MUJERES REALES, REALIDADES VIRTUALES

Nidya Pesántez Calle

Alguien dijo alguna vez “lo que no está en los medios de comunicación no existe”. ¿Afirmación extremista?, encuentro que no; ¿afirmación incómoda?, definiti-vamente sí. Sin embargo, y a pesar de esta afirmación, existe gente, existe propuesta, existe interacción extra medios, pero ¿qué pasa con esa realidad?. En la actualidad no es visible, los hechos visibles son aquellos que hacen noticia o que se hacen noticia, aquellos que se publican y difunden, aquellos que son recogidos por los medios masivos. Así, cuando hablamos de la existencia o no de un hecho, de una propuesta, de una o de cien mil personas, no nos referimos a su posibilidad física de transitar este planeta, sino a su capacidad de registrarse en la conciencia colectiva, y he aquí el problema: la conciencia colectiva registra casi exclusiva y excluyentemente lo que los medios colectivos le cuentan.

Cuesta pensar el giro que hemos dado las sociedades en general y las ciudades en particular, en cuanto al lugar que habitamos. Antes era la casa, la escuela, el cine, la plaza, el barrio, la cotidianidad física. Hoy vivimos en nuestra pantalla de televisión, en nuestra radio, en nuestra computadora, en los diarios, en las revistas; como diría Martín Barbero: “vivimos un mundo en el que se está siempre y no se está nunca en casa”. Efectivamente, estamos siempre en el mundo virtual y nos alejamos casi frenéticamente de la realidad. Estamos siempre empapadas y empapados de información emitida por los medios masivos y nos enteramos poco de lo que pasa en nuestro entorno más cercano. No sabemos en dónde se discuten nuevas propuestas, no sabemos qué piensa y qué hace el otro grupo social: si somos ecologistas no buscamos a las feministas, si somos sindicalistas no buscamos a ecologistas y así continúa la cadena de eslabones separados, perdidos, desorientados. No sabemos qué hacemos qué proponemos en dónde nos encontramos. Respondemos al nuevo espacio que habitamos: el fragmentado y fragmentador espacio virtual.

Raúl Cardozo dijo alguna vez: “El Espacio Público era un lugar físico como éste donde los habitantes de una ciudad, donde los ciudadanos en época de Aristóteles, aquellos que eran libres, no eran esclavos y además tenían propiedad, se reunían físicamente, concurrían físicamente a ese espacio, debatían y resolvían o no, los problemas derivados de la vida en común. Este Espacio Público que era el Espacio Físico de la política se transformó en un Espacio Virtual. Es decir, para darles un ejemplo con reducción al absurdo, nosotros podríamos estar aquí hoy y juntar, no las setenta u ochenta personas que somos, sino juntar aquí en el espacio contiguo de la Plaza de Mayo un millón cien mil personas, un millón quinientas mil, dos millones fundar un nuevo partido político o agrupación gremial u organización civil sin fines de lucro y si mañana no hay un eco de esto en diarios, revistas o televisión, el hecho sería no registrado por la conciencia colectiva”.

La lógica del espacio virtual

La existencia de un espacio en donde confluye el movimiento del planeta no es negativa en sí misma. Que este espacio sea virtual, es decir, que esté entre lo real y lo imaginario ese sí es un problema; ahora, dicho problema se agudiza cuando constatamos que la conformación de la realidad virtual tiene diseñadores con intereses específicos y palpables –no virtuales-, que atentan contra la comunicación social como herramienta de interacción humana, en beneficio de la acumulación.

Antes de continuar explicitemos, brevemente, el punto del que partimos cuando hablamos de la esencia de la comunicación: primero, la comunicación social no es privativa de los medios masivos; segundo, es una herramienta para establecer contacto; y tercero, es un instrumento para exponer, escuchar, pensar, reflexionar, retroalimentar a fin de volver a nuestra práctica cotidiana con nuevos elementos (la comunicación es dialéctica). Resumiendo, es un mecanismo de perfeccionamiento. Sin embargo, la riqueza de la comunicación se ha reducido al canal, al medio, esto es, a uno de los elementos que conforman el proceso comunicativo. De esta manera, los medios son determinantes, son más importantes que la realidad (pues en ellos se puede diseñar cualquier realidad), y por supuesto, son más importantes que los receptores/as (Rs) y que los emisores/as. Los medios de comunicación –de la misma manera que en el proceso productivo- marcan el ritmo del proceso comunicacional. Quien tiene los medios, tiene el poder… quien tiene el poder tiene los medios: una relación simbiótica en este sistema.
Sin embargo este poder no es absoluto, puesto que los seres humanos no respondemos como robots programados a todo aquello que en los medios se presenta. Los seres humanos tenemos un bagaje, una cultura, “un pozo” al que recurrimos para seleccionar y discriminar lo que queremos y no queremos saber, lo que queremos y no queremos aprender, lo que queremos y no queremos ver, lo que queremos y no queremos leer. Tenemos un pozo que nos ayuda a constituir nuestra individualidad; quiero decir, tenemos una memoria que nos orienta más allá de que la orientación sea positiva o negativa, que muy personalmente, juzgo es inútil calificar, para discriminar y seleccionar, en este caso, la actividad de la realidad virtual. Empero, esta memoria individual y colectiva se va perdiendo, y esa pérdida puede volvernos, tarde o temprano, programables. Se va debilitando lo real ante la constante y acosadora carga de imágenes y sonidos de la realidad virtual. Llegado el momento la confusión es tal, que ya no nos conmueve la injusticia o la muerte provocada; esta nueva realidad (la virtual) nos ha mostrado tanta sangre y tanta muerte que el corazón se nos va callando y las emociones ante situaciones reales y ficticias se van pareciendo hasta que se conjugan en una sola (impavidez en el mejor de los casos).

