrado mover el piso sobre el que se asienta el sistema que nos oprime: la discriminación de género.
Pero este sistema a través de todos sus aparatos ideológicos nos ha tendido otra trampa: pensar que las mujeres y los hombres ya tenemos igualdad de oportunidades y de condiciones en nuestra sociedad. Por ejemplo, es común escuchar que esta supuesta igualdad se marca en el hecho de que las mujeres “ya” trabajan, o que las mujeres ya estudian, o que las mujeres ya pueden participar en la política. Pero las mujeres siempre hemos trabajado aún cuando no hemos percibido sueldo por ello, y actualmente tenemos menor acceso al trabajo y menor remuneración que los hombres aunque realicemos la misma labor; y las mujeres estudiamos pero aún hay carreras que no son consideradas apropiadas para nuestro género y existen serias restricciones para nuestra formación pues no hay una corresponsabilidad social en el cuidado de la familia; y las mujeres participamos en la política pero aún nos toca pelear dentro de los partidos o movimientos para que no se nos considere un relleno en las listas. Y aunque la enumeración podría continuar, solo nos detendremos en un último punto: el acoso, el abuso y la violencia que las mujeres enfrentan diariamente como castigo social por haberse atrevido a “irrumpir” en el espacio público o, dentro de casa, como forma de mantener la subordinación. En estas condiciones ¿de qué igualdad estamos hablando?.
En este 8 de Marzo no queremos bombones, ni flores, ni loas; queremos caminar por las calles sin miedo a la agresión, queremos trabajar y recibir un salario digno, queremos que los gobiernos asuman su responsabilidad en el cuidado social, queremos llegar a casa sin temor a la represalia, queremos vivir en paz.