La construcción de identidad de mujeres y hombres en el proceso de socialización, se ha visto desequilibrada por la existencia de oportunidades para un sexo en detrimento del otro y; la comunicación con uno de sus engranajes fundamentales, los mass media, está encabezando, consciente o inconscientemente la profundización de las inequidades entre mujeres y hombres.
Tanto datos regionales como locales nos previenen sobre esta realidad; el Monitoreo de medios de Comunicación (WACC, 2003) constata que en Sudamérica, apenas entre el 15 y el 18% de personas mencionadas o entrevistadas, son mujeres y, la mayoría de las veces aparecen de forma subordinada, anónima, y sobre todo representadas como víctimas. En los programas periodísticos televisivos, es entrevistada una mujer por cada 7 hombres y por cada hora que habla una comunicadora mujer son cuatro las que ocupan al aire los comunicadores hombres. Según datos del Observatorio de la Comunicación en Cuenca, los mensajes publicitarios reproducen roles e imágenes estereotipadas de mujeres y hombres que no incorporan las nuevas realidades que vivimos, y que atentan, incluso de forma agresiva, contra la dignidad y respeto que nos merecemos todas las personas.
Frente a esta realidad, es necesario motivar en las instancias de producción y difusión de mensajes publicitarios, ejercicios de recodificación de símbolos que no tomen lugares comunes en la producción publicitaria y que más bien presenten nuevos conceptos que aporten en la equidad y que sean ecuánimes, realistas, equiponderados, no agresivos y sobre todo, respetuosos de las diferencias y aportes de mujeres y hombres a la convivencia social.
La Cumbre de Beijing-1995, definió como uno de sus objetivos: “Fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de la mujer en los medios de difusión”. En concordancia con esto, la Constitución Política del Ecuador recoge en su Art. 81: “(…) Se prohíbe la publicidad que por cualquier medio o modo promueva la violencia, el racismo, el sexismo, la intolerancia religiosa o política y cuanto afecte a la dignidad del ser humano”.
Si la meta de los derechos de comunicación es en palabras de Myriam Horngren (Comunicadora WACC/CRIS.): asegurar la generación de un ciclo de interacción creativo y respetuoso entre las personas y grupos de la sociedad, que respalde equitativamente el derecho de todos y todas, para que sus ideas sean oídas, escuchadas y respondidas; es momento para comenzar una exploración conjunta de “comunión” en donde encontremos formas efectivas de superar la violencia contra las personas y en especial contra las mujeres a través de los medios de comunicación.