AMIGAS O ENEMIGAS

Es que lastimosamente las situaciones en las que una mujer hiere a otra con una frase irónica o una mirada hostil, respondiendo al orden patriarcal establecido en el que las mujeres debemos ser rivales, no son pocas. Muchas veces vemos mujeres que de forma grupal o individual, se expresan, unas de otras con palabras o tonalidades que denotan envidia, rivalidad, antipatía, fastidio, odio. Estas actitudes responden a los mandatos sociales que por muchos medios se nos ha entregado a las mujeres y sobre los cuales es necesario comenzar a actuar.

Si las mujeres nos herimos las unas a las otras, si no nos apoyamos, si no somos solidarias, si no nos identificamos entre nosotras en el contexto de discriminación, exclusión, violencia e inequidad en el que vivimos, finalmente terminamos actuando contra nosotras mismas, nos aniquilamos, colaboramos con nuestra propia destrucción, por ello no es falso aquello de: “divide y vencerás”.

Entonces se hace urgente rescatar el término “sororidad” que constituye el reverso, la “otra cara” de la “fraternidad” ámbito masculino por definición del cual las mujeres hemos quedado excluidas, de hecho, significa: hermandad de los varones. “Sororidad” es una palabra poco conocida que viene del término francés sororité, del latín “sor” (definida oficialmente como “hermana”); las italianas dicen sororitá; las mujeres de habla inglesa la llaman sisterhood.

Esta expresión se refiere al hermanamiento de las mujeres en la conciencia y en el rechazo del papel que nos ha tocado jugar en la sociedad; trastoca al mundo patriarcal, que nos ha socializado como rivales. Según Marcela Lagarde, sororidad significa “la amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear, convencer; que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”.

Construyendo la “sororidad” y practicándola muchas cosas podrían cambiar, ganaríamos confianza, fortaleceríamos nuestra autoestima, contaríamos con apoyo, solidaridad y respeto mutuo, todo esto nos permitiría dar pasos grandes en el camino de la pelea política de las mujeres por el reconocimiento de nuestros derechos, en definitiva por la equidad.

Para ello la alianza entre mujeres jóvenes, adultas, obreras, campesinas, estudiantes, maestras, amas de casa, profesionales, empleadas domésticas, casadas, solteras, divorciadas, indígenas, negras, mestizas; que en la actualidad somos oprimidas por el orden económico y por la discriminación de género, es vital en la lucha por crear espacios en que nos hermanemos y podamos desarrollar nuevas posibilidades de vida, en fin un mundo nuevo.

De-soledades

Sandra López A.

Necesitamos en primera instancia a la madre, padre, familia; luego a docentes, compañeras y compañeros de clase, y en todo este proceso, la reiteración “si no encontramos pareja, no seremos nadie”, claro, no dicho directamente, pero escuchado y percibido porfiadamente, frases, preguntas y comentarios con respecto a nuestra vida. ¿ya tienes novio? ¿y cuándo te casas? ¡ya se quedó en la percha!

Crecemos, las mujeres, sin habilidad para estar solas, como si la soledad fuera un castigo o un destino fatal al que debemos huir de cualquier manera, ya sea por medio de encuentros forzosos o por búsquedas presionadas de algún hombre “que se haga cargo de nosotras”. En otras circunstancias, cuando de forma libre y espontánea encontramos un compañero amoroso que camine junto a nosotras, es fácil que se generen vínculos de dependencia de su compañía, de su voz, de sus criterios; esto, por supuesto sin llegar a extremos de sometimiento que se viven en los conocidos círculos de la violencia, en donde la dependencia es tan fuerte que ni siquiera el amor por la propia vida se sobrepone al miedo a la soledad. En fin, se nos enseña desde pequeñas que nuestra meta es tener un compañero que nos vea, nos proteja, nos mantenga y, en el mejor de los casos, que nos quiera. Es tanta la repetición de esta imagen que conforme pasan los años, se vuelve un imperativo.

Después, dependemos de la compañía de los hijos y las hijas; ocupan de tal forma nuestro pensamiento que de hecho, si se trata de tomar decisiones, ellos están en primero, en segundo y en tercer lugar; y cuando no están, otra vez nos sentimos solas. En realidad, lo que sentimos es desolación. Estar solo o sola significa estar sin compañía, no significa estar triste o afligida, es decir estar desolada. Existe una diferencia esencial entre la soledad, como carencia involuntaria o voluntaria de compañía y la desolación, que al provenir del verbo desolar (asolar), significa causar a alguien una aflicción extrema, destruir, arrasar.

Como dice Marcela Lagarde, a las mujeres nos han enseñado a tenerle miedo a la libertad, a tomar decisiones, a la soledad. Es como si las mujeres solas no pudiéramos hacer la vida. Confundimos a diario la soledad y la desolación, no nos damos tiempo para encontrarnos, para aprendernos, para descubrir que el eje de nuestra vida somos nosotras mismas.

Es necesario que las mujeres aprendamos a disfrutar la soledad como un estado privilegiado para desarrollarnos y fortalecernos como personas, para cimentar nuestro eje con el fin de que nadie pueda desestabilizarlo, porque tener un tiempo para nosotras solas no es egoísmo sino derecho inequívoco; saborear la soledad, este es el medio para desechar la desolación.

