DERECHOS HUMANOS, VIOLENCIA DE GENEROY COMUNICACIÓN

Nidya Pesántez Calle

DERECHOS HUMANOS, VIOLENCIA DE GENERO
Y COMUNICACIÓN

Por: Nidya Pesántez Calle – GAMMA

“La igualdad ante la ley. Todas las personas serán consideradas iguales y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin discriminación en razón de nacimiento, edad, sexo, etnia, color, origen social, idioma; religión, filiación política, posición económica, orientación sexual; estado de salud, discapacidad o diferencia de cualquier índole”.

Así versa el tercer punto del capítulo dos (de los derechos civiles) bajo el Título III de nuestra flamante Constitución.

Ante la ley todas las personas somos consideradas iguales, ¿iguales a quién? Iguales a usted, iguales a mi… No, definitivamente eso no quiere decir la ley, como tampoco es eso lo que buscamos las mujeres, las mujeres no queremos ser iguales a los hombres. Lo que sí dice claramente la ley y lo que sí queremos las mujeres es que sin importar nuestras diferencias todas las personas tengamos los mismos deberes, los mismos derechos y las mismas oportunidades.

Lastimosamente tanto la declaración constitucional como la búsqueda de las mujeres parecen formar parte de un plan social que no encaja con nuestra realidad ni con nuestro futuro. El problema no es sólo cuestión del no cumplimiento de las leyes, el real problema es nuestra propia actitud ante quien no es igual a nosotras o nosotros; no aceptamos la diferencia, no soportamos la diferencia y lo que es por despreciamos la diferencia; de esta manera conformamos una sociedad intolerante, en donde los derechos humanos son mero discurso y la Constitución otro sueño plasmado en un papel de fantasía (como parece haber sido costumbre por aquí).

En nuestra sociedad la diferencia tiene valoración, así, la raza blanca es más valorada que la mestiza, la mestiza es más valorada que la india; las personas que viven en la ciudad son más valoradas que las que viven en el campo; quienes tienen dinero tienen más valor que quienes no lo tienen; y dentro de todos estos grupos el hombre es más valorado que la mujer. De esta manera, la mujer es doble o tríplemente discriminada: por ser mujer y por su situación económica y posición social.
Haciendo esta lectura es lógico deducir que en nuestro país una persona de raza blanca, hombre, que vive en la ciudad y que tiene dinero tiene valoración social y por tanto todas las oportunidades, y que una mujer indígena campesina sin dinero no es valorada socialmente y por tanto no las tendrá. Pregunto ¿en dónde queda la ley si las personas que debemos trabajar desde todos nuestros espacios para que se cumpla esta ley tenemos estas taras de desprecio y de intolerancia?

Nos hemos auto nombrado superiores a alguien e inferiores a otro, es por esto que cuando tenemos la oportunidad de demostrar nuestro poder queremos que las personas lo sientan, queremos sepan quien manda. Esto pasa en las altas esferas públicas, en las empresas privadas, en la calle, en la plaza en el mercado y por su-puesto en nuestra casa.

Todo eso no es sino consecuencia de una sociedad que se ha construido sobre valores equivocados, no se trata de la maldad o bondad que tengamos las per-sonas en nuestro corazón, sino de cuánto hayamos asimilado e interiorizado el patrón social de comportamiento frente a la diferencia.

Hombres y mujeres un paradójico encuentro

En este tortuoso camino de interrelaciones sociales estamos insertos hombres y mujeres cumpliendo el mandato social así nos hiera. A hombres y mujeres la sociedad nos dio un papel definido que debemos cumplir, también nos dotó de cualidades diferenciadas a las que debemos responder, y nos estableció lugares específicos en los que nos debemos desarrollar. El problema inicia en esta se-paración tajante entre hombres y mujeres pero se agrava con la valoración social que se le da.

Así, los roles, atributos y espacios de los hombres son más valorados que los roles, atributos y espacios de las mujeres. Veamos algunos ejemplos: el papel del hombre es mantener económicamente el hogar y el de la mujer es mantenerlo limpio. ¿Qué es más valorado socialmente, conseguir dinero o mantener limpio el espacio en el que vivimos?… Bueno, indiscutiblemente conseguir dinero, o ¿alguien desea que su hija se quede en la casa lavando, planchando y fregando?

Veamos otro ejemplo, en el caso de los atributos que nos dio la sociedad, los hombres deben ser duros, rudos objetivos y las mujeres sensibles, delicadas y subjetivas. ¿Qué es más valorado en nuestra sociedad, ser duro o ser sensible; ser rudo o ser delicada, ser subjetiva o ser objetivo?…

Y, ¿qué es más valorado desempeñarse en la calle, en las empresas, en las jefaturas, o entre las cuatro paredes de una casa?

El paradigma de nuestra sociedad es masculino por tanto las mujeres somos consideradas complemento, en el mejor de los casos, e inferiores; las consecuencias de este inocente discurso de superioridad son más graves de lo que todas y todos nos imaginamos, y una de las más terribles es la violencia.

Que el hombre sea el paradigma de lo humano no es producto de una mera casualidad ni de la naturaleza, es producto de toda una construcción social que a lo largo de la historia ha ido poniendo uno a uno los ladrillos para levantar la muralla que encierra a las mujeres dentro de un limitado, y por qué no decirlo, cruel entorno.

La mayoría de personas piensa que esta situación es natural y que esto de la construcción social y cultural es mero discurso. Sin embargo es muy fácil demostrar que esta mayoría se ha equivocado. Retomemos los ejemplos anteriores y veamos cuánto de natural tiene la situación de hombres y mujeres: ¿una mujer puede mantener económicamente un hogar?… ¿un hombre puede mantener limpia la casa?… ¿una mujer puede ser objetiva, dura y ruda?… ¿un hombre puede ser subjetivo, delicado y sensible?… ¿una mujer puede desempeñarse en la calle, en las empresas o en las jefaturas?… ¿un hombre puede desempeñarse entre las cuatro paredes de una casa?… ¿Podemos o no podemos las mujeres y los hombres cambiar los papeles que nos han dado, asumir cualidades que nos han negado o movernos en los espacios que nos han prohibido?. Claro que podemos, ¿o tenemos algún problema físico/biológico que nos lo impida?.

En este sistema patriarcal las mujeres hemos perdido mucho en el desarrollo de nuestras capacidades y destrezas para enfrentarnos al mundo que está fuera de nuestra casa: el analfabetismo es mayor entre las mujeres, la participación política es menor entre las mujeres; el acceso a las jefaturas y gerencias es menor entre las mujeres; la profesionalización en carreras técnicas es menor entre las mujeres; y la violencia en contra de las mujeres es definitivamente mayor.

Sin embargo en una encuesta realizada para conocer la percepción de la población sobre esta situación encontramos que un 63% piensa que esto se da porque las mismas mujeres no quieren cambiar. Este criterio fue sustentado con el hecho de que ya existen mujeres que rompen el tradicional papel. Frente a esto me gustaría decir dos cosas, la primera que el hecho de hablar de mujeres que rompen con la tradición es porque existe aún un esquema que romper, que cambiar, una sociedad que reconformar. Y lo segundo, recordemos algo que decía hace un momento: la situación de la mujer “es producto de toda una construcción social que a lo largo de la historia ha ido poniendo uno a uno los ladrillos para levantar la muralla…” la muralla de la inseguridad, la muralla de la falta de autoestima, la muralla del servicio sin esperar nada a cambio, la muralla del sacrifico, la muralla de la violencia. No seamos simplistas, el análisis no es tan sencillo como decir las mujeres no quieren.

Anotemos otro aspecto que no debemos perder de vista en este análisis, ahora que las mujeres estamos rompiendo las reglas y ocupamos cargos altos (en muy contados casos), que trabajamos fuera de la casa o que estudiamos en la universidad estamos “fritas”. Porque esta conquista personal de las mujeres no ha ido acompañada de conquistas de los varones, es decir, las mujeres accedemos y luchamos en el espacio público (tradicionalmente masculino), pero los hombres todavía no se sienten capaces de hacerlo en el espacio privado (tradicionalmente femenino). Así, las mujeres trabajamos tres veces más que ustedes y ganamos mucho menos. Y hasta donde yo se esto no es justicia, equidad o igualdad de oportunidades.

