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LO QUE VENDE
LO QUE VENDE
Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA)
Fecha: martes 17 de enero, 2006
Luna menguante
“¡Mucha televisión!” era, en la jerga de los 80, una forma de expresar la incredulidad o la duda frente a un hecho que se relataba y nos parecía irrealizable. Hoy esa expresión se ha perdido porque la vida se desenvuelve en el marco de los mensajes mediáticos.
Cuesta pensar el giro que hemos dado las sociedades en general y las ciudades en particular, en cuanto al lugar que habitamos. Antes era la casa, la escuela, el cine, la plaza, el barrio, la cotidianidad física. Hoy vivimos en nuestra pantalla de televisión, en nuestra radio, en nuestra computadora, en los diarios, en las revistas; como diría Martín Barbero: “vivimos un mundo en el que se está siempre y no se está nunca en casa”. Efectivamente, estamos siempre en el mundo virtual y nos alejamos casi frenéticamente de la realidad. Estamos siempre empapadas y empapados de información emitida por los medios masivos y nos enteramos poco de lo que pasa en nuestro entorno más cercano; conocemos lo que está vigente alrededor de la gente de la farándula, a los productos de consumo, a los lugares de moda, a los medicamentos de última generación, a las marcas, a los casos y situaciones más aberrantes que se producen en la ciudad y en el país, sin embargo desconocemos la cotidianidad, incluso la íntima, es decir, la nuestra, no tenemos seguridad sobre quiénes somos realmente y qué hacemos en este mundo. Este desconocimiento deja de ser importante frente a una realidad virtual que responde a esa pregunta con un modelo de ser humano: el éxito, el dinero y el consumo como una sola categoría (sinónimos de felicidad y realización).
Este nuevo escenario diluye la convivencia con el entorno y fortalece un tipo de coexistencia con los medios masivos de comunicación que nos confunde, entonces aceptamos la realidad virtual como la única posible, así, por un lado nos peleamos con nuestra realidad por no ser tan bonita o apetecible como la encontramos en muchos de los mensajes mediáticos o, por otro, cuando enfrentamos noticias aterradoras (guerras, asesinatos, violaciones, explotación, desempleo, hambre, miseria) nos conformamos aceptándolas como parte de la nuestra naturaleza. Cabe preguntarnos si nos gusta el tipo de mensaje mediático que se nos oferta así como sobre sus efectos en la construcción de una sociedad sana.
En términos lógicos, el mensaje mediático debería ser el mecanismo que plasma la misión que los mass media tienen en una sociedad; sin embargo, en muchas ocasiones frente al cuestionamiento sobre la calidad del mensaje que se produce en los medios masivos, obtenemos como respuesta “este tipo de mensaje vende”. ¿Cuál es entonces la responsabilidad de estas grandes empresas? ¿Acaso la venta de un producto es comparable a la vida de una sociedad? Aún más allá, en nuestro país parece ser que nos hemos quedado con viejos paradigmas de venta, desechando la creatividad, la sensibilidad, la inteligencia y el amor a nuestra especie y a nuestro entorno.
ASESINATO EN CUENCA
ASESINATO EN CUENCA
Por: Sandra López – GAMMA
Fecha: martes 10 de enero, 2006
Luna creciente
Si alguien hubiera leído ese titular en este diario hace 50 años, o hace 20 años para no ir muy lejos, seguro pesaría que se trata de una inocentada de mal gusto o, por lo menos, se asombraría del hecho.
Lamentablemente, en nuestra ciudad las últimas semanas han estado marcadas por sucesos trágicos: accidentes, asesinatos, violencia en la calle y demás hechos que nos dicen que hemos dejado de ser ese pequeño espacio seguro, tranquilo y capaz de producir historias en donde todas las personas se conocen y se cuidan.
La seguridad en la calle, la tranquilidad en la casa, pasan por la seguridad y tranquilidad de cada persona. El sistema económico, la inequidad social, la marginación y postergación de gran parte de la población, la falta de oportunidades laborales, la tercerización y la flexibilización laboral nos arrebatan la esperanza y provocan inseguridad. Quién puede sentir tranquilidad si no tiene un ingreso seguro y constante que le garantice subsistencia; quién puede sentir seguridad si no tiene un sistema de salud al que acudir sin más presiones que las provocadas por la propia enfermedad; quién puede mantener la calma si vive en un país en el que las necesidades humanas esenciales son un lujo y no un derecho… La mayoría llevamos la vida entre la tensa calma del diario vivir y la incertidumbre del mañana.