Ver artículo de fuente: Marcela Lagarde, La Soledad y Desolación.

ESTAR A LA MODA

Moda, en sentido estricto es “el fenómeno social generante y generado por la constante y periódica variación del vestido”. La moda se caracteriza por ser un hecho social… sin la sociedad o grupo social, simplemente, la moda no es realizable.

En nuestra sociedad sin embargo intuimos una estrecha relación entre moda, publicidad y medios de comunicación en general, como pilares de la sociedad de consumo que rompe las fronteras de la venta de ropa y que abarca todos los aspectos de la vida social; lo anterior puede dejar sin piso aquellos argumentos que afirman que la moda es un aspecto frívolo o inocuo con pocas o ningunas consecuencias, y que es preocupación solamente de un grupo de personas (jóvenes y mujeres) dentro de la sociedad. Si bien la sociedad ha puesto sobre los hombros de mujeres, y de mujeres jóvenes especialmente, la preocupación por la moda, este hecho social es más amplio, abarcativo y complejo. La vestimenta humana, ha sufrido una metamorfosis, ha dejado de ser satisfactor real de la necesidad humana de abrigo para convertirse en un satisfactor tramposo, clasificador de las personas y por lo tanto factor de discriminación.

Mujeres y hombres nos encontramos en el mundo de la moda, ¿cuánto tiempo gastamos pensando en la prenda que utilizaremos, la joya que luciremos o los zapatos que calzaremos?. El sistema de la moda, muy hábilmente ha modificado nuestra cotidianidad y nuestro sistema de símbolos; poco a poco –y más con la globalización- hemos adquirido un modus vivendi muy lejano al propio y nos dejamos invadir por la seducción de la moda sin importar edad, género, clase social o economía familiar; cada día abrimos la puerta a lo efímero, a lo superfluo, a normas de belleza y a modelos de comportamiento que ni siquiera son creaciones propias de nuestro entorno y que provienen de espacios muy lejanos, de formas de vida que ni siquiera podemos imaginar en sociedades como la nuestra, y que, sin embargo, a través de los medios de comunicación se presentan cercanas y completamente posibles.

La lógica de la moda dicta leyes de producción, consumo y forma de vida: nada perdura, todo es fugaz. Lo que compraste hoy ya no sirve para mañana. Pero moda no solo es vestido, son ideas, valores, objetivos, actitudes, todo un conjunto que configura modelos y patrones cada vez más distantes de las telas y cada vez más cercanos marcapasos de nuestros deseos, metas, estilos de vida y comportamientos sociales.

Continuar pensando que la moda es un inocente aspecto indumentario que lo asumen solo quienes gustan de ella, trae consigo el peligro de la transitoriedad y fragilidad de nuestro sistema de valores, sueños y deseos. Y usted, ¿está a la moda?

MUJERES EN LA UNIVERSIDAD

Tomando en cuenta que en 1970, las mujeres eran el 29% del total del estudiantado la presencia femenina en la universidad ha crecido significativamente, sin embargo, la situación no se presenta en igualdad de condiciones para mujeres y hombres al interior del Alma Mater.

Si bien hay avances históricos importantes como el ingreso de mujeres a la educación superior, la presencia de mujeres en carreras antes consideradas como exclusivas para hombres, el aumento –pequeño- del número de profesoras en calidad de principales, la participación (mínima en número) en la política universitaria, decanatos y presidencias de gremios; derechos que se han hecho realidad debido a la lucha de las propias mujeres; todavía este espacio académico no garantiza una verdadera equidad entre mujeres y hombres.

La situación es compleja y se evidencia en todo nivel, se reproducen patrones y estereotipos de género que discriminan a las mujeres en la estructura curricular, en los contenidos, en las formas de participación y en los círculos de poder, en los servicios sociales; sumado a lo anterior todo un conjunto de comportamientos y actitudes desde las autoridades, docentes, empleados, empleadas y estudiantes que han discriminado a las mujeres y han posibilitado una serie de atropellos contra su dignidad. No existen políticas de bienestar estudiantil que contribuyan a la culminación exitosa de la carrera, sobre todo en el caso de las mujeres y más aún si son madres: no hay guarderías, las becas son insignificantes, hay insuficiencia de comedores estudiantiles, residencias universitarias, atención médica, odontológica, ginecológica, psicológica, etc. Las estudiantes embarazadas encuentran desventajas en sus estudios universitarios pues no existe sensibilización frente al tema, se ponen trabas en cuanto a la justificación de faltas, la infraestructura existente no toma en cuenta sus necesidades concretas (bancas, sillas), etc.

Casos de violencia contra la mujer, manifestados en agresiones verbales, físicas o también casos de “profesores” que atentan contra la moral y ejercen presiones o chantajes con estudiantes mujeres; son situaciones que aún se viven al interior de la universidad.

Más de la mitad del total de estudiantes que hacen parte de la universidad son mujeres, más del 50% de la población estudiantil está sometida a discrimen, violencia, prejuicios, que las ponen en desventaja. Es necesario tomar en serio la responsabilidad de llevar adelante transformaciones profundas en la estructura educativa universitaria, de forma que se acoja la diversidad e integre efectivamente a hombres y mujeres en un plano de equidad.