A las mujeres y a los hombres nos han educado de manera tan diferente que a la hora de juntarnos no podemos encontrarnos. Vemos las cosas desde diferente punto de vista, actuamos con otras claves de comportamiento y para llegar a un acuerdo apelamos a la costumbre social y en ésta las mujeres tenemos las de perder.

En este proceso las mujeres no sólo hemos perdido la posibilidad de desarrollar nuestras destrezas sino hemos perdido la posibilidad de hablar, de quejarnos, de denunciar, de gritar. En las paredes de la casa se llora la desgracia, se llora el maltrato, se llora la violencia y se acepta la actitud prepotente de quien tiene el poder en nuestras relaciones de género: el hombre (Pero en entre estas mismas paredes vamos tejiendo la esperanza haciendo que las cosas cambien).

En nuestra sociedad, la diferencia entre hombres y mujeres, lejos de ser una riqueza que aporte al desarrollo humano integral de nuestro pueblo, es el pretexto para el maltrato, el abuso y la violación de nuestros derechos. El hombre tiene el poder por tanto tiene el derecho, así como el rico tiene el poder y tiene el derecho, y cuando desprecian, violan, violentan… no son juzgados ni sentenciados. El hombre tiene el derecho, porque tiene el poder, de agredir no sólo a su pareja sino a cualquier mujer, o ustedes piensan que es casualidad que hayan mujeres violadas, insultadas, lastimadas, heridas y muertas por hombres que nunca conocieron.

Pensar que los hombres son superiores no es un juego que da pie a una tonta guerra de sexos, es la causa de la violación al más elemental derecho de las humanas y humanos: la vida, la vida digna, la vida libre de violencia, los derechos humanos dicen que “todas las personas tenemos derecho a una vida digna y libre de violencia”. Romántica declaración.

Nuestra Constitución recoge esta declaratoria en el Título III, De los Derechos, Garantías y Deberes, en donde en el capítulo 2 (de los derechos civiles) dentro del artículo 23 encontramos lo siguiente:

“La integridad personal. Se prohíben las penas crueles, las torturas; todo procedimiento in-humano, degradante o que implique violencia física, psicológica, sexual o coexión moral, y la aplicación y utilización indebida de material genético humano”

Claramente la Constitución señala que se prohíbe la violencia física, psicológica y sexual, entre otras tipificaciones. Sin embargo, el haber dado a la cotidianidad el carácter de natural y normal ha hecho que perdamos de vista que el maltrato a las mujeres es un problema social, es un delito, es un acto inconstitucional.

“Yo jamás le pego a mi mujer” decía un señor en una entrevista, “y eso que a veces es bien tonta”. ¿Cómo calificarían ustedes a esta expresión?. Como un mérito porque no le pega, como mayor mérito porque no le pega aunque “se merece” por ser tonta, o como maltrato.

“Vaya que loca que es usted, nunca sabe de lo que habla…”, decía un hombre a su esposa. ¿Cuánto creen que esto afecta a una persona que continuamente escucha que no sabe de lo que habla o que es loca?. El maltrato no es pegar a una mujer hasta enviarla a un centro de salud, es cualquier agresión física, verbal o sexual así el resultado no sea la clínica o el hospital.

“Mamacita que rica ven para enseñarte…” Es una típica expresión (generalmente dicha en la calle a una mujer desconocida) producto del ejercicio de poder de los hombres en contra de las mujeres. Esto es violencia de género, no es un hecho aislado de un “guambra majadero”. Y aunque sea doloroso admitirlo la gran mayoría de los hombres piensan que este tipo de expresiones nos gustan a las mujeres. ¡Cuán equivocada anda nuestra sociedad!, ¡Cuánto han dañado la espiritualidad masculina! ¡Cuánto ha resquebrajado nuestras relaciones!

Y así, las mujeres tenemos que escuchar cualquier majadería en cualquier espacio, tenemos que callarnos cuando un jefe a más de nuestras tareas nos pide que limpiemos y barramos porque somos mujeres, o aceptar invitaciones fuera de horario de oficina porque el trabajo está en juego; y hasta los golpes de nuestro compañero que después nos dice que nos ama.

Estamos a las puertas del siglo XXI y aunque las mujeres hemos dado pasos gigantescos tenemos una larga lucha para erradicar la discriminación y la violencia. Lucha que no podemos hacerla solas o aisladas.

La violencia en contra de las mujeres y los mass media

Para entender cómo es que esta situación se ha mantenido por tantos años y los logros sociales y los de las mujeres en comparación con la historia humana sean tan pequeños, debemos escarbar en la construcción de nuestro sistema. Esta sociedad patriarcal de corte capitalista está asentada en pilares sólidamente construidos a lo largo de nuestra historia: la familia, la educación y la iglesia. Esta trilogía institucional es la encargada de moldear y diseñar a las personas dentro de la sociedad a fin de que cada una cumpla con un papel que sustente y alimente el sistema establecido.

“Esta injusticia social a más de la familia, la educación y la iglesia, busca una nueva fuerza que cruce a los anteriores y pueda convivir con las tres y con las personas de forma individual. Por ejemplo si alguien no tiene religión, ni escuela, ni familia, tendrá mensajes a su alcance a través de una radio, una televisión, un periódico o una revista, un medio que entrará en su vida así no sea llamado.

Hasta hace algunos años se vio en los medios de comunicación el fenómeno adiestrador por excelencia, se sostenía que a través de un medio de comunicación se daba una orden y el pueblo en una reacción robotizada respondía positivamente sin cuestionar el mensaje.

Ahora sabemos que no es así, sabemos que las personas tenemos la capacidad de discernir y de discriminar, y esta capacidad viene dada por todo nuestro pasado, como diría Milán Kundera viene dada por “el pozo”, por lo que vivimos y por lo que nos dieron viviendo quienes nos precedieron. A esto se suma nuestro entorno social, y la efectividad de la trilogía institucional en nuestra formación (o deformación como ustedes quieran llamarla).

Los medios masivos de comunicación no son omnipotentes, no tienen la capacidad absoluta de construir o destruir modelos de comportamiento, son el eje en el que nuestro sistema apoya su trilogía institucional fundamental (iglesia, familia y educación) a fin de mantenerla viva, avalándola como conductora y rectora de la buena marcha de una sociedad.

Así las cosas, los medios masivos no tienen que violentar el comportamiento actual en la sociedad, sino retomar los valores que se han insertado en ella y con ellos mantener, a través de sus mensajes, el actual estado de cosas.

Es por esto que una radio, por ejemplo, que transmite mensajes, propagandas, noticias y canciones, en donde la mujer es un ser de segunda no tiene complicaciones ni provoca reacciones, porque el medio no violenta lo que se nos enseña por años, la sociedad escucha con tranquilidad y paciencia lo que se le dice porque no va en contra de lo que siempre ha sabido, ha vivido, ha aceptado.

Este hecho es un punto en contra de los medios y programas de comunicación alternativos, que trabajan por mostrar la posibilidad de vivir un mundo en donde la tolerancia y el respeto a la diferencia sea la base del crecimiento social. Muchas veces los mensajes y transmisiones se pueden volver en contra del medio o programa porque se violentan los valores en los que está asentada la sociedad, valores trastocados que como habíamos dicho antes se sustentan en la inequidad, en la discriminación y en la violencia. Pero estos valores son parte de un conglomerado humano, y es por esto que no podemos entrar negando su existencia.

En este sentido, cambiar la actuación de las personas, cambiar la actitud en la relación entre mujeres y hombres no es tan sencillo como dar recetas de compor-tamiento a través de un medio de comunicación” . Sin embargo, el denunciar los hechos de violencia en contra de las mujeres sin que estos vendan sensacionalismo sino que sustenten las causas de esta violencia; el no usar la imagen de la mujer como cosa pública a la venta; el no dar paso a publicidades discriminatorias (por ejemplo INECEL: una mujer lavando la ropa de un Miguelito que le invita a una fiesta); el propiciar debates informativos e instructivos frente a esta problemática dándole la importancia social que tiene; son entre otras, las formas en las que los medios masivos de comunicación pueden aportar al cambio.

Es claro que las personas dueñas del medio de comunicación son en última instancia quienes deciden, y si la noticia, el evento o el hecho en el que se involucra la problemática de las mujeres no vende, nos sentimos con las manos cortadas porque no tendrá espacio en dicho medio.