Cruzando ese límite, se encuentran personas que son capaces de matar a sangre fría a otro ser de su misma especie: hambre, sed, necesidad de abrigo, enfermedad, necesidad de afecto, celos, depresión, angustia… La falta de satisfacción de las necesidades humanas esenciales no permite la formación de sociedades sanas, más aún, los compensadores que hemos encontrado para mal satisfacer esas necesidades han profundizado la crisis. Intentamos saciar el hambre con una funda de alimentos fritos, en lugar de satisfacerla con una fruta rica en vitaminas, o con un buen plato de granos maduros; para satisfacer la necesidad de recreación, acudimos a un “mall” cárcel de cemento, entramos por propia voluntad, permanecemos con las manos esposadas por la falta de dinero y salimos con frustraciones y vacíos por lo que “no podemos tener”; en esa búsqueda de la satisfacción de la necesidad de subsistencia, las personas nos perdemos y atentamos contra la necesidad de protección, afecto o libertad de las otras personas. No hay quien vele por la humanidad, el Estado se desinteresa, el sistema de deshumaniza, priman los intereses de un grupo menor sobre las necesidades e intereses del grupo mayor.
“Otro asesinato en Cuenca” es un titular que no queremos ver más, queremos a Cuenca y al mundo libre de violencia. La seguridad no se alcanza con un número mayor de personas civiles armadas o de policía y milicia. La seguridad supone la erradicación de la miseria humana en el más amplio sentido de la palabra; supone también el dejar de mirar la violencia como un hecho normal y justificarla. ¿Difícil? sí, pero es urgente.
AÑO NUEVO – ¿VIDA NUEVA?
Año Nuevo – ¿Vida Nueva?
Por: Sergio Vergne (GAMMA)
Fecha: martes 3 de enero, 2006
Luna nueva
Un nuevo año comienza y con él nuevos propósitos y deseos. El año viejo quedó atrás para no volver. Por eso la quema del año viejo es un hermoso rito, ¿significará que quedan atrás las cosas negativas que nos sucedieron? Se queman aspectos negativos del año que simbolizamos en algún personaje a quien atribuimos las causas de los males: Lucio Gutiérrez, Bucaram, el Dr. Cabrera, o hasta el mismo Palacio; pero ¿realmente dejamos atrás todos los males del año viejo?
Pensamos en el año nuevo deseando el comienzo de una nueva vida para nosotros/as y nuestro pequeño grupo familiar: que no nos falte trabajo, afectos, salud, etc. No sería mejor pensar que un año nuevo debería traer vida nueva para todas y todos, para la colectividad; vida nueva para Ecuador, vida nueva para América Latina, para el mundo.
Desde esta perspectiva colectiva vemos que se han dejado atrás algunas cosas que se consideran viejas: en Ecuador se botó un presidente, en Bolivia se dejo atrás décadas de gobiernos de élite eligiendo para gobernar a un representante de indígenas y clases sociales postergadas, en Chile es posible que comiencen el año con una presidenta mujer por primera vez en su historia. Lo viejo en la comunidad también se quiere dejar atrás y se quema.
Pero no es fácil construir lo nuevo, la vida nueva comunitaria: la pobreza no ha disminuido en nuestro continente; antes bien, ha aumentado la brecha entre ricos y pobres; la violencia tanto social como intrafamiliar tampoco ha disminuido; la educación para todos sigue siendo un desideratum muy lejano a la realidad de miles de niñas y niños; la salud es un privilegio y negocio de unos pocos; el trabajo se continúa precarizando –“flexibilizando” en terminología neoliberal-; el ambiente se degrada en aras de los apetitos económicos de las grandes trasnacionales. Todos “males” o efectos de un sistema capitalista globalizado que pareciera no tener alternativas.
¿Podemos pensar en una nueva vida sin dejar atrás estas realidades? Podemos estar bien, un poco mejor, hasta más felices por algunos “éxitos” individuales. Pero a la larga –o a la corta- no será una vida nueva para el conjunto social ni para el futuro; bajo la globalización capitalista cada vez más tendremos menos y cada vez menos tendrán más. Lo viejo se mantiene en las relaciones sociales establecidas, en un poder económico y político que cambia de maquillaje (presidentes, ministros, etc) para no cambiar.
Por eso bien decía Jesús a sus discípulos tratando de explicar su propuesta social frente a las injusticias del sistema de dominación que vivía en su tiempo: “el vino nuevo no puede ser guardado en odres viejas”. Es decir, nuestras utopías de vida nueva, de relaciones sociales igualitarias, solidarias, de libertad, son irrealizables con estructuras viejas, que, como el individualismo y el capitalismo, sólo traen pobreza, hambre, guerra y destrucción; es decir, todo lo viejo que realmente deberíamos quemar.
LA GUERRA DE NAVIDAD
LA GUERRA DE NAVIDAD
Por Sandra López
Epoca de amor, amistad, armonía, días para la oración, el recogimiento y la generosidad. Navidad, tiempo de paz. Año nuevo, vida nueva.