¿En femenino y masculino?

Desde hace aproximadamente 25 años, se ha incursionado en el tema del lenguaje y su relación con la discriminación de género a manera de parangón podemos decir que no existen palabras racistas, lo que sí existen es personas racistas que las utilizan.
Acercándonos al tema, entendemos por lenguaje sexista, “todas aquellas expresiones del lenguaje y la comunicación humana que invisibilizan a las mujeres, las subordinan, o incluso, las humillan y estereotipan”.

Cuando se habla de “la historia del hombre”, o cuando se invita a la “reunión de padres de familia” (a donde seguramente asistirán en su mayoría las “madres”), estamos frente a un lenguaje sexista, y si el lenguaje es sexista, detrás de él tenemos un grupo social que lo utiliza y por tanto que mantiene y sostiene una forma de ser. Frente a esta constatación, la UNESCO planteó recomendaciones directas en este campo, mismas que fueron adoptadas por otros organismos internacionales y que se resumen en: a) evitar la utilización del masculino como genérico que abarca a ambos sexos; b) utilizar cuando fuera posible sustantivos generales (que engloben masculino y femenino) o en su defecto el doblete; c) adecuar los títulos, carreras, profesiones y oficios a la realidad actual o futura.

Después de más de 25 años de hablar sobre el tema, la trampa social presiona echando mano de justificaciones como la necesidad de guardar corrección en el habla o cuidar la claridad en la expresión, inclusive se plantea que hablar en femenino y masculino resulta exagerado y dificulta la comprensión. No se trata de ninguna manera de motivar la incorrección en el habla o la oscuridad en la expresión con el uso exagerado de masculinos y femeninos reales o inventados, arrobas o guiones; la propuesta va más allá, por un lado, se trata de motivar la creatividad en el uso del lenguaje que permita visibilizar la diversidad desde su riqueza tanto vital como lingüística; y por otro, lograr una transformación profunda de la forma de ser, de actuar y en consecuencia de expresar; se busca actitudes reales de valoración y respeto entre géneros.

La realidad nos muestra que la discriminación de género se encuentra cimentada en fuertes pilares y uno de ellos es el lenguaje, expresión directa de la visión del mundo y de los sentidos comunes que forman parte de nuestra identidad; al ser así, el tema del lenguaje sexista debe ser abordado con una fuerza mayor, como vía aunque no única para la solución de la discriminación, subordinación y violencia en contra de las mujeres, a sabiendas de que la superación de este grave problema social llevará el tiempo que lleve remover las estructuras identitarias en la búsqueda de un espacio más humano para vivir… por algo debemos empezar.

DERECHOS ESPECIFICOS

Si bien la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 se constituye en un código ético para una actuación diferente en las relaciones humanas y en el manejo del poder en nuestro planeta; los derechos consagrados en aquel histórico momento fueron declarados por hombres en una época caracterizada por una orientación masculina más fuerte que la actual. Como resultado, en esta declaración no encontramos plasmados los derechos que las mujeres debemos ejercer para que dejen de considerarse normales, todas aquellas acciones que atentan contra nuestra imagen y contra nuestra posibilidad de autodeterminación y desarrollo. Por ejemplo, la violencia en contra de las mujeres aún es vista como parte del destino de las mujeres que conviven con un compañero y que depende de la suerte que haya tenido con su pareja para sufrirla o no; también se considera normal que en la calle se agreda a las mujeres de acción o de palabra; se asume como parte de la cotidianidad que las mujeres sean utilizadas en las campañas publicitarias como un objeto de consumo; también se acepta que las mujeres no tengan ingresos propios o que no puedan administrarlos autónomamente porque son naturalmente dependientes; y también es considerado normal que las mujeres que contraen matrimonio dejen sus carreras por el cuidado del hogar.

En este contexto y en la búsqueda de transformar la realidad brevemente descrita, representantes de diversas expresiones del movimiento de mujeres en todo el mundo plantearon que es necesario incorporar en el marco jurídico internacional y en los marcos jurídicos nacionales aquellos derechos que se consideran son indispensables para terminar con la desigualdad de género. Los derechos específicos de las mujeres se resumen en los siguientes: derecho a una imagen valorada en los medios de comunicación; derecho a ser una misma, el derecho a nuestra identidad y diversidad; derecho a la participación política; derecho al acceso y control de recursos económicos; derecho a una vida digna; derecho a una educación sexual; derecho al control voluntario y seguro de la fecundidad; derecho a disfrutar una vida sin violencia; derecho a denunciar y exigir sanciones sobre incesto y violación a las niñas; derecho a la opinión y a la comunicación.

Mujeres y hombres somos parte de la misma especie, sin embargo no somos iguales somos seres diferentes; y para que esta diferencia no sea la excusa que condicione a la población femenina a la subordinación, a la discriminación y a la exclusión como si fuese una estado natural de la convivencia, es necesario que reconozcamos esta especificidad como un factor esencial en la exigibilidad y ejercicio de los derechos.