¿Por qué la mujer desnuda vende cualquier cosa y la mujer como ser social no sirve para los medios masivos?. Porque formamos parte de este sistema atentatorio contra las libertades y derechos del más del 50% de la población, porque no interiorizamos que este problema no es doméstico sino social, porque alimentamos y nos alimentamos del sistema. Todo esto va en contra de los principios de quienes hacemos comunicación social: enseñar, informar, guiar, educar… Hemos permitido que el poder y el dinero se adueñen de nuestra profesión y respondemos obedientemente a sus exigencias sin molestarnos en estudiar la causalidad de la crisis de valores en la que estamos.

Y como si no fuera suficiente, a través de nuestros medios se transmiten novelas como La Intrusa o Leonela que son un real insulto a las mujeres (a quien se le ocurre que una mujer violada va a enamorarse de el violador, es un despropósito por decir lo menos) noticias, en donde la agresión en contra de las mujeres es abordada desde la crónica roja sin ningún tipo de análisis social sobre la causalidad de esta violencia; publicidades en donde las mujeres aparecemos como seres sin cerebro y con excelente cuerpo, en donde se recalca nuestra “naturaleza servil”, en donde formamos parte del objeto publicitado por “bueno, bonito y barato”; ejemplos de esto tenemos todos los días y a todas horas, en la radio, en la prensa y en la televisión: “Galletas Ricas”, “El Palito” de la Universal, “Las Negras de Oscar”, “Marriot”; publicidades de cigarrillos con lemas como “el placer de fumar” al lado de un cuerpo prácticamente sin rostro porque si nos fijamos, ya ni el rostro de la modelo es decididamente enfocado. En fin, sólo debemos sentarnos a escuchar la radio, ver la televisión, leer el periódico o revistas. En definitiva, en la actualidad la mayoría de los medios de comunicación no sólo que no aportan para cambiar las actuales relaciones entre hombres y mujeres sino que profundizan la brecha que ya existe y la violencia en contra de las mujeres. Si no nos sentimos capaces de trabajar por la solución al menos busquemos la manera de no profundizar el problema

La comunicación social debería aportar en la construcción de una sociedad positiva… Sin embargo, tengo la sospecha de que si no tenemos la conciencia y la certeza de que la violencia de género es un problema social que disminuye la posibilidad de desarrollo de nuestros pueblos, no seremos un aporte en este proceso de transformación que nos beneficiará a todas y a todos.

TUNÉATE

Sergio Verne

TUNÉATE

Por: Sergio Alejandro Vergne – GAMMA

“¡Tunéate!” Nos dice de manera imperativa la publicidad de una bebida alcohólica que se anuncia en vallas de la vía pública de Cuenca. No parece una invitación o una propuesta a consumir un cierto producto sino más bien una orden, un mandato que se debe cumplir.

“Tú decides el color” nos dice a continuación; paradojas de un discurso que pretende invitar a la libertad, al poder individual, a la necesidad de quebrar normas de conductas y estéticas, pero imponiendo.

El término tunear proviene del inglés y significa algo así como cambio de aspecto; se usa para nombrar los cambios realizados en el carro para mejorarle la imagen, los detalles, y así personalizarlo de acuerdo a los gustos de cada uno. Uno de los valores pilares de la modernidad es precisamente el cambio. Por ello se impone el cambio, se impone la moda y se impone el “tuneado”.

Pero, ¿realmente, propone algún cambio esta publicidad? Veamos:

La campaña está compuesta por dos vallas semejantes entre sí. En una de ellas se oponen dos imágenes de un joven, en el antes y en el después del tuneado; la primera imagen, a la izquierda, corresponde al joven con vestimenta y peinados “clásico”, es un joven “formal”, “sin tunear”; la segunda imagen de esta valla en oposición a la anterior presenta al mismo joven pero modernizado, vestido con ropa y peinados “informales”, con un toque irreverente y rebelde señalados por el peinado y por los anteojos colocados desordenadamente. Tenemos entonces, la imagen del joven clásico-formal y, en oposición, la imagen del joven moderno-informal-tuneado. El sentido de las mismas, por si quedan dudas, está reforzado por el texto “Tunéate con…”.

La otra pieza publicitaria contiene en una primera lectura la misma argumentación que la anterior, el texto y las imágenes están organizados de manera semejante; sólo que esta vez la protagonista es una chica. En la mitad izquierda del anuncio se ve a la muchacha vestida con bluejeans azul ajustado y una simple remera, es decir, está mostrada de manera “clásicamente joven” y del lado derecho, en oposición a la imagen anterior, se ve a la joven ya “tuneada”; es la misma persona, pero vestida de manera más moderna, con pantalón ajustado blanco y remera naranja, mostrando parte de la cintura desnuda. Por oposición, la primera imagen corresponde a la chica de aspecto “clásico”, la segunda es la moderna-informal-tuneada. También aquí el sentido de las imágenes está anclado por el texto: “Tunéate con…”

Son dos vallas semejantes, que pretenden mostrar diferencias, cambios, en el aspecto de dos jóvenes. Pero si observamos bien, hay otra diferencia mucho más marcada que las que pretende señalar, y está dada por el cómo se presentan las diferencias atribuidas al sexo de los protagonistas. En el caso de la primer pieza, el muchacho esta mostrado de frente, de los hombros para arriba, mirando a la cara, con la frente en alto, como corresponde a todo hombre. En el cómo se lo presenta no hay diferencias entre la imagen clásica del joven y la tuneada-posmoderna: ¡son exactamente iguales! En este sentido, en realidad no hay tuneado alguno, las dos imágenes del muchacho que se pretende oponer y diferenciar son completamente semejantes.

En la segunda pieza, por el contrario, la chica es presentada desde la cintura para abajo, y de espaldas. No se le ve el rostro, ni siquiera la cabeza. En ambas imágenes de la mujer, se muestra la parte inferior de la espalda, la cola y parte superior de las piernas. Las dos imágenes de la chica que pretendidamente se quieren oponer ¡son iguales! No hay cambio real. Tampoco aquí la chica está tuneada. No hay diferencias, no hay oposición.

Donde sí se propone una verdadera oposición, entonces, es en el cómo se presentan al joven y a la chica, al varón y la mujer. Es la oposición tradicional construida desde la constitución de nuestra sociedad patriarcal, tan antigua y difícil de desarraigar; oposición que no es nada natural, sino que ha sido y es construida socialmente. Por lo mismo, no es una diferencia de sexos lo que manifiesta la publicidad, sino de los géneros y la relación entre estos tal cual han sido construidos históricamente.

La estructura narrativa publicitaria de ambas piezas se apoya en un sistema de oposiciones antiquísimo, nada nuevo, nada “tuneado”, que manifiesta el sistema de dominio que lo masculino ha ejercido y ejerce sobre lo femenino, tal cual nos describe el sociólogo francés Pierre Bourdieu:

“El cuerpo en su conjunto es también percibido a través de las grandes oposiciones culturales: tiene su parte elevada y su parte baja, cuya frontera está marcada por la cintura, señal de cierre y límite simbólico, al menos entre las mujeres, entre lo puro y lo impuro; tiene su parte delantera, lugar de la diferencia sexual… y su parte posterior, sexualmente indiferenciada y potencialmente femenina, es decir, sumisa…
La parte alta, masculina, del cuerpo, y sus usos legítimos, hacer frente, enfrentar, mirar a la cara, a los ojos, tomar la palabra públicamente, etc, constituyen el monopolio exclusivo de los hombres…” (Bourdieu, 1998)

¿Qué efecto puede producir esta publicidad “tan creativa” que usa la tradicional y centenaria oposición y sumisión de géneros, entonces?
Además de la intención de motivar la compra del producto, el principal efecto de sentido de esta publicidad es señalar y reforzar la oposición entre los géneros construidos histórica y culturalmente en la consolidación del orden patriarcal; el hombre, lo masculino, es la cabeza, la mirada desafiante, el frente, lo superior, el dominio; la mujer, lo femenino, en cambio, es lo posterior, la cintura para abajo, las partes privadas mostradas públicamente, lo inferior, en fin, la sumisión.

Las piezas presentadas, entonces, producen el efecto de reproducir, reforzar, recrear, los discursos sociales tradicionales de discriminación y sumisión de género. Aun si los “tunea” un poquito para que sean más divertidos al público juvenil, destinatario final de estos anuncios.