La realidad no pide fuerza, ¿o es la razón?. La razón que nos permite preguntarnos ¿el camino que hemos escogido, es el correcto? ¿Han sido estos días llenos de paz y amor?
En medio de las luces de navidad, en medio del apuro, las calles abiertas y la lluvia, los carros que rebasan por la derecha, los pitos impacientes y rabiosos, la gente corre para alquilar el disfraz para el pase del Niño, o para comprar los regalos de la familia y los recuerdos o sorpresas para las compañeras y compañeros de oficina, para las amigas y los amigos. Es tanto el trajín en estos días que no hemos tenido tiempo de salir y escoger con calma lo que queremos dar (el año pasado dije es la última vez, pero este año volví a caer); nos vemos en la urgencia de emprender la carrera hacia el primer bazar que se encuentre y a gastar en lo primero que veamos para “no quedar mal”; corremos también para comprar comida, no importa si tenemos o no suficiente dinero, el crédito está a la orden del día y de él echamos mano para comprar el pavo, las nueces y las uvas (ajenas a nuestra tradición). En medio del caos, el 23 de diciembre empresas y oficinas realizan sus programas de navidad, el alcohol (infaltable) hace de las suyas y los hombres caen en sus redes como si fuera destino. El 24 de diciembre, el chuchaqui, las peleas, los gritos: ¡feliz navidad!
Entonces la paz se transforma en guerra, la oración en grito, la generosidad en avaricia, la amistad en envidia, la reflexión en folklore, la actitud de entrega en obligación, los dones en dinero. El amor… en odio.
El fin de semana anterior a la Navidad, toda la gente está en la calle, todas y todos quieren solo una cosa: comprar. Las empresas en lugar de regalar mejores salarios, regalan bonos, para eso es esta época, para gastar. Las únicas que no sufren ni se impacientan son las empresas, ellas son finalmente las que viven el espíritu de la navidad y hacen de ésta una época para la paz de sus bolsillos.
La sociedad de consumo nos ha consumido, ha ganado el dinero y ha perdido la humanidad. Se ha ido, una vez más, la oportunidad de vivir estos días de manera diferente. Pero nada está dicho. En esta última semana del año, podemos emprender una carrera mejor, sobre todo con resultados menos imperecederos que el juguete que habíamos buscado con tanto empeño y que el 25 de diciembre ya está roto.
En esta nueva carrera veamos de frente el nuevo año, año del venado en la tradición Maya, tiempo en que tenemos la oportunidad de revisar lo vivido y repensar lo por venir. “Vamos al tronco de la Ceiba; vamos a poner nuestra ofrenda para el nuevo año. Ya han pasado dolorosos días, vamos a reunirnos con el pueblo. Traigan todas las cosas nuevas, y pónganlas sobre las viejas. Vamos a poner nueva piedra de término de año una piedra grande…”.
¿VOTO PENSANTE?
¿VOTO PENSANTE?
Por Andrea Rivera V. (GAMMA)
Fecha: martes 20 de diciembre, 2005
Luna menguante
4084 votos de docentes, empleados/as y trabajadores/as así como de estudiantes obtuvo el binomio de Gustavo Vega y Fabián Jaramillo en las elecciones para elegir rector y vicerrector de la Universidad de Cuenca, el otro binomio por su parte obtuvo 2686.
Frente a estos resultados sería muy fácil decir quiénes deben ser las nuevas autoridades, el binomio que obtuvo más votos ¿verdad?, lógicamente o mejor dicho democráticamente así debería ser; sin embargo, esta lógica democrática no funciona para el caso de las elecciones universitarias; el Reglamento de elecciones de la Universidad de Cuenca amparada en la ley de Educación Superior, no valora los votos como iguales sino que discrimina según estos sean de docentes, de estudiantes o de empleados/as y trabajadores/as. Así para esta elección mientras el voto de un profesor/a valía 1, el de un/a estudiante valía 0,042 y el de un empleado/a 0,181.
Si la Constitución de la República señala que todas y todos los ecuatorianos somos iguales ante la ley. ¿En qué estaban pensando quienes elaboraron la ley de Educación Superior?, señalando claras diferencias entre quienes hacen la comunidad universitaria, considerando que es más valedero el voto de una persona que de otra. Incluso llegando al extremo de no permitir el voto a ciertas personas como a las y los estudiantes de primer año. Cosa ridícula ya que estas personas por lo general mayores de 18 años pueden votar para elegir Presidente/a de la República.
Seguramente tuvieron miedo, ya que la Universidad se constituye en su mayoría por estudiantes, quienes son su razón de ser, y quienes históricamente han impulsado los cambios, las transformaciones, las reformas, los avances, y esto no es discurso, para comprobarlo solo debemos recordar la Reforma de Córdova o la Revuelta de Francia, dos hitos históricos llevados adelante por estudiantes, mediante los cuales se consiguió entre otras cosas la autonomía universitaria y el cogobierno. Y el estudiantado del Ecuador no se ha quedado fuera de estas luchas.