MUJERES REALES, REALIDADES VIRTUALES

Nidya Pesántez Calle

Alguien dijo alguna vez “lo que no está en los medios de comunicación no existe”. ¿Afirmación extremista?, encuentro que no; ¿afirmación incómoda?, definiti-vamente sí. Sin embargo, y a pesar de esta afirmación, existe gente, existe propuesta, existe interacción extra medios, pero ¿qué pasa con esa realidad?. En la actualidad no es visible, los hechos visibles son aquellos que hacen noticia o que se hacen noticia, aquellos que se publican y difunden, aquellos que son recogidos por los medios masivos. Así, cuando hablamos de la existencia o no de un hecho, de una propuesta, de una o de cien mil personas, no nos referimos a su posibilidad física de transitar este planeta, sino a su capacidad de registrarse en la conciencia colectiva, y he aquí el problema: la conciencia colectiva registra casi exclusiva y excluyentemente lo que los medios colectivos le cuentan.

Cuesta pensar el giro que hemos dado las sociedades en general y las ciudades en particular, en cuanto al lugar que habitamos. Antes era la casa, la escuela, el cine, la plaza, el barrio, la cotidianidad física. Hoy vivimos en nuestra pantalla de televisión, en nuestra radio, en nuestra computadora, en los diarios, en las revistas; como diría Martín Barbero: “vivimos un mundo en el que se está siempre y no se está nunca en casa”. Efectivamente, estamos siempre en el mundo virtual y nos alejamos casi frenéticamente de la realidad. Estamos siempre empapadas y empapados de información emitida por los medios masivos y nos enteramos poco de lo que pasa en nuestro entorno más cercano. No sabemos en dónde se discuten nuevas propuestas, no sabemos qué piensa y qué hace el otro grupo social: si somos ecologistas no buscamos a las feministas, si somos sindicalistas no buscamos a ecologistas y así continúa la cadena de eslabones separados, perdidos, desorientados. No sabemos qué hacemos qué proponemos en dónde nos encontramos. Respondemos al nuevo espacio que habitamos: el fragmentado y fragmentador espacio virtual.

Raúl Cardozo dijo alguna vez: “El Espacio Público era un lugar físico como éste donde los habitantes de una ciudad, donde los ciudadanos en época de Aristóteles, aquellos que eran libres, no eran esclavos y además tenían propiedad, se reunían físicamente, concurrían físicamente a ese espacio, debatían y resolvían o no, los problemas derivados de la vida en común. Este Espacio Público que era el Espacio Físico de la política se transformó en un Espacio Virtual. Es decir, para darles un ejemplo con reducción al absurdo, nosotros podríamos estar aquí hoy y juntar, no las setenta u ochenta personas que somos, sino juntar aquí en el espacio contiguo de la Plaza de Mayo un millón cien mil personas, un millón quinientas mil, dos millones fundar un nuevo partido político o agrupación gremial u organización civil sin fines de lucro y si mañana no hay un eco de esto en diarios, revistas o televisión, el hecho sería no registrado por la conciencia colectiva”.

La lógica del espacio virtual

La existencia de un espacio en donde confluye el movimiento del planeta no es negativa en sí misma. Que este espacio sea virtual, es decir, que esté entre lo real y lo imaginario ese sí es un problema; ahora, dicho problema se agudiza cuando constatamos que la conformación de la realidad virtual tiene diseñadores con intereses específicos y palpables –no virtuales-, que atentan contra la comunicación social como herramienta de interacción humana, en beneficio de la acumulación.

Antes de continuar explicitemos, brevemente, el punto del que partimos cuando hablamos de la esencia de la comunicación: primero, la comunicación social no es privativa de los medios masivos; segundo, es una herramienta para establecer contacto; y tercero, es un instrumento para exponer, escuchar, pensar, reflexionar, retroalimentar a fin de volver a nuestra práctica cotidiana con nuevos elementos (la comunicación es dialéctica). Resumiendo, es un mecanismo de perfeccionamiento. Sin embargo, la riqueza de la comunicación se ha reducido al canal, al medio, esto es, a uno de los elementos que conforman el proceso comunicativo. De esta manera, los medios son determinantes, son más importantes que la realidad (pues en ellos se puede diseñar cualquier realidad), y por supuesto, son más importantes que los receptores/as (Rs) y que los emisores/as. Los medios de comunicación –de la misma manera que en el proceso productivo- marcan el ritmo del proceso comunicacional. Quien tiene los medios, tiene el poder… quien tiene el poder tiene los medios: una relación simbiótica en este sistema.
Sin embargo este poder no es absoluto, puesto que los seres humanos no respondemos como robots programados a todo aquello que en los medios se presenta. Los seres humanos tenemos un bagaje, una cultura, “un pozo” al que recurrimos para seleccionar y discriminar lo que queremos y no queremos saber, lo que queremos y no queremos aprender, lo que queremos y no queremos ver, lo que queremos y no queremos leer. Tenemos un pozo que nos ayuda a constituir nuestra individualidad; quiero decir, tenemos una memoria que nos orienta más allá de que la orientación sea positiva o negativa, que muy personalmente, juzgo es inútil calificar, para discriminar y seleccionar, en este caso, la actividad de la realidad virtual. Empero, esta memoria individual y colectiva se va perdiendo, y esa pérdida puede volvernos, tarde o temprano, programables. Se va debilitando lo real ante la constante y acosadora carga de imágenes y sonidos de la realidad virtual. Llegado el momento la confusión es tal, que ya no nos conmueve la injusticia o la muerte provocada; esta nueva realidad (la virtual) nos ha mostrado tanta sangre y tanta muerte que el corazón se nos va callando y las emociones ante situaciones reales y ficticias se van pareciendo hasta que se conjugan en una sola (impavidez en el mejor de los casos).