Decíamos arriba que uno de los valores pilares de la modernidad es el cambio (mediante la razón y hacia el progreso); por ello se impone el cambio, se impone la moda, se impone el “tuneado”. La diferencia es que antes el “cambio” en la modernidad estaba asociado también a la idea de emancipación y al imperativo ético del cambio de estructuras mentales y sociales; ahora, por el contrario, han transformado el “cambio” en un concepto totalmente vacío de contenido. Es expresión de un tipo de cultura posmoderna funcional al conservadurismo político actual, que vacía los sentidos políticos y sociales de los valores modernos; no se trata ya de cambiar la realidad, ni de la emancipación de sujetos colectivos dominados, sino de maquillar, de cambiar la “imagen” personal, individual.

Hoy la publicidad nos “invita” al “tuneado”, al cambio de aspecto, de imagen personal, para que nada cambie adentro… ni en el “afuera” social.

Si el eslogan nos dice “Tunéate”, para promover las mismas estructuras y comportamientos sociales de inequidades de género, de clases, de etnias, de edades, ¿porqué habremos de obedecer? ¿Porqué no sacar la mirada de nosotras/os mismas/os –como nos quieren imponer- para mirar el orden social en que se inscriben estos discursos discriminatorios y sexistas, y nos “decidimos” (como nos dice la propia publicidad) por cambiar no solo el color, sino las formas, los contornos, las figuras, el relleno de las relaciones sociales, de esta socialidad ya anquilosada y perimida?

¡CUIDADO, BANCO MUNDIAL!

Sergio Verne

¡CUIDADO, BANCO MUNDIAL!

Sergio Alejandro Vergne (GAMMA)
Martes, 21 de febrero, 2006
Luna menguante

Recientemente el Banco Mundial publicó un informe sobre América Latina denominado: “Reducción de la pobreza y crecimiento: círculos virtuosos y círculos viciosos”. En él sostiene que “el comportamiento de la economía latinoamericana en las últimas décadas ha sido decepcionante y la región se ha quedado atrás”. En otra parte señala “la región es una de las más desiguales del mundo”, y agrega con preocupación “la pobreza está entorpeciendo el crecimiento de la región (sic)”.

Lo que no analiza el informe es el papel que el propio Banco cumplió en el trazado de la situación descrita anteriormente. El BM impulsó y financió Reformas de Estado de corte neoliberal, que cambiaron el estado, la economía y la sociedad. El paquete de “modernización” incluyó: privatización de empresas públicas, reforma tributaria y reorientación de la inversión social, en el marco de políticas económicas monetaristas.

Privatizaciones: se vendieron activos de empresas públicas a precios irrisorios, los pasivos en cambio pasaron a engrosar la deuda pública; las privatizadas redujeron personal produciendo desempleo y aumentaron sus tarifas, reduciendo el poder adquisitivo de la población. Los recursos naturales estratégicos se encuentran ahora en manos de multinacionales.

Reforma tributaria: la generalización del IVA y su importancia relativa frente al impuesto a la renta y otros produjeron un sistema tributario sumamente regresivo. Comparativamente, aporta más quien menos tiene, aumentando sus efectos sobre la pobreza.

Políticas sociales: la inversión social antes estaba orientada hacia la oferta mediante políticas públicas de tipo universalistas en educación, salud, jubilaciones y programas sociales. La propuesta del Banco Mundial significó una reorientación de esta inversión hacia la demanda; ahora las políticas sociales se multiplican en cientos de programas “focalizados” hacia sectores. Pero ¿cómo “focalizar” cuando la mayoría de la población se encuentra en situación de pobreza? La reorientación de la inversión social resultó en desmantelamiento de la educación y la salud públicas, redundando en mayores índices de desigualdad.

Las políticas monetaristas impulsadas tanto por el BM como por el FMI promovieron ajustes fiscales, enorme endeudamiento externo, dolarizaciones con efectos negativos en la competitividad frente al mercado externo y una consecuente desindustrialización, retrotrayéndonos a épocas de economía exportadora de materias primas y altamente dependiente. Al Banco le preocupa la pobreza pero no como finalidad hacia donde deben orientarse las políticas de estado, sino en cuanto obstáculo para lo que considera crecimiento económico. Y finalmente señala recomendaciones neoliberales ya probadas durante décadas con un rotundo fracaso.

Por ello, si hiciéramos un análisis sobre el comportamiento del Banco concluiríamos un informe al que llamaríamos: “Banco Mundial y pobreza: círculos viciosos”.

MUJERES REALES, REALIDADES VIRTUALES

Nidya Pesántez Calle

MUJERES REALES, REALIDADES VIRTUALES

Por: Nidya Pesántez Calle – GAMMA

En la sociedad contemporánea el debate en torno a la comunicación social ha limitado esta categoría del conocimiento a un elemento: el canal masivo, es decir los medios masivos de comunicación social. No sin razón las sociedades actuales están siendo englobadas bajo la definición de “sociedad massmediática”. Por supuesto, habrá quien no esté de acuerdo con el término, pero veamos algunos elementos que, pienso, hacen de nuestra época un lugar mediatizado.

Alguien dijo alguna vez “lo que no está en los medios de comunicación no existe”. ¿Afirmación extremista?, encuentro que no; ¿afirmación incómoda?, definiti-vamente sí. Sin embargo, y a pesar de esta afirmación, existe gente, existe propuesta, existe interacción extra medios, pero ¿qué pasa con esa realidad?. En la actualidad no es visible, los hechos visibles son aquellos que hacen noticia o que se hacen noticia, aquellos que se publican y difunden, aquellos que son recogidos por los medios masivos. Así, cuando hablamos de la existencia o no de un hecho, de una propuesta, de una o de cien mil personas, no nos referimos a su posibilidad física de transitar este planeta, sino a su capacidad de registrarse en la conciencia colectiva, y he aquí el problema: la conciencia colectiva registra casi exclusiva y excluyentemente lo que los medios colectivos le cuentan.

Cuesta pensar el giro que hemos dado las sociedades en general y las ciudades en particular, en cuanto al lugar que habitamos. Antes era la casa, la escuela, el cine, la plaza, el barrio, la cotidianidad física. Hoy vivimos en nuestra pantalla de televisión, en nuestra radio, en nuestra computadora, en los diarios, en las revistas; como diría Martín Barbero: “vivimos un mundo en el que se está siempre y no se está nunca en casa”. Efectivamente, estamos siempre en el mundo virtual y nos alejamos casi frenéticamente de la realidad. Estamos siempre empapadas y empapados de información emitida por los medios masivos y nos enteramos poco de lo que pasa en nuestro entorno más cercano. No sabemos en dónde se discuten nuevas propuestas, no sabemos qué piensa y qué hace el otro grupo social: si somos ecologistas no buscamos a las feministas, si somos sindicalistas no buscamos a ecologistas y así continúa la cadena de eslabones separados, perdidos, desorientados. No sabemos qué hacemos qué proponemos en dónde nos encontramos. Respondemos al nuevo espacio que habitamos: el fragmentado y fragmentador espacio virtual.

Raúl Cardozo dijo alguna vez: “El Espacio Público era un lugar físico como éste donde los habitantes de una ciudad, donde los ciudadanos en época de Aristóteles, aquellos que eran libres, no eran esclavos y además tenían propiedad, se reunían físicamente, concurrían físicamente a ese espacio, debatían y resolvían o no, los problemas derivados de la vida en común. Este Espacio Público que era el Espacio Físico de la política se transformó en un Espacio Virtual. Es decir, para darles un ejemplo con reducción al absurdo, nosotros podríamos estar aquí hoy y juntar, no las setenta u ochenta personas que somos, sino juntar aquí en el espacio contiguo de la Plaza de Mayo un millón cien mil personas, un millón quinientas mil, dos millones fundar un nuevo partido político o agrupación gremial u organización civil sin fines de lucro y si mañana no hay un eco de esto en diarios, revistas o televisión, el hecho sería no registrado por la conciencia colectiva”.

La lógica del espacio virtual

La existencia de un espacio en donde confluye el movimiento del planeta no es negativa en sí misma. Que este espacio sea virtual, es decir, que esté entre lo real y lo imaginario ese sí es un problema; ahora, dicho problema se agudiza cuando constatamos que la conformación de la realidad virtual tiene diseñadores con intereses específicos y palpables –no virtuales-, que atentan contra la comunicación social como herramienta de interacción humana, en beneficio de la acumulación.