Las elecciones en la Universidad de Cuenca nos hacen reflexionar sobre la ley, sobre la democracia, sobre la discriminación persistente hacia varios sectores de la población. Uno de los candidatos dijo en una entrevista radial que su binomio obtuvo el “voto pensante” refiriéndose al voto de docentes, ¿qué consideración refleja esta aseveración con respecto al pensamiento y a la determinación de estudiantes y trabajadoras/es?. Lejos de esta consideración, estoy segura que el voto pensante es el que anhela una universidad coherente y democrática, el que impulsa el cambio y la transformación, sea este voto de un docente, de una estudiante o de un empleado; porque las personas no valemos más por los bienes que poseemos, por la etnia a la que pertenecemos, por ser hombres o mujeres, por la edad que tenemos, por el puesto que ocupemos; valemos por ser personas.
UNIVERSIDAD COHERENTE
UNIVERSIDAD COHERENTE
Por: Andrea Rivera (GAMMA)
Fecha: 13 de diciembre, 2005
Luna creciente
“Quieren cerrarte a tu pueblo con llaves de oscuridad, quieren que construyas máquinas para matar mariposas y evitar que vuelen llevando la luz.”
Este pequeño fragmento de una canción de Alí Primera me hace pensar en las actuales elecciones a llevarse acabo en la Universidad de Cuenca, la segunda más antigua del país, que hace poco celebró sus 138 años y que como actora importante de la sociedad ha escrito páginas significativas en la historia de nuestra región y del Ecuador.
¿Pero qué ha pasado con el papel trascendental de la Universidad? ¿Ha sido estos últimos años capaz de “llevar la luz”?
La Universidad de Cuenca debería ser la pionera en el pensamiento, en las propuestas, en las soluciones a los diversos problemas políticos, económicos, sociales y culturales; su presencia en el debate y en la agenda de la región y del país debería ser activa, no debe existir suceso que no cuente con la participación de la universidad. Así debió ser frente a las discusiones del TLC, de la Reforma Política, del desarrollo provincial y local.
Si la universidad es una actora importante en la transformación social, debería entonces fortalecer sus lazos con el pueblo, con la población urbana y rural, con sus necesidades, problemas y aspiraciones; poniendo a su servicio la ciencia, la tecnología, la experiencia y todos sus recursos materiales así como los talentos humanos que en ella se desarrollan.
Al interior de la universidad los cambios esperan: una distribución justa del presupuesto así como la exigencia del mismo al gobierno central, remuneraciones equitativas, adelanto académico con apoyo verdadero a la investigación, actualización de programas de estudio y pénsums, evaluación docente, diversificación de carreras con una adecuada planificación, especializaciones y postgrados; verdadero bienestar estudiantil, matrículas justas, becas que cumplan con la ley, preocupación cierta por la equidad de género y étnica en todo nivel; desarrollo cultural y deportivo…
Alguna publicidad de televisión dice “la imagen es todo” y así lo han pensado quienes creen que una bonita infraestructura hace una “chévere” universidad, y no han tenido la capacidad de ver un poco más allá.
Pero existen fuertes anhelos de cambio, expectativas de construir una “U” coherente y democrática, y se espera que la dirección universitaria caiga en manos de quienes alejados del autoritarismo, del irrespeto, de la prepotencia, de la compra de conciencias; sean capaces en unidad con distintos sectores de impulsar estas propuestas, de vivir relaciones democráticas, de respeto y valoración de cada actor y actora universitaria así como de los gremios de estudiantes, profesores, empleados y trabajadores hombres y mujeres.
Y es que como dice Alí Primera “la universidad es como un libro abierto enamorado de su pueblo, un libro abierto donde se lee la lucha que empezó…y que habrá que seguir.”
AUN SIN SOLUCION
AUN SIN SOLUCION
Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA)
Fecha: 6 de diciembre, 2005
Luna creciente
A pesar de los esfuerzos de diversas organizaciones que luchan contra el VIH en todos los continentes, cada año más gente se infectará con él y muchos morirán con SIDA por falta de atención y tratamiento.
Si bien es cierto que la mayoría de los estados y de los organismos multilaterales no han logrado plantear una estrategia efectiva para prevenir el crecimiento en el número de personas infectadas, también es cierto que las conductas que caracterizan a nuestras sociedades han sido un freno importante en esta lucha. El estigma social y la discriminación hacia las personas seropostivas limitan cualquier esfuerzo que se realice para controlar el virus. Estos comportamientos sumados al tabú sobre la sexualidad humana, crean la atmósfera ideal para la expansión del virus, pues por un lado impiden la prevención de nuevas infecciones y, por otro, bloquean el acceso a la atención, apoyo y tratamiento requeridos.
