ESPECIACION HUMANA

ESPECIACION HUMANA

Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA).
Fecha: 6 de septiembre, 2005

¿Cómo se creó el universo, el planeta Tierra y la especie humana? ¿Qué papel cumplimos las personas en la inmensidad cósmica y cómo ésta se relaciona con la pequeñez de nuestros entornos más íntimos?.

Hay quienes viven sin jamás hacerse estas preguntas por pensarlas irrelevantes o por considerar que ya tienen la respuesta; en cualquier caso, nada hay más apasionante para nuestra especie que comprender el origen y la causa de nuestra existencia.

Si aceptamos la teoría de la evolución de las especies como una de las respuestas a nuestra aparición en el planeta, deberemos por lo menos preguntarnos, en dónde está la herencia de las especies ancestrales. Esta herencia según la teoría de Santiago, se mantiene en nuestro cerebro y por ello se argumenta que el cerebro humano en realidad está conformado por cuatro cerebros, tres de ellos compartidos con las especies que nos antecedieron: reptiles, mamíferos y primates; y uno exclusivo de la humanidad.

De los reptiles heredamos el cerebro reptiliano, en éste residen los recursos para la sobrevivencia porque en él está la primera función de un organismo vivo: sobrevivir; pero el cerebro reptiliano se caracteriza también por ser egoísta, individualista, y por centrarse en el yo: yo primero, yo segundo, yo tercero, yo, siempre yo. El cerebro mamífero nos deja como herencia la posibilidad de socialización, gracias a este cerebro desarrollamos la comunicación; sin embargo, cuando el ser humano enfatiza en su lado negativo, este cerebro no logra ver más allá de su familia: primero está mi familia y luego sigue y seguirá mi familia. De los primates heredamos el cerebro córtex o primate, su legado está presente en la capacidad de construir instrumentos, gracias a este cerebro los seres humanos formamos grupos sociales más amplios y estructuramos sociedades; sin embargo, es también el cerebro de la violencia, la exclusión, la dominación, la estructura jerárquica en las relaciones, el caudillismo: alguien debe mandar; mi tribu está sobre todo: “nosotros” y “ellos”, conmigo o en mi contra (primate conocido). Finalmente está el cerebro que no compartimos con otras especies, el neocórtex. Se plantea que éste es el producto de la última evolución, en él reside la capacidad de creación, de intuición, de crítica, de descubrimiento; es el cerebro que nos obliga a la revisión continua. Este cerebro no concibe la exclusión ni la violencia porque comprende que somos parte de la red de la vida y que el daño a un elemento o a un ser de cualquier especie, es un daño personal y es un daño universal.

Si aceptamos la teoría evolucionista debemos saber que no somos la cúspide de la creación, somos parte de un proceso que continúa, si logramos desarrollar nuestro neocórtex seremos parte de una nueva especie; si enfatizamos en los elementos negativos de nuestros ancestros, en realidad no habremos superado al primate. Somos libres para elegir.

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