Antes de continuar explicitemos, brevemente, el punto del que partimos cuando hablamos de la esencia de la comunicación: primero, la comunicación social no es privativa de los medios masivos; segundo, es una herramienta para establecer contacto; y tercero, es un instrumento para exponer, escuchar, pensar, reflexionar, retroalimentar a fin de volver a nuestra práctica cotidiana con nuevos elementos (la comunicación es dialéctica). Resumiendo, es un mecanismo de perfeccionamiento. Sin embargo, la riqueza de la comunicación se ha reducido al canal, al medio, esto es, a uno de los elementos que conforman el proceso comunicativo. De esta manera, los medios son determinantes, son más importantes que la realidad (pues en ellos se puede diseñar cualquier realidad), y por supuesto, son más importantes que los receptores/as (Rs) y que los emisores/as. Los medios de comunicación –de la misma manera que en el proceso productivo- marcan el ritmo del proceso comunicacional. Quien tiene los medios, tiene el poder… quien tiene el poder tiene los medios: una relación simbiótica en este sistema.
Sin embargo este poder no es absoluto, puesto que los seres humanos no respondemos como robots programados a todo aquello que en los medios se presenta. Los seres humanos tenemos un bagaje, una cultura, “un pozo” al que recurrimos para seleccionar y discriminar lo que queremos y no queremos saber, lo que queremos y no queremos aprender, lo que queremos y no queremos ver, lo que queremos y no queremos leer. Tenemos un pozo que nos ayuda a constituir nuestra individualidad; quiero decir, tenemos una memoria que nos orienta más allá de que la orientación sea positiva o negativa, que muy personalmente, juzgo es inútil calificar, para discriminar y seleccionar, en este caso, la actividad de la realidad virtual. Empero, esta memoria individual y colectiva se va perdiendo, y esa pérdida puede volvernos, tarde o temprano, programables. Se va debilitando lo real ante la constante y acosadora carga de imágenes y sonidos de la realidad virtual. Llegado el momento la confusión es tal, que ya no nos conmueve la injusticia o la muerte provocada; esta nueva realidad (la virtual) nos ha mostrado tanta sangre y tanta muerte que el corazón se nos va callando y las emociones ante situaciones reales y ficticias se van pareciendo hasta que se conjugan en una sola (impavidez en el mejor de los casos).

Siendo así, los medios de comunicación se interponen –no por naturaleza- en el proceso de comunicación. Ya no hay interacción, estamos frente a la mera información, y recibimos tal carga de referencias que ni siquiera podemos consumirlas. No hay ni cuestionamiento ni contraposición entre esta forma de hacer comunicación y el sistema: el consumir no es tan importante como el acumular; así, nos volvemos bodegas de información, la acumulamos. Ya en la década de los 50, Laserfield y Merton, sociólogo y antropólogo respectivamente, hicieron una investigación sobre –en ese entonces- el “nuevo fenómeno comunicacional”, la televisión, y llegaron a la siguiente conclusión: “la televisión es un medio que aporta tanta información en tan poco tiempo que no hay posibilidad para el individuo de asimilarla, ordenarla y procesarla y descartar lo que no le es útil ”. Según Cardozo, los estudiosos propusieron que la televisión provoca un Síndrome de Narcotización Disfuncional.

A este hecho podemos sumar la dependencia que progresivamente tenemos de los textos informativos y de cómo cada vez necesitamos menos de una comunicación interactiva. Barbero ponía como ejemplo el mercado y el supermercado: el primero, un espacio de comunicación, en donde necesariamente tenemos que interactuar; el segundo, “un no lugar”, un espacio físico en donde podemos pasar horas sin necesidad de hablar ni de preguntar; nos basta con la cantidad de textos informativos y de publicidad, estos son los elementos “comunicacionales” que nos guían. Nos vamos tomando el silencio, vamos cediendo la palabra.

Cuando empezamos a tocar el tema de la lógica del espacio virtual, habíamos dicho que los diseñadores de esta realidad tienen sus propios intereses. Estos intereses se evidencian cuando analizamos la información que transmiten, el cómo la transmiten y lo que omiten. De esta manera, nos sentamos ante un mass media y escuchamos las noticias que dentro del medio deciden son las de interés del público; la parte de las noticias que se asegura, son de interés del público; y por supuesto no nos enteramos de aquello que no despierte el interés de este público. Así, en nombre del interés del público, que no es lo mismo que el interés público, se toman las decisiones de lo que debe y no debe existir. Se mediatiza la realidad, y ¿quién lo hace?, pues quien tiene el poder sobre el medio o sobre los medios.

Bueno, y en dónde están las mujeres

En la realidad virtual no existimos. Si bien esta afirmación puede parecer radical o extremista, hay evidencias que dan cuenta de nuestra desaparición como seres reales en el espacio virtual.

¿Cómo nos presentan a las mujeres en el espacio virtual?: a) bellas, según los códigos de belleza establecidos en occidente; b) con cuerpos delgados y en la mayoría de los casos esbeltos, según las claves dadas también por occidente; c) triunfadoras, cuando además de cumplir con estos requisitos estéticos somos inteligentes, por cierto, cuando nos muestran inteligentes generalmente somos la excepción pues estamos rodeadas de muchos hombres en la misma posición, que son la regla; d) buenas, nobles y dignas de respeto, cuando respondemos a las claves femeninas de comportamiento otorgadas por la sociedad maternales hasta las últimas consecuencias; e) desdichadas, hasta que aparece un príncipe azul que nos saca de la situación de tedio o nos resuelve el terrible problema en el que nos metimos por ingenuas o enamoradas; f) temerarias, cuando queremos ser iguales a los hombres (y aquí me lanzo una cuñita, nada más lejos de la realidad, las mujeres no queremos ser como los hombres).

¿Cómo accedemos las mujeres a la realidad virtual? Como la mayoría de personas, a través de la televisión, de la radio, de la prensa, de la red electrónica. Sin embargo, la realidad virtual tiene para nosotras elementos establecidos “específicamente para mujeres”; estas cosas específicas para mujeres las encontramos en la mayoría de revistas que se presentan en cualquier mass media. En estas revistas, en estos espacios, las mujeres podemos encontrar todas las claves que necesitamos para responder de manera acertada y generosa a los estereotipos de mujer que nos plantea la realidad virtual.

¿Cómo tomamos la palabra las mujeres en la realidad virtual?. Temo decir que no la tomamos, en nuestra realidad palpable la exigimos, la pedimos, pero en la realidad que nos plantea la sociedad mediatizada supuestamente no la necesitamos. Entonces, lo que queremos las mujeres, lo que anhelamos y proponemos no existe (no está en los medios). Sólo existe lo que la realidad virtual pretende de nosotras.

En la sociedad mediatizada, se ha mediatizado nuestra presencia, así, cuando no aparecemos en programas evidentemente de ficción (novelas, series, películas, etc.), estamos en los noticieros como parte de la crónica roja o semidesnudas en programas de concursos.

Frente a esta representación virtual de las mujeres, existimos mujeres reales, de carne y hueso con vidas muy diferentes a las pretendidas por la realidad virtual. Físicamente, las mujeres respondemos a formas corpóreas de acuerdo a nuestra raza, a nuestro espacio, a nuestro clima; aquí por ejemplo, las mujeres somos pequeñas, con caderas altas, redonditas, con las piernas cortas, con el cabello café oscuro o negro… evidentemente hay variaciones, pero ese es nuestro esqueleto, diferente al que tienen en el norte de Europa o Estados Unidos, diferente al que nos muestra la realidad virtual.

Por otro lado hablando de mujeres triunfadoras reales, las mujeres tenemos éxito no en cuanto a nuestra estética, como pretende la realidad virtual, sino a nuestra lucha dentro de una sociedad patriarcal; una lucha que si bien no todas la hemos dado, sí hemos sido beneficiarias de sus conquistas, conquistas hechas por las mujeres que se enfrentaron a su tiempo y espacio para abrirnos camino; cada paso que damos en la historia, cada triunfo que obtenemos, individual o colectivo, no es producto de la concesión, sino del constante trabajo de las mujeres organizadas y no organizadas. Pero esta conquista no es visible en la realidad virtual. En la realidad virtual se ha retomado cada conquista de las mujeres para convertirla en una nueva cadena, resulta, entonces, que ser triunfadora es ser prácticamente una máquina porque a más de vernos bellas, y de trabajar eficientemente en una oficina, trabajamos a la perfección en casa; así las cosas, trabajar hasta morir sin descuidar una uña o un cabello y sin posibilidad de vacaciones, es haber triunfado.