El estigma prevalece porque prevalecen los mitos sobre quiénes portan el virus: trabajadoras sexuales y homosexuales. Se olvida un inmenso espectro, desde los usuarios del trabajo sexual hasta cada persona que vive su sexualidad de manera irresponsable y que no necesariamente forma parte de un grupo que pueda ser calificado socialmente por su actividad o por su diferente opción sexual. El estigma social es caldo de cultivo para un virus que aprovecha muy bien la doble moral de la sociedad, por ejemplo, de la nuestra: una sociedad patriarcal que aún aplaude conductas machistas, que sustenta una cultura en el que un hombre para serlo debe demostrar su capacidad sexual en diferentes lechos, siendo éste el sinónimo de “hombría”; hombría que sin duda, y a medida que crece el número de personas infectadas, se torna más peligrosa.
Este estigma nos mantiene en la desprevención colectiva. La falta de cuidado es común y se agudiza entre las personas que tienen una pareja estable y se saben fieles en términos concretos de sus relaciones sexuales, y entre heterosexuales cuyas relaciones íntimas son llevadas de manera desordenada con la seguridad de que el virus no les alcanzará. Nos descuidamos y olvidamos que el virus también puede llegar por jeringas o por transfusiones.
La realidad está lejos del estigma, si vemos las cifras y nos ubicamos en los lugares de mayor crecimiento del VIH (Africa), encontramos que la mayoría de contagios son por transmisión heterosexual y en algunas regiones del mundo, específicamente en Europa Oriental, por el uso de drogas intravenosas. Lo que da cuenta de que el virus no tiene preferencia por un sector social, sino por la especie humana en general; sin embargo, aún cuando sabemos que podemos contraer el virus nos negamos a su presencia y actuamos como si no existiera.
Para frenarlo podríamos empezar por develar los mitos y las falsas percepciones que en nuestra sociedad se crean en torno al VIH/SIDA y luchar abiertamente contra la ignorancia y la discriminación.
¡YA NO MAS!
¡YA NO MAS!
Por: Sandra López A. – GAMMA
Fecha:29 de noviembre, 2005
Luna menguante
Después de todo lo escuchado y analizado durante estos días a propósito del 25 de noviembre, día de la No Violencia en contra de las Mujeres, queda flotando la pregunta ¿qué hacer? Y es que nos quedamos sin palabras frente a los testimonios de mujeres que han sufrido violencia doméstica y que dicen “ya no más” con un nudo en la garganta.
Por un lado está la necesidad de actuar como sociedad para alterar definitivamente patrones de comportamiento que han convertido la agresión en situación cotidiana y “normal” y han consolidado certezas sobre la violencia como característica connatural al ser humano; finalmente si así fuera, ¿por qué no cambiar una conducta o adormecer un instinto que solamente nos lleva a la infelicidad? o alguien que golpea puede afirmar que es feliz, ni qué decir de quien es golpeada; casos existen de grupos sociales en donde se ha sustituido la violencia por el diálogo y la conversación, términos que con seguridad nos remiten a cualidades y comportamientos netamente humanos. Cambiar esta conducta violenta y agresiva pasa por cambiar el sentir, el pensar, el decir y finalmente el hacer de mujeres y de hombres. Este cambio exige una deconstrucción de los mitos y creencias que sostienen un comportamiento violento y autoritario por un lado; pasivo y dependiente por el otro. Debemos reconocer que existe , debemos romper el silencio, y llamar a las cosas por su nombre: violencia doméstica, un problema de salud pública que arrasa con la vida de miles de mujeres, y que por cierto afecta el desarrollo integral de un país, o se puede hablar de desarrollo y de crecimiento económico con un grupo importante de mujeres imposibilitadas para trabajar por “calamidad doméstica”, o “accidente” como comúnmente se disfraza esta violencia.
El qué hacer por otro lado, tiene que ver con la apertura de espacios para difusión, terapia y formación que posibiliten para mujeres y hombres dar pasos individuales, en pareja y grupales, en busca de comportamientos más sanos. Las mujeres debemos dejar de lado el convencimiento de que “la culpa es nuestra”, o de que “si así fue con mi madre, conmigo por qué no”. Es necesario luego, buscar apoyo en personas cercanas y lugares seguros; si rompemos el silencio, estaremos rompiendo las estructuras de un círculo de muerte en el que nos obligamos o nos obligan a permanecer por diferentes circunstancias. Los hombres por su parte, deberán dejar de lado prácticas erradas que obligan a la violencia como demostración automática de virilidad y comenzar a pensar que el uso de los golpes y de agresiones de diversa índole no son testimonio de hombría sino de deshumanización, más todavía si la agresión la cometemos en contra del ser a quien le hemos jurado amor y protección para toda la vida.
