¡¡EVITELO!!
Por: Nidya Pesántez C. (GAMMA)
Fecha: 18 de octubre, 2005
Luna llena
La persistencia y la profundización de la violencia y el abuso sexual en nuestro medio se enraíza en el hábito social que ha “naturalizado” la problemática como parte de la convivencia; por eso es común que estos casos se mantengan en el silencio absoluto, que las víctimas de abuso o violencia sean calificadas de culpables o incitadoras de la acción en su contra, que los mensajes de los medios de comunicación sigan mostrando el cuerpo como cosa de uso público, o que los chistes populares arranquen carcajadas de situaciones degradantes.
Si las causas de la violencia y el abuso sexual se manifiestan en aquellas conductas que perpetúan un hábito social perverso, será necesario trabajar sobre dichas conductas para transformarlas y con ello transformar la situación. Esto requiere necesariamente de un cambio en los sentidos comunes de nuestra sociedad, sentidos que hasta ahora aceptan sin problema y sin crítica: mensajes mediáticos que sustentan el abuso y la violencia sexual, miradas lascivas, insultos que reciben el nombre de piropos o que cualquier desconocido toque el cuerpo de una persona sin su permiso. Para erradicar la violencia es necesario transformar dichos sentidos en el Estado, en la religión, en el poder mediático y en la sociedad.
En cambio, para prevenir y de cara a las niñas, niños y adolescentes, debemos empezar por una educación sexual temprana en la que se pueda llamar por su nombre a los órganos sexuales, en la que el aseo adecuado de sus genitales no genere incomodidad, y en la que aprendan a cuidar su cuerpo respetándolo y exigiendo respeto. Pero además, debemos mostrarles, sin exageraciones ni dramatismos, los peligros a los que se exponen por la posibilidad real de intentos de abuso; en este caso, ser frontales es lo más adecuado, previniéndoles no solamente en relación con extraños sino con las personas que forman parte de su grupo más cercano en la familia, en el barrio, en la escuela, en el lugar de entrenamiento, en las fiestas que se realizan en casa y entre amigos. La idea no es generar una paranoia en las chicas y los chicos, sino enseñarles a distinguir signos y comportamientos en las otras personas para que estén alertas y puedan defenderse o evitar situaciones de peligro.
A más de la información que podamos transmitir a niñas, niños y adolescentes, debemos crear relaciones de confianza y afecto con hijas e hijos para que puedan hablar de manera franca y sin vergüenza sobre cualquier temor o problema que les perturbe. Por otra parte, no debemos dejar a niñas y niños al cuidado de personas que no conocemos o de personas con quienes las hijas o hijos no se sienten cómodos; cuando estamos en reuniones sociales no debemos perder de vista a niñas, niños y adolescentes pues estos son momentos de alto riesgo. Finalmente, debemos prestar atención a cambios en la conducta y en la salud de niñas, niños y adolescentes. En nuestras manos está.