Con respecto a nuestra naturaleza femenina, decíamos que la realidad virtual nos muestra seres nobles y buenos como producto de nuestra maternidad, ¿qué pasa entonces con las mujeres que no quieren o que no pueden ser madres?; ¿qué pasa con aquellas que no asumen ese papel social?, ¿son acaso menos mujeres? ¿No son tan nobles porque no saben lo que es ser madre? ¿son más frías por esta “falencia” social? ¿No son tan dignas de respeto y consideración porque no obedecieron a la naturaleza?…

En cuanto a nuestra dicha o desdicha, ésta no está marcada por la presencia o ausencia de un compañero, esta dependerá de cuán cerca estemos de nuestros propios sueños y metas, siempre y cuando estos sueños no sean producto prefabricado en la realidad virtual. Por último, las mujeres no somos unas locas temerarias que queremos parecernos a los hombres cuando hablamos de la reivindicación de nuestros derechos, de hecho, no pedimos que se amplíe la declaratoria de los derechos humanos a “mujeres y hombres”, hemos definido derechos específicos que tienen que ver con la valoración de nuestro ser diferentes.

Si bien es evidente el problema que causa en nuestras relaciones sociales el querer asumir una forma de ser, de pensar y de actuar, diferente a la propia, más grave es que se valore menos a aquellas mujeres que no aceptan o que no se parecen al molde femenino presentado en la realidad virtual. Así, una mujer que no es madre, que no es esposa, que no es ejecutiva, que no es bella, está muy lejos de la meta virtual; entonces habrá un sobre esfuerzo para deshacerse de su ser y construir otro. De esta manera, las mujeres reales distantes a las realidades virtuales, vamos perdiendo nuestra propia forma de comunicarnos e interactuar y empezamos a desarrollar nuestra vida en la realidad virtual, forzando nuestra naturaleza individual y alimentando el sistema: nos vamos alejando del mercado interactuante y nos hundimos en el supermercado, nos alejamos de las vecinas, nos alejamos de las amigas, nos alejamos de la familia ampliada. Cambiamos nuestro eje de relaciones reales por el que nos presenta una realidad virtual y, cambiamos nuestra forma de comunicación interactiva por los textos informativos.

A esto sumemos, que la realidad virtual no sólo nos presenta distorsionadas sino que omite todo aquello que puede aportar en nuestro crecimiento social, de esta forma, en la realidad virtual no se recoge la lucha de los diferentes movimientos sociales, excepto cuando “hacen noticia”, es decir, cuando hay algún elemento que puede ser resaltado como negativo: paros, manifestaciones, cierre de carreteras, etc. El movimiento de mujeres no está exento de este tratamiento; sin embargo, las mujeres hemos trabajado duro para alcanzar nuestras metas que se circunscriben en la consecución de una sociedad justa y solidaria. Así, los avances en la nueva Constitución de la República, la incorporación de los derechos específicos de las mujeres como parte de los derechos humanos, la ley en contra de violencia a la mujer y la familia, las campañas de activismo por los derechos humanos, son, entre otras, conquistas que aportan al progreso de la sociedad desde un punto de vista humanista. Pero estos hechos no están en la realidad virtual por lo tanto no están registrados en la con-ciencia colectiva.

Otro elemento que no podemos dejar pasar es que no sólo distorsiona nuestro ser mujer sino nuestra lucha. La realidad virtual presenta al movimiento de mujeres y su pelea totalmente distorsionada, según la sociedad mediatizada esta lucha es una guerra de sexos, y este hecho sí ha sido registrado por la conciencia colectiva, por eso es que cuando alguien escucha que una mujer es feminista piensa inmediatamente en que es una amargada, una lesbiana, una desengañada o una pobre mujer que no consiguió un hombre. Tan simplista y tan amarillista afirmación.

¿Qué hacer?

Seguramente, muchas personas aquí presentes tienen respuestas a las interrogantes planteadas o tienen soluciones para los problemas establecidos. Ojalá podamos juntar ideas y cambiar el rumbo que ha tomado la comunicación para recuperarla como mecanismo de perfeccionamiento humano.

Me permito proponer algunos puntos que podrían servir como eslabones en la construcción de una cadena humana que trabaje por un cambio en nuestra sociedad para el beneficio común:

1.- Es tiempo de recuperar las fortalezas de los medios masivos de comunicación social, devolviéndoles su misión: ser canales de comunicación para juntar a las personas en la inmensidad de las ciudades y de los países provocando debate e interacción. Como dije, los medios no son por naturaleza piedras en el camino de la comunicación, al contrario, son los cauces por donde fluye el acontecer humano cuya lógica se parecería más a la marea que a un río unidireccional que llega al mar, por su posibilidad de ir y venir, de llevar y traer, no solamente de vaciar.

2.- Las comunicadoras y comunicadores podemos retomar la realidad en que vivimos para reemplazar aquella realidad que se genera en los medios. Para esto debemos empezar por reconocer que estamos viviendo y aportando en la construcción de “un no lugar” que nos fragmenta como ciudadanas y ciudadanos.

3.- Es necesario que la comunicación no permita que vaciemos la memoria a cuenta de un mundo globalizado al que supuestamente debemos responder con profesionalismo. No podemos en nombre de la globalización y el avance tecnológico dejar cada vez más atrás nuestras costumbres, nuestras tradiciones. Debemos mantener viva nuestra cultura como, talvez, la única balsa para evitar ahogarnos en un futuro de seres humanos programables y programados, sin memoria.

4.- Como periodistas y comunicadores/as debemos seguir más de cerca lo que hacen los movimientos sociales, pues con el crecimiento de las ciudades, las formaciones sociales no se hacen alrededor de un espacio físico sino en torno a un sentimiento común, así se van conformando nuevas identidades sociales ya sea por género, por edad, por reivindicación laboral, por la conservación ambiental, etc. Debemos aportar en el debate de estas formas de agrupación caso contrario seguiremos poniendo nuestro trabajo a favor de la fragmentación.

5.- Debemos valorar nuestra forma de ser mujeres y nuestra lucha. Es tiempo de frenar esta construcción de la realidad virtual que nos muestra a las mujeres tan lejanas a lo que realmente somos y que presenta a la lucha de las mujeres como una lucha en contra de los hombres, este es otro “virtualismo” que nos fragmenta.

Sin embargo, la responsabilidad no está solamente en manos de las comunicadoras y comunicadores; ciudadanas y ciudadanos también debemos optar por imponer la realidad de nuestra vida a los virtualismos que nos alimentan. Dejar de ser programables es un reto que tenemos para evitar que, quienes tienen el poder, nos mantengan en esta soledad obscura de textos informativos y de incomunicación del virtualismo.

DESENCANTO

Nidya Pesántez Calle

DESENCANTO

Por: Nidya Pesántez C. – GAMMA
Martes, 14 de febrero, 2006
Luna llena

“Amor es una palabra que se refiere al encanto a nivel cósmico; a la fuerza elemental que crea agrupaciones de átomos, galaxias, estrellas, familias, naciones, personas, ecosistemas y océanos. El amor da vida”

Así habla Brian Swimme del amor, concibiéndolo como el poder creador; afirma que el amor es el encanto en acción, lo que crea y recrea vida. El amor, es entonces, el generador, el promotor, el impulsor… Lejos de esta reflexión, que nos presenta al amor en su nivel universal (del que somos parte), los seres humanos en nuestras relaciones lo hemos limitado en dos sentidos, por un lado al romance y por otro lado a nuestra especie. Cuando lo limitamos al romance, dejamos de lado todas las otras manifestaciones del amor, pero lo más triste es que nos restringimos y nos engañamos, por eso aceptamos con tanta facilidad contraposiciones como el amor posesivo, el amor celoso, el amor inseguro, el amor comercial, el amor manipulador, el amor chantaje, es decir el no amor.