Finalmente mujeres y hombres, instituciones educativas, iglesia, medios de comunicación, debemos hacernos eco de estas palabras: “ya no más”
APRENDIZAJE: FORMACIÓN O INFORMACION
Ponencia para el I Encuentro Regional sobre Acompañamiento Organizacional al Desarrollo
APRENDIZAJE: FORMACIÓN O INFORMACION
Por: Nidya Pesántez C.
Las personas estamos, aparentemente, en un constante e imparable proceso de aprendizaje, cada experiencia nueva nos propone un nuevo conocimiento; sin embargo, éste se hará efectivo sólo si queremos y decidimos que así sea. De esta decisión dependerá lo que construyamos en nuestro interior: personas con autonomía y con capacidad de discernimiento o, personas con un gran cúmulo de información. ¿Qué queremos ser? Y por lo tanto, ¿Qué podemos hacer con nuestra intervención en el desarrollo?.
Definir elementos teóricos o metodológicos del aprendizaje de las personas adultas en el marco del desarrollo, pasa necesariamente, por la concepción que tengamos sobre esta categoría, así, mientras más humanista sea nuestro concepto, más humilde y ambiciosa será nuestra propuesta en el campo del aprendizaje.
El aprendizaje posibilita que tomemos aquellos elementos nuevos que recibimos e impartimos simultáneamente –sean estos teorías, métodos o experiencias- para recrearlos, enriquecerlos, renovarlos con miras a transformar nuestro entorno y nuestra práctica en su diversa forma de aplicación; podemos jugar con cada aspecto aprendido en la medida en la que se transformó en un nuevo conocimiento. Cuando retomar dichos elementos para su recreación y enriquecimiento se nos vuelve difícil o imposible, cuando se nos vuelve inaplicable y no es fuente de cambio, no hablamos de aprendizaje, hablamos de la adquisición de nuevas referencias.
Partiendo de este planteamiento, pensamos que es preciso en el campo del desarrollo retomar el aprendizaje diferenciando dos mecanismos de intervención y de actuación –incluso más allá del desarrollo-: la formación y la información. ¿Cuándo efectivamente nos estamos formando y cuándo sólo nos informamos?. ¿Cuánto formamos y cuánto informamos?. ¿Cuán enriquecedor puede ser informarse y cuánto puede ser el formarse?. Cada persona tiene su propia apreciación al respecto, hoy haremos un planteamiento sobre estos dos puntos de partida y cada quien decidirá su punto de llegada.
Hablemos de la información
El propio prefijo del término información: “in” al tener un significado privativo, da cuenta de un sentido opuesto al de la acepción de la palabra formación, ¿Es una mera coincidencia?, usted dirá. Por supuesto, el prefijo “in”, significa también “en” o “hacia”, se puede decir entonces, que la información es un componente que nos lleva “hacia” la formación o nos tiene “en” formación. Pero antes de dar una respuesta vamos a situarnos en el momento presente y a reconocer el significado y connotación de esta categoría.
En la actualidad la humanidad tiene abiertas puertas y ventanas a la información, especialmente aquella parte del planeta que tiene acceso a los medios masivos y a la tecnología de comunicación. ¿Por qué le damos tanta importancia a mantenernos informadas e informados y no así a nuestra propia formación?.
Podríamos hablar de tres elementos que han puesto a la información sobre la formación: 1) es tiempo del tiempo, es decir, no contamos con él; mientras más rápido y ágil sea lo que nos llega mejor; no tenemos oportunidad de profundizar para elaborar nuestro propio conocimiento, aquel que nos posibilita discernir. Todo aquello que titule “10 pasos para…”; “20 minutos para conocer todo sobre…”; “aprenda en un mes…”; “carreras cortas…”; etc., tendrán una acogida impresionante en la sociedad. 2) Si no sabemos lo que sucede en el Ecuador y en el mundo no formaremos parte de “la ronda” (en palabras de Kundera); no podemos quedar fuera, es intolerable no conocer todos los detalles sobre un suceso o evento que se volvió noticia, por lo tanto las horas clave del día son aquellas en las que podemos ver noticias, leer noticias o escuchar noticias. 3) Información hay para todas las personas, pero conocimiento no. El conocimiento cuesta más: tiempo, dinero, voluntad; la información puede llegarnos incluso sin que le dediquemos un tiempo específico; no requiere de fuertes inversiones y no necesitamos ponerle voluntad. Está allí, en la radio, en la prensa, en la televisión, en la computadora.