Siendo así, los medios de comunicación se interponen –no por naturaleza- en el proceso de comunicación. Ya no hay interacción, estamos frente a la mera información, y recibimos tal carga de referencias que ni siquiera podemos consumirlas. No hay ni cuestionamiento ni contraposición entre esta forma de hacer comunicación y el sistema: el consumir no es tan importante como el acumular; así, nos volvemos bodegas de información, la acumulamos. Ya en la década de los 50, Laserfield y Merton, sociólogo y antropólogo respectivamente, hicieron una investigación sobre –en ese entonces- el “nuevo fenómeno comunicacional”, la televisión, y llegaron a la siguiente conclusión: “la televisión es un medio que aporta tanta información en tan poco tiempo que no hay posibilidad para el individuo de asimilarla, ordenarla y procesarla y descartar lo que no le es útil ”. Según Cardozo, los estudiosos propusieron que la televisión provoca un Síndrome de Narcotización Disfuncional.

A este hecho podemos sumar la dependencia que progresivamente tenemos de los textos informativos y de cómo cada vez necesitamos menos de una comunicación interactiva. Barbero ponía como ejemplo el mercado y el supermercado: el primero, un espacio de comunicación, en donde necesariamente tenemos que interactuar; el segundo, “un no lugar”, un espacio físico en donde podemos pasar horas sin necesidad de hablar ni de preguntar; nos basta con la cantidad de textos informativos y de publicidad, estos son los elementos “comunicacionales” que nos guían. Nos vamos tomando el silencio, vamos cediendo la palabra.

Cuando empezamos a tocar el tema de la lógica del espacio virtual, habíamos dicho que los diseñadores de esta realidad tienen sus propios intereses. Estos intereses se evidencian cuando analizamos la información que transmiten, el cómo la transmiten y lo que omiten. De esta manera, nos sentamos ante un mass media y escuchamos las noticias que dentro del medio deciden son las de interés del público; la parte de las noticias que se asegura, son de interés del público; y por supuesto no nos enteramos de aquello que no despierte el interés de este público. Así, en nombre del interés del público, que no es lo mismo que el interés público, se toman las decisiones de lo que debe y no debe existir. Se mediatiza la realidad, y ¿quién lo hace?, pues quien tiene el poder sobre el medio o sobre los medios.

Bueno, y en dónde están las mujeres

En la realidad virtual no existimos. Si bien esta afirmación puede parecer radical o extremista, hay evidencias que dan cuenta de nuestra desaparición como seres reales en el espacio virtual.

¿Cómo nos presentan a las mujeres en el espacio virtual?: a) bellas, según los códigos de belleza establecidos en occidente; b) con cuerpos delgados y en la mayoría de los casos esbeltos, según las claves dadas también por occidente; c) triunfadoras, cuando además de cumplir con estos requisitos estéticos somos inteligentes, por cierto, cuando nos muestran inteligentes generalmente somos la excepción pues estamos rodeadas de muchos hombres en la misma posición, que son la regla; d) buenas, nobles y dignas de respeto, cuando respondemos a las claves femeninas de comportamiento otorgadas por la sociedad maternales hasta las últimas consecuencias; e) desdichadas, hasta que aparece un príncipe azul que nos saca de la situación de tedio o nos resuelve el terrible problema en el que nos metimos por ingenuas o enamoradas; f) temerarias, cuando queremos ser iguales a los hombres (y aquí me lanzo una cuñita, nada más lejos de la realidad, las mujeres no queremos ser como los hombres).