Por otro lado, la humanidad supone que es la única con la capacidad de amar, sin embargo, todo lo que tiene vida ama, no desde nuestra equivocada concepción, sino desde la aceptación de la conexión completa. En este universo, todo está conectado, todas y todos somos parte de la creación, producto del encanto, encanto que da vida, encanto que de expresarse plenamente en los seres humanos, nos permitiría sentir los dolores de las otras personas y de las otras especies. Si nos dejáramos llevar por este encanto, seríamos incapaces de aceptar la discriminación, la exclusión, la explotación de quienes son diferentes al modelo occidental del ser humano; seríamos también incapaces de normalizar la depredación y el saqueo del planeta. El amor no admite violencia, sin embargo, en nombre del amor se violenta: “quien te quiere te aporrea”, cruel y engañosa afirmación que no tiene cabida en el encanto pero tiene cabida en nuestra sociedad y es tanta su aceptación, que campea dentro de las familias, espacio que de manera paradójica se considera la “cuna del amor”. La violencia también está presente en la forma en que los seres humanos nos relacionamos con nuestro entorno: “todo está a nuestro servicio” y desde esta afirmación, destruimos culturas, personas, especies, ecosistemas, evadiendo nuestra propia destrucción. En este paisaje, ¿podemos descubrir el amor?

Hoy celebramos el día del amor y de la amistad, celebración que como todas las otras celebraciones se recrea en las manifestaciones del mercado. Se limita a la realización de un falso romance cuya imagen se nos ha vendido a través de la televisión y del cine: las flores, los chocolates, las velas… y ¿qué pasará después?, ¿cómo será nuestra relación con la pareja, con las amigas, con los amigos? ¿Una celebración superflua será capaz de despertarnos el encanto? Seguramente no.

Encantémonos y seamos parte del festejo, del gozo, de la luz, en suma, seamos parte de la creación de la vida.

OTRO ECUADOR ES POSIBLE

Sergio Verne

OTRO ECUADOR ES POSIBLE

Por: Sergio Alejandro Vergne (GAMMA)
Fecha: martes 24 de enero, 2006
Luna en cuarto menguante

El “fin de la historia” representaba hace apenas unas décadas la convicción del conservadurismo al estilo Fucuyama de que el mundo viviría unificado bajo la impronta de un capitalismo que no tenía ya alternativas. Era época de la caída del muro de Berlín y el bloque soviético, y de la salida de dictaduras militares en América Latina.

Sólo un mundo era posible, el del capitalismo globalizado que destinaba a más de 2/3 de la población a la pobreza y a la sumisión, población que debía esperar en silencio y resignación que “las bondades del mercado” algún día le arrojara las sobras de un crecimiento económico realizado precisamente a su expensa. Era época (muy reciente) del discurso único neoliberal: no eran posibles otras opciones, éstas quedaban relegadas a un pasado nostálgico por utopías inviables.

Hasta que irrumpió a 500 años de la colonización de América en un Méjico que acababa de firmar el NAFTA con EEUU “integrándose” al mundo globalizado, el movimiento zapatista de insurrección indígena, mostrando que existen, invisibilizados, ignorados, pero dispuestos a la construcción de alternativas. Contemporáneamente nacía el Foro Social Mundial, espacio de encuentro de miles de personas de todo el planeta bajo el lema de “otro mundo es posible”. Surgieron también Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kichner en Argentina, Tabaré Vazquez en Uruguay (para dar solo el nombre de quienes representan a millones de latinoamericanas/os, movimientos y actores sociales, políticos y económicos que afectados negativamente por el capitalismo globalizado buscan salidas diferentes, solidarias e inclusivas)

Ayer en Bolivia se dio un paso MAS en la búsqueda de otros mundos posibles al asumir Evo Morales su presidencia. Este descendiente aymará viene a cerrar un ciclo de mas de 500 años de sumisión y a abrir uno nuevo, con el desafío de romper ahora desde el Estado las redes del neocolonialismo. Lo hacía desde el llano junto al pueblo, oponiéndose a las privatizaciones del agua, del gas, de los ricos recursos bolivianos, echando a los presidentes y políticos que comprometían al país y lo vendían por monedas. Hasta que todo este movimiento social encontró la manera de organizarse y canalizar políticamente sus demandas.

¿Tocará el momento a Ecuador de sumarse a esta alternativa continental al neocolonialismo? Hay signos que no deberíamos dejar de percibir: se ha echado a presidentes que no cumplen con la voluntad de las mayorías; se han organizado nuevos partidos que buscan canalizar políticamente a movimientos sociales como el indígena, existen numerosas resistencias ciudadanas como las del Oriente contra las petroleras, las del movimiento estudiantil por el medio boleto y contra el aumento del transporte, las de movimientos sociales contra el TLC. Recuperar estos signos es necesario para unificar amplios sectores sociales en una voluntad política nacional que lleve adelante la construcción de otro Ecuador en otro mundo posible.

LO QUE VENDE

Nidya Pesántez Calle

LO QUE VENDE

Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA)
Fecha: martes 17 de enero, 2006
Luna menguante

“¡Mucha televisión!” era, en la jerga de los 80, una forma de expresar la incredulidad o la duda frente a un hecho que se relataba y nos parecía irrealizable. Hoy esa expresión se ha perdido porque la vida se desenvuelve en el marco de los mensajes mediáticos.

Cuesta pensar el giro que hemos dado las sociedades en general y las ciudades en particular, en cuanto al lugar que habitamos. Antes era la casa, la escuela, el cine, la plaza, el barrio, la cotidianidad física. Hoy vivimos en nuestra pantalla de televisión, en nuestra radio, en nuestra computadora, en los diarios, en las revistas; como diría Martín Barbero: “vivimos un mundo en el que se está siempre y no se está nunca en casa”. Efectivamente, estamos siempre en el mundo virtual y nos alejamos casi frenéticamente de la realidad. Estamos siempre empapadas y empapados de información emitida por los medios masivos y nos enteramos poco de lo que pasa en nuestro entorno más cercano; conocemos lo que está vigente alrededor de la gente de la farándula, a los productos de consumo, a los lugares de moda, a los medicamentos de última generación, a las marcas, a los casos y situaciones más aberrantes que se producen en la ciudad y en el país, sin embargo desconocemos la cotidianidad, incluso la íntima, es decir, la nuestra, no tenemos seguridad sobre quiénes somos realmente y qué hacemos en este mundo. Este desconocimiento deja de ser importante frente a una realidad virtual que responde a esa pregunta con un modelo de ser humano: el éxito, el dinero y el consumo como una sola categoría (sinónimos de felicidad y realización).

Este nuevo escenario diluye la convivencia con el entorno y fortalece un tipo de coexistencia con los medios masivos de comunicación que nos confunde, entonces aceptamos la realidad virtual como la única posible, así, por un lado nos peleamos con nuestra realidad por no ser tan bonita o apetecible como la encontramos en muchos de los mensajes mediáticos o, por otro, cuando enfrentamos noticias aterradoras (guerras, asesinatos, violaciones, explotación, desempleo, hambre, miseria) nos conformamos aceptándolas como parte de la nuestra naturaleza. Cabe preguntarnos si nos gusta el tipo de mensaje mediático que se nos oferta así como sobre sus efectos en la construcción de una sociedad sana.

En términos lógicos, el mensaje mediático debería ser el mecanismo que plasma la misión que los mass media tienen en una sociedad; sin embargo, en muchas ocasiones frente al cuestionamiento sobre la calidad del mensaje que se produce en los medios masivos, obtenemos como respuesta “este tipo de mensaje vende”. ¿Cuál es entonces la responsabilidad de estas grandes empresas? ¿Acaso la venta de un producto es comparable a la vida de una sociedad? Aún más allá, en nuestro país parece ser que nos hemos quedado con viejos paradigmas de venta, desechando la creatividad, la sensibilidad, la inteligencia y el amor a nuestra especie y a nuestro entorno.

ASESINATO EN CUENCA

Sandra López A.

ASESINATO EN CUENCA

Por: Sandra López – GAMMA
Fecha: martes 10 de enero, 2006
Luna creciente

Si alguien hubiera leído ese titular en este diario hace 50 años, o hace 20 años para no ir muy lejos, seguro pesaría que se trata de una inocentada de mal gusto o, por lo menos, se asombraría del hecho.

Lamentablemente, en nuestra ciudad las últimas semanas han estado marcadas por sucesos trágicos: accidentes, asesinatos, violencia en la calle y demás hechos que nos dicen que hemos dejado de ser ese pequeño espacio seguro, tranquilo y capaz de producir historias en donde todas las personas se conocen y se cuidan.