Podríamos decir que a través de la información ganamos elementos para nuestra formación, pero si partimos de la realidad en la que vivimos en torno a la información, es comprobable que ésta, lejos de aportar en la formación, incrementa un proceso de deformación de las personas. Mencionemos tan solo tres elementos de la información actual que dan cuenta de lo dicho:
1) La información masiva es trivial: se buscó una forma de poder concentrar a cientos de miles de personas frente a elementos comunes: un hecho, una publicidad, una propaganda, una novela, y el mecanismo encontrado fue la trivialización de lo que se presenta, así, todo tiene un sentido similar y dejamos de distinguir la realidad de la fantasía especialmente en la televisión y prensa. En palabras de Oscar Raúl Cardozo “la comunicación de realidades complejas y/o para audiencias masivas, demandan un grado importante de trivialización. Éste es un requisito, el mejor periodismo que ustedes puedan concebir, conlleva un grado inevitable de trivialización”. Esta trivialización tiene dos objetivos detrás de sí: a) no cuestionar: lograr que la masa sienta que las cosas se dan de ese modo y que debemos seguir con nuestra vida en el momento y espacio que nos tocó actuar; b) deformar: aceptar los valores de relacionamiento social que nos impone el sistema para poder mantenerse. Los seres humanos somos eminentemente buenos, sin embargo, nos deforman.
2) Exceso de datos. La cantidad de datos que absorbemos día a día, no permite que esos datos se transformen en conocimiento, es decir, no aportan en la autonomía y capacidad de discernimiento que sí nos da la formación. Ya en la década de los 50, Laserfield y Merton, sociólogo y antropólogo respectivamente, hicieron una investigación sobre aquel “nuevo fenómeno comunicacional”, la televisión, y llegaron a la siguiente conclusión: “la televisión es un medio que aporta tanta información en tan poco tiempo que no hay posibilidad para el individuo de asimilarla, ordenarla y procesarla y descartar lo que no le es útil ”. Según Cardozo, los estudiosos propusieron que la televisión provoca un Síndrome de Narcotización Disfuncional.
En la Universidad de Columbia se hizo un estudio para conocer la cantidad de información que puede percibir una persona promedio de una gran ciudad (edad, dinero, posición social, nivel de instrucción). Esta investigación interdisciplinaria dio como resultado lo siguiente: “Si un día Domingo (se tomó un día Domingo porque las ediciones de los diarios ese día son mucho más voluminosas que en el resto de la semana), una persona compra o accede a un diario de formato sábana, y decide esa mañana sentarse y leerlo desde la primera palabra hasta la última, estaría en condiciones en ese sólo acto, improbable, pero estaría en condiciones de absorber en ese sólo acto más información nueva, más noticia en el sentido estricto, que una persona durante toda su vida en el siglo XVI ”. Lastimosamente, este cúmulo de datos, esta multitud de datos que recibimos y absorbemos todos los días no pueden transformarse en conocimiento, pues no aportan en nuestra capacidad de decisión, en nuestra autonomía para elegir lo que es mejor para nuestra vida o para nuestra sociedad. Es un bombardeo que impide, como dijeron Laserfield y Merton, procesar, ordenar y discriminar. La información se convierte en una suerte de acumulación constante, que va a tono con el sistema en que vivimos.
3) Intereses específicos de las cadenas de información. El poder que han adquirido los medios masivos de comunicación rebasa la realidad. Así, lo que no está en un medio no existe. De hecho, en palabras de Cardozo, el espacio público, aquel lugar físico en donde se debatía la vida cotidiana y la problemática social, es ahora un espacio virtual. En la actualidad todo aquello que no sucedió en el espacio virtual no es registrado por la colectividad, aunque efectivamente suceda en el espacio físico palpable, y lo que es peor, se dan situaciones contrarias: en el espacio virtual puede pasar, puede ocurrir y puede quedar registrado en la conciencia colectiva como un hecho innegable, aquello que nunca sucedió.
¿De qué depende que se registre o no la vida misma en el espacio virtual?: de los intereses a los que responde cada cadena de información. Y sobre este tema se ha dicho ya suficiente, pero no se ha hecho nada aún.
El problema de la información, sin embargo, no está solamente en las cadenas nacionales, locales o internacionales. No solo los mass media informan, y no sólo los mass media tienen intereses específicos que no se corresponden con los intereses de la población. Nuestra intervención también puede estar distanciada de los procesos de formación y dedicada a la información, embotando de datos a las personas con quienes trabajamos, sin permitir espacios de reflexión –que son los que generan conocimiento-, y respondiendo a nuestros intereses; podemos incluso, estar transformando los espacios físicos de discusión en un espacio virtual en el que los tamizadores somos nosotras, nosotros.
Acerquémonos a la formación
Partimos del siguiente supuesto: la formación es producto del aprendizaje que nos genera conocimiento y por tanto, posibilita cambio.
El aprendizaje, se convierte entonces, en una herramienta para alcanzar un objetivo más amplio, y éste al ser alcanzado se transformará en herramienta para un objetivo más amplio todavía, y así sucesivamente, como todo lo que sucede en este universo. Si graficamos lo dicho podríamos hablar de una serie de circunferencias, que se entrelazan de manera ascendente (espiral) para pasar de objetivo a herramienta y nuevamente a objetivo. Es por esto que cada cosa que hagamos en los primeros niveles repercutirá, positiva o negativamente, en el objetivo macro planteado.