Siendo así, los medios de comunicación se interponen –no por naturaleza- en el proceso de comunicación. Ya no hay interacción, estamos frente a la mera información, y recibimos tal carga de referencias que ni siquiera podemos consumirlas. No hay ni cuestionamiento ni contraposición entre esta forma de hacer comunicación y el sistema: el consumir no es tan importante como el acumular; así, nos volvemos bodegas de información, la acumulamos. Ya en la década de los 50, Laserfield y Merton, sociólogo y antropólogo respectivamente, hicieron una investigación sobre –en ese entonces- el “nuevo fenómeno comunicacional”, la televisión, y llegaron a la siguiente conclusión: “la televisión es un medio que aporta tanta información en tan poco tiempo que no hay posibilidad para el individuo de asimilarla, ordenarla y procesarla y descartar lo que no le es útil ”. Según Cardozo, los estudiosos propusieron que la televisión provoca un Síndrome de Narcotización Disfuncional.

A este hecho podemos sumar la dependencia que progresivamente tenemos de los textos informativos y de cómo cada vez necesitamos menos de una comunicación interactiva. Barbero ponía como ejemplo el mercado y el supermercado: el primero, un espacio de comunicación, en donde necesariamente tenemos que interactuar; el segundo, “un no lugar”, un espacio físico en donde podemos pasar horas sin necesidad de hablar ni de preguntar; nos basta con la cantidad de textos informativos y de publicidad, estos son los elementos “comunicacionales” que nos guían. Nos vamos tomando el silencio, vamos cediendo la palabra.

Cuando empezamos a tocar el tema de la lógica del espacio virtual, habíamos dicho que los diseñadores de esta realidad tienen sus propios intereses. Estos intereses se evidencian cuando analizamos la información que transmiten, el cómo la transmiten y lo que omiten. De esta manera, nos sentamos ante un mass media y escuchamos las noticias que dentro del medio deciden son las de interés del público; la parte de las noticias que se asegura, son de interés del público; y por supuesto no nos enteramos de aquello que no despierte el interés de este público. Así, en nombre del interés del público, que no es lo mismo que el interés público, se toman las decisiones de lo que debe y no debe existir. Se mediatiza la realidad, y ¿quién lo hace?, pues quien tiene el poder sobre el medio o sobre los medios.

Bueno, y en dónde están las mujeres

En la realidad virtual no existimos. Si bien esta afirmación puede parecer radical o extremista, hay evidencias que dan cuenta de nuestra desaparición como seres reales en el espacio virtual.

¿Cómo nos presentan a las mujeres en el espacio virtual?: a) bellas, según los códigos de belleza establecidos en occidente; b) con cuerpos delgados y en la mayoría de los casos esbeltos, según las claves dadas también por occidente; c) triunfadoras, cuando además de cumplir con estos requisitos estéticos somos inteligentes, por cierto, cuando nos muestran inteligentes generalmente somos la excepción pues estamos rodeadas de muchos hombres en la misma posición, que son la regla; d) buenas, nobles y dignas de respeto, cuando respondemos a las claves femeninas de comportamiento otorgadas por la sociedad maternales hasta las últimas consecuencias; e) desdichadas, hasta que aparece un príncipe azul que nos saca de la situación de tedio o nos resuelve el terrible problema en el que nos metimos por ingenuas o enamoradas; f) temerarias, cuando queremos ser iguales a los hombres (y aquí me lanzo una cuñita, nada más lejos de la realidad, las mujeres no queremos ser como los hombres).

¿Cómo accedemos las mujeres a la realidad virtual? Como la mayoría de personas, a través de la televisión, de la radio, de la prensa, de la red electrónica. Sin embargo, la realidad virtual tiene para nosotras elementos establecidos “específicamente para mujeres”; estas cosas específicas para mujeres las encontramos en la mayoría de revistas que se presentan en cualquier mass media. En estas revistas, en estos espacios, las mujeres podemos encontrar todas las claves que necesitamos para responder de manera acertada y generosa a los estereotipos de mujer que nos plantea la realidad virtual.

¿Cómo tomamos la palabra las mujeres en la realidad virtual?. Temo decir que no la tomamos, en nuestra realidad palpable la exigimos, la pedimos, pero en la realidad que nos plantea la sociedad mediatizada supuestamente no la necesitamos. Entonces, lo que queremos las mujeres, lo que anhelamos y proponemos no existe (no está en los medios). Sólo existe lo que la realidad virtual pretende de nosotras.

En la sociedad mediatizada, se ha mediatizado nuestra presencia, así, cuando no aparecemos en programas evidentemente de ficción (novelas, series, películas, etc.), estamos en los noticieros como parte de la crónica roja o semidesnudas en programas de concursos.