¿Cómo accedemos las mujeres a la realidad virtual? Como la mayoría de personas, a través de la televisión, de la radio, de la prensa, de la red electrónica. Sin embargo, la realidad virtual tiene para nosotras elementos establecidos “específicamente para mujeres”; estas cosas específicas para mujeres las encontramos en la mayoría de revistas que se presentan en cualquier mass media. En estas revistas, en estos espacios, las mujeres podemos encontrar todas las claves que necesitamos para responder de manera acertada y generosa a los estereotipos de mujer que nos plantea la realidad virtual.

¿Cómo tomamos la palabra las mujeres en la realidad virtual?. Temo decir que no la tomamos, en nuestra realidad palpable la exigimos, la pedimos, pero en la realidad que nos plantea la sociedad mediatizada supuestamente no la necesitamos. Entonces, lo que queremos las mujeres, lo que anhelamos y proponemos no existe (no está en los medios). Sólo existe lo que la realidad virtual pretende de nosotras.

En la sociedad mediatizada, se ha mediatizado nuestra presencia, así, cuando no aparecemos en programas evidentemente de ficción (novelas, series, películas, etc.), estamos en los noticieros como parte de la crónica roja o semidesnudas en programas de concursos.

Frente a esta representación virtual de las mujeres, existimos mujeres reales, de carne y hueso con vidas muy diferentes a las pretendidas por la realidad virtual. Físicamente, las mujeres respondemos a formas corpóreas de acuerdo a nuestra raza, a nuestro espacio, a nuestro clima; aquí por ejemplo, las mujeres somos pequeñas, con caderas altas, redonditas, con las piernas cortas, con el cabello café oscuro o negro… evidentemente hay variaciones, pero ese es nuestro esqueleto, diferente al que tienen en el norte de Europa o Estados Unidos, diferente al que nos muestra la realidad virtual.

Por otro lado hablando de mujeres triunfadoras reales, las mujeres tenemos éxito no en cuanto a nuestra estética, como pretende la realidad virtual, sino a nuestra lucha dentro de una sociedad patriarcal; una lucha que si bien no todas la hemos dado, sí hemos sido beneficiarias de sus conquistas, conquistas hechas por las mujeres que se enfrentaron a su tiempo y espacio para abrirnos camino; cada paso que damos en la historia, cada triunfo que obtenemos, individual o colectivo, no es producto de la concesión, sino del constante trabajo de las mujeres organizadas y no organizadas. Pero esta conquista no es visible en la realidad virtual. En la realidad virtual se ha retomado cada conquista de las mujeres para convertirla en una nueva cadena, resulta, entonces, que ser triunfadora es ser prácticamente una máquina porque a más de vernos bellas, y de trabajar eficientemente en una oficina, trabajamos a la perfección en casa; así las cosas, trabajar hasta morir sin descuidar una uña o un cabello y sin posibilidad de vacaciones, es haber triunfado.

Con respecto a nuestra naturaleza femenina, decíamos que la realidad virtual nos muestra seres nobles y buenos como producto de nuestra maternidad, ¿qué pasa entonces con las mujeres que no quieren o que no pueden ser madres?; ¿qué pasa con aquellas que no asumen ese papel social?, ¿son acaso menos mujeres? ¿No son tan nobles porque no saben lo que es ser madre? ¿son más frías por esta “falencia” social? ¿No son tan dignas de respeto y consideración porque no obedecieron a la naturaleza?…

En cuanto a nuestra dicha o desdicha, ésta no está marcada por la presencia o ausencia de un compañero, esta dependerá de cuán cerca estemos de nuestros propios sueños y metas, siempre y cuando estos sueños no sean producto prefabricado en la realidad virtual. Por último, las mujeres no somos unas locas temerarias que queremos parecernos a los hombres cuando hablamos de la reivindicación de nuestros derechos, de hecho, no pedimos que se amplíe la declaratoria de los derechos humanos a “mujeres y hombres”, hemos definido derechos específicos que tienen que ver con la valoración de nuestro ser diferentes.

Si bien es evidente el problema que causa en nuestras relaciones sociales el querer asumir una forma de ser, de pensar y de actuar, diferente a la propia, más grave es que se valore menos a aquellas mujeres que no aceptan o que no se parecen al molde femenino presentado en la realidad virtual. Así, una mujer que no es madre, que no es esposa, que no es ejecutiva, que no es bella, está muy lejos de la meta virtual; entonces habrá un sobre esfuerzo para deshacerse de su ser y construir otro. De esta manera, las mujeres reales distantes a las realidades virtuales, vamos perdiendo nuestra propia forma de comunicarnos e interactuar y empezamos a desarrollar nuestra vida en la realidad virtual, forzando nuestra naturaleza individual y alimentando el sistema: nos vamos alejando del mercado interactuante y nos hundimos en el supermercado, nos alejamos de las vecinas, nos alejamos de las amigas, nos alejamos de la familia ampliada. Cambiamos nuestro eje de relaciones reales por el que nos presenta una realidad virtual y, cambiamos nuestra forma de comunicación interactiva por los textos informativos.