Desde esta significación, en GAMMA hemos concebido al aprendizaje como uno de los círculos ubicado en los primeros niveles de la espiral, para ser reencontrado en los círculos medios y superiores, con elementos mucho más elaborados. El aprendizaje es el centro del conocimiento y éste el de la transformación social. Tomando este embarcadero como punto de partida, hemos retomado como camino para intervenir en el proceso de aprendizaje la metodología dialéctica. Si bien la categoría social ha perdido vigencia en su significante, su significado es rico y sobre todo, con el paso del tiempo y de su aplicación se ha enriquecido aún más.
Así las cosas, abordamos el aprendizaje partiendo de algunas preguntas generadoras. ¿Qué elemento vamos a golpear en esta espiral para que resuene en el resto de niveles y cómo va a resonar?. ¿Vamos a participar de un proceso de formación o de información?. ¿Hacia dónde estamos caminando con cada evento de aprendizaje?. Aclarado el qué, el por qué y el sitio de llegada, definimos el cómo. Y como ya mencioné, nos servimos de la metodología dialéctica: partimos de la realidad presente, una vez conocida la situación se elabora un proceso de reflexión sobre esa realidad, de este proceso retornamos con nuevos elementos a la realidad que analizamos para enriquecerla o transformarla. El reto está en la capacidad del retorno, teóricamente podemos establecer estrategias de intervención para regresar a la realidad con el objetivo de cambiarla, sin embargo, esto no siempre es posible, muchas veces, aquellas estrategias definidas, aquellas actividades planteadas después de la reflexión, no pueden ejecutarse; si esto sucede, ya podemos aceptar que no hemos efectivizado el aprendizaje. Hemos caído en la trampa de trabajar para aportar nuevas referencias, para impartir datos y elementos acumulables.
Hasta el momento los fracasos más grandes en los procesos de aprendizaje desatados en el contexto del desarrollo social, se encuentran marcados por este factor: la inaplicabilidad de los elementos analizados y teorizados, producto de la imposibilidad de tomar estos aspectos y jugar con ellos para su recreación y enriquecimiento. Esto nos da como desalentador resultado que no hemos contribuido en el crecimiento individual y colectivo (ni nuestro ni del conjunto con el que trabajamos) sino en el acopio de información que no posibilita autonomía –como ya se había mencionado- ni mejora la capacidad de decisión.
Frente a esta realidad, en GAMMA desatamos la dialéctica no sólo en el discurso de un taller o de un evento, por definición nos tomamos el tiempo necesario para la aplicación de cada teorización, propia o ajena; de la misma manera, pensamos que cualquier evento de aprendizaje para serlo debe estar inserto en un proceso más grande, es decir, debe estar ubicado en algún espacio de la espiral de la que habíamos comentado. Así, si hablamos de herramientas de género, desarrollamos desde la metodología planteada los elementos de aplicación y renovación que generen un nuevo conocimiento. Como diría mi hermana Irene, “todo lo que trabajemos teóricamente en torno a nuestra apuesta debe contar con su tren de aterrizaje”. En este mismo sentido, si hablamos de herramientas de género, éstas deben ser un factor que provoque movimiento en la espiral para incidir positivamente en el proceso más profundo; en el cambio que queremos alcanzar.
Para saldar
Después de lo expuesto en torno a estos dos conectores de intervención, nos quedan dos cosas por decir:
La primera: pensamos que la formación promueve transformación, por tanto es nuestra propuesta arriesgarnos en este ámbito. Si hemos tomado el aprendizaje como herramienta de acompañamiento a las organizaciones, si en nuestro plan de intervención se contempla este camino, retémonos a hacerlo desde la perspectiva integral de la formación.
La segunda: sostenemos que la información es un sendero por el que se llega a la reproducción del sistema, por ende, opinamos que no vale la pena derrochar tanta energía y tantos recursos para perpetuar el sistema. Para esto ya se han creado suficientes y efectivas formas, de las que todas las personas hemos sido y somos víctimas y cómplices. Una cosa es conocer lo que pasa (información) y otra entenderlo para buscar y encontrar la manera de cambiar aquello (formación – aprendizaje).
La mayoría de personas que estamos aquí hemos optado por intervenir en la realidad porque no compartimos lo que en ella sucede; este interés, independientemente de la motivación que tengamos, se ha explicitado, por esto reiteramos que nuestra búsqueda no se direcciona a la adaptación de lo que “ya está dado”, no tendría sentido. Incitamos, entonces, a transformar lo establecido, más allá del tiempo que nos tome, más allá de la premura coyuntural.