Frente a esta representación virtual de las mujeres, existimos mujeres reales, de carne y hueso con vidas muy diferentes a las pretendidas por la realidad virtual. Físicamente, las mujeres respondemos a formas corpóreas de acuerdo a nuestra raza, a nuestro espacio, a nuestro clima; aquí por ejemplo, las mujeres somos pequeñas, con caderas altas, redonditas, con las piernas cortas, con el cabello café oscuro o negro… evidentemente hay variaciones, pero ese es nuestro esqueleto, diferente al que tienen en el norte de Europa o Estados Unidos, diferente al que nos muestra la realidad virtual.

Por otro lado hablando de mujeres triunfadoras reales, las mujeres tenemos éxito no en cuanto a nuestra estética, como pretende la realidad virtual, sino a nuestra lucha dentro de una sociedad patriarcal; una lucha que si bien no todas la hemos dado, sí hemos sido beneficiarias de sus conquistas, conquistas hechas por las mujeres que se enfrentaron a su tiempo y espacio para abrirnos camino; cada paso que damos en la historia, cada triunfo que obtenemos, individual o colectivo, no es producto de la concesión, sino del constante trabajo de las mujeres organizadas y no organizadas. Pero esta conquista no es visible en la realidad virtual. En la realidad virtual se ha retomado cada conquista de las mujeres para convertirla en una nueva cadena, resulta, entonces, que ser triunfadora es ser prácticamente una máquina porque a más de vernos bellas, y de trabajar eficientemente en una oficina, trabajamos a la perfección en casa; así las cosas, trabajar hasta morir sin descuidar una uña o un cabello y sin posibilidad de vacaciones, es haber triunfado.

Con respecto a nuestra naturaleza femenina, decíamos que la realidad virtual nos muestra seres nobles y buenos como producto de nuestra maternidad, ¿qué pasa entonces con las mujeres que no quieren o que no pueden ser madres?; ¿qué pasa con aquellas que no asumen ese papel social?, ¿son acaso menos mujeres? ¿No son tan nobles porque no saben lo que es ser madre? ¿son más frías por esta “falencia” social? ¿No son tan dignas de respeto y consideración porque no obedecieron a la naturaleza?…

En cuanto a nuestra dicha o desdicha, ésta no está marcada por la presencia o ausencia de un compañero, esta dependerá de cuán cerca estemos de nuestros propios sueños y metas, siempre y cuando estos sueños no sean producto prefabricado en la realidad virtual. Por último, las mujeres no somos unas locas temerarias que queremos parecernos a los hombres cuando hablamos de la reivindicación de nuestros derechos, de hecho, no pedimos que se amplíe la declaratoria de los derechos humanos a “mujeres y hombres”, hemos definido derechos específicos que tienen que ver con la valoración de nuestro ser diferentes.

Si bien es evidente el problema que causa en nuestras relaciones sociales el querer asumir una forma de ser, de pensar y de actuar, diferente a la propia, más grave es que se valore menos a aquellas mujeres que no aceptan o que no se parecen al molde femenino presentado en la realidad virtual. Así, una mujer que no es madre, que no es esposa, que no es ejecutiva, que no es bella, está muy lejos de la meta virtual; entonces habrá un sobre esfuerzo para deshacerse de su ser y construir otro. De esta manera, las mujeres reales distantes a las realidades virtuales, vamos perdiendo nuestra propia forma de comunicarnos e interactuar y empezamos a desarrollar nuestra vida en la realidad virtual, forzando nuestra naturaleza individual y alimentando el sistema: nos vamos alejando del mercado interactuante y nos hundimos en el supermercado, nos alejamos de las vecinas, nos alejamos de las amigas, nos alejamos de la familia ampliada. Cambiamos nuestro eje de relaciones reales por el que nos presenta una realidad virtual y, cambiamos nuestra forma de comunicación interactiva por los textos informativos.

A esto sumemos, que la realidad virtual no sólo nos presenta distorsionadas sino que omite todo aquello que puede aportar en nuestro crecimiento social, de esta forma, en la realidad virtual no se recoge la lucha de los diferentes movimientos sociales, excepto cuando “hacen noticia”, es decir, cuando hay algún elemento que puede ser resaltado como negativo: paros, manifestaciones, cierre de carreteras, etc. El movimiento de mujeres no está exento de este tratamiento; sin embargo, las mujeres hemos trabajado duro para alcanzar nuestras metas que se circunscriben en la consecución de una sociedad justa y solidaria. Así, los avances en la nueva Constitución de la República, la incorporación de los derechos específicos de las mujeres como parte de los derechos humanos, la ley en contra de violencia a la mujer y la familia, las campañas de activismo por los derechos humanos, son, entre otras, conquistas que aportan al progreso de la sociedad desde un punto de vista humanista. Pero estos hechos no están en la realidad virtual por lo tanto no están registrados en la con-ciencia colectiva.

Otro elemento que no podemos dejar pasar es que no sólo distorsiona nuestro ser mujer sino nuestra lucha. La realidad virtual presenta al movimiento de mujeres y su pelea totalmente distorsionada, según la sociedad mediatizada esta lucha es una guerra de sexos, y este hecho sí ha sido registrado por la conciencia colectiva, por eso es que cuando alguien escucha que una mujer es feminista piensa inmediatamente en que es una amargada, una lesbiana, una desengañada o una pobre mujer que no consiguió un hombre. Tan simplista y tan amarillista afirmación.

¿Qué hacer?