A esto sumemos, que la realidad virtual no sólo nos presenta distorsionadas sino que omite todo aquello que puede aportar en nuestro crecimiento social, de esta forma, en la realidad virtual no se recoge la lucha de los diferentes movimientos sociales, excepto cuando “hacen noticia”, es decir, cuando hay algún elemento que puede ser resaltado como negativo: paros, manifestaciones, cierre de carreteras, etc. El movimiento de mujeres no está exento de este tratamiento; sin embargo, las mujeres hemos trabajado duro para alcanzar nuestras metas que se circunscriben en la consecución de una sociedad justa y solidaria. Así, los avances en la nueva Constitución de la República, la incorporación de los derechos específicos de las mujeres como parte de los derechos humanos, la ley en contra de violencia a la mujer y la familia, las campañas de activismo por los derechos humanos, son, entre otras, conquistas que aportan al progreso de la sociedad desde un punto de vista humanista. Pero estos hechos no están en la realidad virtual por lo tanto no están registrados en la con-ciencia colectiva.

Otro elemento que no podemos dejar pasar es que no sólo distorsiona nuestro ser mujer sino nuestra lucha. La realidad virtual presenta al movimiento de mujeres y su pelea totalmente distorsionada, según la sociedad mediatizada esta lucha es una guerra de sexos, y este hecho sí ha sido registrado por la conciencia colectiva, por eso es que cuando alguien escucha que una mujer es feminista piensa inmediatamente en que es una amargada, una lesbiana, una desengañada o una pobre mujer que no consiguió un hombre. Tan simplista y tan amarillista afirmación.

¿Qué hacer?

Seguramente, muchas personas aquí presentes tienen respuestas a las interrogantes planteadas o tienen soluciones para los problemas establecidos. Ojalá podamos juntar ideas y cambiar el rumbo que ha tomado la comunicación para recuperarla como mecanismo de perfeccionamiento humano.

Me permito proponer algunos puntos que podrían servir como eslabones en la construcción de una cadena humana que trabaje por un cambio en nuestra sociedad para el beneficio común:

1.- Es tiempo de recuperar las fortalezas de los medios masivos de comunicación social, devolviéndoles su misión: ser canales de comunicación para juntar a las personas en la inmensidad de las ciudades y de los países provocando debate e interacción. Como dije, los medios no son por naturaleza piedras en el camino de la comunicación, al contrario, son los cauces por donde fluye el acontecer humano cuya lógica se parecería más a la marea que a un río unidireccional que llega al mar, por su posibilidad de ir y venir, de llevar y traer, no solamente de vaciar.

2.- Las comunicadoras y comunicadores podemos retomar la realidad en que vivimos para reemplazar aquella realidad que se genera en los medios. Para esto debemos empezar por reconocer que estamos viviendo y aportando en la construcción de “un no lugar” que nos fragmenta como ciudadanas y ciudadanos.

3.- Es necesario que la comunicación no permita que vaciemos la memoria a cuenta de un mundo globalizado al que supuestamente debemos responder con profesionalismo. No podemos en nombre de la globalización y el avance tecnológico dejar cada vez más atrás nuestras costumbres, nuestras tradiciones. Debemos mantener viva nuestra cultura como, talvez, la única balsa para evitar ahogarnos en un futuro de seres humanos programables y programados, sin memoria.

4.- Como periodistas y comunicadores/as debemos seguir más de cerca lo que hacen los movimientos sociales, pues con el crecimiento de las ciudades, las formaciones sociales no se hacen alrededor de un espacio físico sino en torno a un sentimiento común, así se van conformando nuevas identidades sociales ya sea por género, por edad, por reivindicación laboral, por la conservación ambiental, etc. Debemos aportar en el debate de estas formas de agrupación caso contrario seguiremos poniendo nuestro trabajo a favor de la fragmentación.

5.- Debemos valorar nuestra forma de ser mujeres y nuestra lucha. Es tiempo de frenar esta construcción de la realidad virtual que nos muestra a las mujeres tan lejanas a lo que realmente somos y que presenta a la lucha de las mujeres como una lucha en contra de los hombres, este es otro “virtualismo” que nos fragmenta.

Sin embargo, la responsabilidad no está solamente en manos de las comunicadoras y comunicadores; ciudadanas y ciudadanos también debemos optar por imponer la realidad de nuestra vida a los virtualismos que nos alimentan. Dejar de ser programables es un reto que tenemos para evitar que, quienes tienen el poder, nos mantengan en esta soledad obscura de textos informativos y de incomunicación del virtualismo.

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