La seguridad en la calle, la tranquilidad en la casa, pasan por la seguridad y tranquilidad de cada persona. El sistema económico, la inequidad social, la marginación y postergación de gran parte de la población, la falta de oportunidades laborales, la tercerización y la flexibilización laboral nos arrebatan la esperanza y provocan inseguridad. Quién puede sentir tranquilidad si no tiene un ingreso seguro y constante que le garantice subsistencia; quién puede sentir seguridad si no tiene un sistema de salud al que acudir sin más presiones que las provocadas por la propia enfermedad; quién puede mantener la calma si vive en un país en el que las necesidades humanas esenciales son un lujo y no un derecho… La mayoría llevamos la vida entre la tensa calma del diario vivir y la incertidumbre del mañana.

Cruzando ese límite, se encuentran personas que son capaces de matar a sangre fría a otro ser de su misma especie: hambre, sed, necesidad de abrigo, enfermedad, necesidad de afecto, celos, depresión, angustia… La falta de satisfacción de las necesidades humanas esenciales no permite la formación de sociedades sanas, más aún, los compensadores que hemos encontrado para mal satisfacer esas necesidades han profundizado la crisis. Intentamos saciar el hambre con una funda de alimentos fritos, en lugar de satisfacerla con una fruta rica en vitaminas, o con un buen plato de granos maduros; para satisfacer la necesidad de recreación, acudimos a un “mall” cárcel de cemento, entramos por propia voluntad, permanecemos con las manos esposadas por la falta de dinero y salimos con frustraciones y vacíos por lo que “no podemos tener”; en esa búsqueda de la satisfacción de la necesidad de subsistencia, las personas nos perdemos y atentamos contra la necesidad de protección, afecto o libertad de las otras personas. No hay quien vele por la humanidad, el Estado se desinteresa, el sistema de deshumaniza, priman los intereses de un grupo menor sobre las necesidades e intereses del grupo mayor.

“Otro asesinato en Cuenca” es un titular que no queremos ver más, queremos a Cuenca y al mundo libre de violencia. La seguridad no se alcanza con un número mayor de personas civiles armadas o de policía y milicia. La seguridad supone la erradicación de la miseria humana en el más amplio sentido de la palabra; supone también el dejar de mirar la violencia como un hecho normal y justificarla. ¿Difícil? sí, pero es urgente.

AÑO NUEVO – ¿VIDA NUEVA?

Sergio Verne

Año Nuevo – ¿Vida Nueva?

Por: Sergio Vergne (GAMMA)
Fecha: martes 3 de enero, 2006
Luna nueva

Un nuevo año comienza y con él nuevos propósitos y deseos. El año viejo quedó atrás para no volver. Por eso la quema del año viejo es un hermoso rito, ¿significará que quedan atrás las cosas negativas que nos sucedieron? Se queman aspectos negativos del año que simbolizamos en algún personaje a quien atribuimos las causas de los males: Lucio Gutiérrez, Bucaram, el Dr. Cabrera, o hasta el mismo Palacio; pero ¿realmente dejamos atrás todos los males del año viejo?

Pensamos en el año nuevo deseando el comienzo de una nueva vida para nosotros/as y nuestro pequeño grupo familiar: que no nos falte trabajo, afectos, salud, etc. No sería mejor pensar que un año nuevo debería traer vida nueva para todas y todos, para la colectividad; vida nueva para Ecuador, vida nueva para América Latina, para el mundo.

Desde esta perspectiva colectiva vemos que se han dejado atrás algunas cosas que se consideran viejas: en Ecuador se botó un presidente, en Bolivia se dejo atrás décadas de gobiernos de élite eligiendo para gobernar a un representante de indígenas y clases sociales postergadas, en Chile es posible que comiencen el año con una presidenta mujer por primera vez en su historia. Lo viejo en la comunidad también se quiere dejar atrás y se quema.

Pero no es fácil construir lo nuevo, la vida nueva comunitaria: la pobreza no ha disminuido en nuestro continente; antes bien, ha aumentado la brecha entre ricos y pobres; la violencia tanto social como intrafamiliar tampoco ha disminuido; la educación para todos sigue siendo un desideratum muy lejano a la realidad de miles de niñas y niños; la salud es un privilegio y negocio de unos pocos; el trabajo se continúa precarizando –“flexibilizando” en terminología neoliberal-; el ambiente se degrada en aras de los apetitos económicos de las grandes trasnacionales. Todos “males” o efectos de un sistema capitalista globalizado que pareciera no tener alternativas.

¿Podemos pensar en una nueva vida sin dejar atrás estas realidades? Podemos estar bien, un poco mejor, hasta más felices por algunos “éxitos” individuales. Pero a la larga –o a la corta- no será una vida nueva para el conjunto social ni para el futuro; bajo la globalización capitalista cada vez más tendremos menos y cada vez menos tendrán más. Lo viejo se mantiene en las relaciones sociales establecidas, en un poder económico y político que cambia de maquillaje (presidentes, ministros, etc) para no cambiar.

Por eso bien decía Jesús a sus discípulos tratando de explicar su propuesta social frente a las injusticias del sistema de dominación que vivía en su tiempo: “el vino nuevo no puede ser guardado en odres viejas”. Es decir, nuestras utopías de vida nueva, de relaciones sociales igualitarias, solidarias, de libertad, son irrealizables con estructuras viejas, que, como el individualismo y el capitalismo, sólo traen pobreza, hambre, guerra y destrucción; es decir, todo lo viejo que realmente deberíamos quemar.

LA GUERRA DE NAVIDAD

Sandra López A.

LA GUERRA DE NAVIDAD

Por Sandra López

Epoca de amor, amistad, armonía, días para la oración, el recogimiento y la generosidad. Navidad, tiempo de paz. Año nuevo, vida nueva.

La realidad no pide fuerza, ¿o es la razón?. La razón que nos permite preguntarnos ¿el camino que hemos escogido, es el correcto? ¿Han sido estos días llenos de paz y amor?

En medio de las luces de navidad, en medio del apuro, las calles abiertas y la lluvia, los carros que rebasan por la derecha, los pitos impacientes y rabiosos, la gente corre para alquilar el disfraz para el pase del Niño, o para comprar los regalos de la familia y los recuerdos o sorpresas para las compañeras y compañeros de oficina, para las amigas y los amigos. Es tanto el trajín en estos días que no hemos tenido tiempo de salir y escoger con calma lo que queremos dar (el año pasado dije es la última vez, pero este año volví a caer); nos vemos en la urgencia de emprender la carrera hacia el primer bazar que se encuentre y a gastar en lo primero que veamos para “no quedar mal”; corremos también para comprar comida, no importa si tenemos o no suficiente dinero, el crédito está a la orden del día y de él echamos mano para comprar el pavo, las nueces y las uvas (ajenas a nuestra tradición). En medio del caos, el 23 de diciembre empresas y oficinas realizan sus programas de navidad, el alcohol (infaltable) hace de las suyas y los hombres caen en sus redes como si fuera destino. El 24 de diciembre, el chuchaqui, las peleas, los gritos: ¡feliz navidad!

Entonces la paz se transforma en guerra, la oración en grito, la generosidad en avaricia, la amistad en envidia, la reflexión en folklore, la actitud de entrega en obligación, los dones en dinero. El amor… en odio.

El fin de semana anterior a la Navidad, toda la gente está en la calle, todas y todos quieren solo una cosa: comprar. Las empresas en lugar de regalar mejores salarios, regalan bonos, para eso es esta época, para gastar. Las únicas que no sufren ni se impacientan son las empresas, ellas son finalmente las que viven el espíritu de la navidad y hacen de ésta una época para la paz de sus bolsillos.

La sociedad de consumo nos ha consumido, ha ganado el dinero y ha perdido la humanidad. Se ha ido, una vez más, la oportunidad de vivir estos días de manera diferente. Pero nada está dicho. En esta última semana del año, podemos emprender una carrera mejor, sobre todo con resultados menos imperecederos que el juguete que habíamos buscado con tanto empeño y que el 25 de diciembre ya está roto.

En esta nueva carrera veamos de frente el nuevo año, año del venado en la tradición Maya, tiempo en que tenemos la oportunidad de revisar lo vivido y repensar lo por venir. “Vamos al tronco de la Ceiba; vamos a poner nuestra ofrenda para el nuevo año. Ya han pasado dolorosos días, vamos a reunirnos con el pueblo. Traigan todas las cosas nuevas, y pónganlas sobre las viejas. Vamos a poner nueva piedra de término de año una piedra grande…”.