Seguramente, muchas personas aquí presentes tienen respuestas a las interrogantes planteadas o tienen soluciones para los problemas establecidos. Ojalá podamos juntar ideas y cambiar el rumbo que ha tomado la comunicación para recuperarla como mecanismo de perfeccionamiento humano.

Me permito proponer algunos puntos que podrían servir como eslabones en la construcción de una cadena humana que trabaje por un cambio en nuestra sociedad para el beneficio común:

1.- Es tiempo de recuperar las fortalezas de los medios masivos de comunicación social, devolviéndoles su misión: ser canales de comunicación para juntar a las personas en la inmensidad de las ciudades y de los países provocando debate e interacción. Como dije, los medios no son por naturaleza piedras en el camino de la comunicación, al contrario, son los cauces por donde fluye el acontecer humano cuya lógica se parecería más a la marea que a un río unidireccional que llega al mar, por su posibilidad de ir y venir, de llevar y traer, no solamente de vaciar.

2.- Las comunicadoras y comunicadores podemos retomar la realidad en que vivimos para reemplazar aquella realidad que se genera en los medios. Para esto debemos empezar por reconocer que estamos viviendo y aportando en la construcción de “un no lugar” que nos fragmenta como ciudadanas y ciudadanos.

3.- Es necesario que la comunicación no permita que vaciemos la memoria a cuenta de un mundo globalizado al que supuestamente debemos responder con profesionalismo. No podemos en nombre de la globalización y el avance tecnológico dejar cada vez más atrás nuestras costumbres, nuestras tradiciones. Debemos mantener viva nuestra cultura como, talvez, la única balsa para evitar ahogarnos en un futuro de seres humanos programables y programados, sin memoria.

4.- Como periodistas y comunicadores/as debemos seguir más de cerca lo que hacen los movimientos sociales, pues con el crecimiento de las ciudades, las formaciones sociales no se hacen alrededor de un espacio físico sino en torno a un sentimiento común, así se van conformando nuevas identidades sociales ya sea por género, por edad, por reivindicación laboral, por la conservación ambiental, etc. Debemos aportar en el debate de estas formas de agrupación caso contrario seguiremos poniendo nuestro trabajo a favor de la fragmentación.

5.- Debemos valorar nuestra forma de ser mujeres y nuestra lucha. Es tiempo de frenar esta construcción de la realidad virtual que nos muestra a las mujeres tan lejanas a lo que realmente somos y que presenta a la lucha de las mujeres como una lucha en contra de los hombres, este es otro “virtualismo” que nos fragmenta.

Sin embargo, la responsabilidad no está solamente en manos de las comunicadoras y comunicadores; ciudadanas y ciudadanos también debemos optar por imponer la realidad de nuestra vida a los virtualismos que nos alimentan. Dejar de ser programables es un reto que tenemos para evitar que, quienes tienen el poder, nos mantengan en esta soledad obscura de textos informativos y de incomunicación del virtualismo.

PUBLICIDAD SEXISTA

Esta es una de las conclusiones a las que el estudio del Observatorio Ciudadano de la Comunicación llegó luego de analizar 288 publicidades difundidas a través de radio, televisión y prensa en nuestra ciudad.

El cuerpo de las mujeres en los anuncios publicitarios, es utilizado frecuentemente de forma innecesaria como un recurso de seducción para ofrecer productos. Así, encontramos muchas veces las piernas, los glúteos, los senos, o el cuerpo semidesnudo de una mujer promocionando llantas, camiones, restaurantes, locales comerciales, bicicletas, licores, etc. ¿Qué tiene que ver el cuerpo de la mujer con un camión, con una cevichería, o con un dvd?.

La presencia de mensajes que dicen una cosa y dan a entender otra es frecuente: “cambia tu vieja”, “si la pelada quiere agítale y dale”, “disfrútala junto a tu cola favorita”, “lo primero en lo que nos fijamos es en la parte de atrás”; sin embargo, estos son solo ejemplos de lo que muchas veces se considera “el toque gracioso”, o “la chispa” de la publicidad cuando en realidad estos mensajes, llevan implícita una idea estereotipada y equivocada de las mujeres. En este mismo sentido, podemos encontrar mujeres que aparecen como mamás, amas de casa, bonitas, buenas, dedicadas al cuidado de la casa, del marido, de los hijos e hijas, de las tareas domésticas; o mujeres rivales, celosas, chismosas. Pero a más de estas imágenes estereotipadas que nos presenta la publicidad, existe una forma adicional de discriminación: el lenguaje en los mensajes publicitarios: género gramatical masculino como incluyendo al femenino, que en la práctica es una forma directa de exclusión de las mujeres.

Los mensajes que se transmiten a través de los medios masivos de comunicación influyen en nuestra manera de percibir la realidad, en nuestros pensamientos e ideas y fomenta patrones de conducta y actuación en la población. Así, la publicidad es un importante constructor de pensamiento pues, en el actual sistema capitalista, su presencia es recurrente en los medios masivos por ser un soporte del consumo que pretende convertirse en una forma de vida en nuestro medio.

Por lo tanto si, como hemos constatado en los estudios, la publicidad aun refleja estereotipos de las relaciones entre hombres y mujeres, reproduce los papeles y las características que deben cumplir y mantener mujeres y hombres, expresa una valoración diferenciada para mujeres y hombres y utiliza a las mujeres como objetos sexuales reforzando la violencia contra ellas; es necesario que la analicemos, la observemos y actuemos sobre ella para aportar en la construcción de una sociedad equitativa que avance hacia el desarrollo de nuestro cantón.

PLAN PARA LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

A pesar de los avances consagrados en el marco jurídico ecuatoriano en materia de derechos específicos de las mujeres, la discriminación, subordinación y exclusión de las mujeres persiste, de hecho, a lo largo de estas semanas hemos podido constatar algunos datos que lo demuestran. Esta brecha entre el marco jurídico y la realidad de las mujeres, encuentra sus motivaciones tanto en la debilidad del Estado como en los imaginarios y conceptos sociales que guían a la población. En el caso del Estado, es necesario fortalecer la institucionalidad pública de género a fin de incorporar como prioridad la articulación de las políticas de género a la gestión estatal para alcanzar la gobernabilidad democrática. En el caso de la población, todavía enfrentamos concepciones que asumen a la mujer como un ser dependiente, con limitaciones para desenvolverse en el espacio público y “naturalmente” dotado para desenvolverse en el espacio privado y, por tanto, con menor valor social.

Esta situación es, sin duda, una problemática que debe ser afrontada por el Estado ecuatoriano, y para ello es necesario que éste asuma su reto, que, en palabras de Rocío Rosero, Directora del CONAMU, es “incluir plenamente los mecanismos, procedimientos y programas que hagan efectiva la vigencia, promoción, protección, ejercicio y exigibilidad de los derechos humanos de las mujeres en las políticas públicas sociales, económicas, ambientales y administrativas así como en el marco jurídico y en la administración de justicia”

En este marco, el Consejo Nacional de las Mujeres presenta al país el Plan de Igualdad de Oportunidades 2004 – 2009, como un instrumento técnico y político que permitirá al conjunto del Estado asumir las necesidades e intereses de las mujeres ecuatorianas como políticas de Estado, a fin de transformar positivamente su vida como un imperativo democrático.

Además de la importancia que tiene el PIO para la construcción de la democracia dentro del país, se convertirá en documento de sustento para el levantamiento de la nueva plataforma mundial hacia la consecución de la equidad pues será texto de consulta y evaluación en marzo del año 2005, fecha en que la comunidad internacional se apresta a la revisión de lo que ha significado para las mujeres del mundo la aplicación de la Plataforma de Beijing resultante de la V Cumbre Mundial de las Mujeres en 1995.

Si buscamos construir un país justo y democrático el Estado ecuatoriano deberá arrogarse como prioridad de buen gobierno, el Pacto de Equidad con mujeres, niñas y adolescentes.

INTERVENCIÓN EQUITATIVA

Existe un área específica que podría aportar de forma importante para cambiar la situación de postergación y privación de beneficios del desarrollo para las mujeres y que puede dar cuenta del tipo de intervención de un Estado: su presupuesto.

En este sentido, podemos diferenciar tres tipos de presupuesto. En primer lugar los presupuestos neutrales al género, que consideran que hombres y mujeres tienen las mismas necesidades e intereses y por lo tanto destinan fondos de manera global; resultan “ciegos” al género pues al ignorar las desigualdades, necesariamente las replicarán o las mantendrán. En segundo lugar están los presupuestos focalizados a las mujeres, que atienden exclusivamente a este grupo y que, en determinados casos puede ser necesario para compensar las inequidades existentes en términos de recursos económicos concretos o de acceso a servicios por parte de las mujeres. Finalmente, desde hace algunos años, se viene desarrollando un tipo de presupuestos conocidos como sensibles al género, su aporte principal es que reconocen las desigualdades y diferencias entre mujeres y hombres y demuestran un esfuerzo explícito para eliminar los mecanismos que sostienen y profundizan las inequidades de género.

El artículo 242 de la Constitución del Ecuador establece que “la organización y el funcionamiento de la economía responderán a los principios de la eficiencia, solidaridad, sustentabilidad y calidad a fin de asegurar a los habitantes una existencia digna e iguales derechos y oportunidades para acceder al trabajo, a los bienes y servicios; y a la propiedad de los medios de producción”. Asimismo, por mandato gubernamental, el 15% del presupuesto municipal debe asignarse al Fondo para la Equidad y la Solidaridad entre Hombres y Mujeres.

En concordancia con esto, el CONAMU plantea que se debe generar y ejecutar una política de Estado que garantice una reforma estructural que incorpore las particularidades del país desde la visibilización de los sectores vulnerables; para esto, propone como estrategias que el Estado ecuatoriano priorice la política social como base para el desarrollo del país y como pilar en la construcción efectiva de la democracia, plantea también que se deberá fomentar procesos de investigación y definición de propuestas que identifiquen alternativas al modelo neoliberal, así como impulsar propuestas que aporten en la reactivación económica del Estado: atención al área rural, diversificación en la producción y exportación, promoción de la seguridad alimentaria, entre otras.

Si las desigualdades del mercado laboral latinoamericano se borraran, el ingreso de las mujeres subiría en un cincuenta por ciento, y el ingreso nacional en un 5 por ciento ¿no merece la pena entonces emprender la tarea?